El reloj, el gato y Madagascar

José Luis Sampedro

Fragmento

cap-2

La segunda globalización

Cuando El reloj, el gato y Madagascar vio la luz en el número inaugural de la Revista de Estudios Andaluces en marzo de 1983, estaba ya en marcha la transición a un nuevo estadio de la economía mundial.

La segunda globalización estaba llamada a favorecer el progreso a escala mundial. La integración de los mercados de bienes, capitales y trabajo permitirían a todos los participantes beneficiarse de la especialización, las transferencias tecnológicas y las ventajas de los flujos libres de capital. La estabilidad política se extendería como corolario natural de todo lo anterior, pues como Montesquieu había prometido más de dos siglos atrás, ésta va indefectiblemente asociada al sabor dulce del comercio. El profesor Sampedro —que nunca negó las virtudes de la economía de mercado en determinados períodos de la historia— ya había dicho en Conciencia del subdesarrollo (1973) que una concepción del mundo como un sistema de flujos independientes no proporcionaría nunca una imagen fiel de la realidad. La globalización generaría grandes desequilibrios (entre países y entre ciudadanos) que no podían ignorarse.

Que la historia le ha dado la razón está, lamentablemente, fuera de toda duda. La desregulación que siguió a la integración de los mercados financieros está en la raíz de la crisis que comenzó en el verano de 2007. La austeridad fiscal que se ha aplicado, sobre todo en Europa, como la única salida posible a dicha crisis, sumada al impacto asimétrico de la globalización y el cambio tecnológico, explica en gran medida el ascenso de la extrema derecha y el nacionalismo, así como el aumento de la pobreza y el paro en el «primer» mundo. También aclara la vuelta de los populismos de toda clase que habían sido ya descartados como formas de gobierno y que sólo podían echar raíces en algún país remoto del Sur. Quince años después de que Sampedro nos advirtiera de todo esto en El mercado y la globalización (2002), América Latina, la del Sur, la tierra de los populismos, demasiado fértil para detener la proliferación de líderes políticos cada vez más esperpénticos, no es más que el espejo en que ya no pueden evitar mirarse hoy, perplejos, muchos franceses, británicos y estadounidenses. Peor aún, es el reflejo en el que nos miramos, cada vez más asustados, sus vecinos, por aquello de las barbas.

Libertad e incertidumbre

En El reloj, el gato y Madagascar, el profesor Sampedro puso el foco en una nueva forma de hacer teoría económica, que iba en ascenso desde los años sesenta: el instrumentalismo metodológico. Encumbrado por el economista de la Universidad de Chicago (EE. UU.) Milton Friedman como la única forma válida para teorizar en economía, establece que los teóricos no deben preocuparse por el realismo de las hipótesis que emplean, sino por su capacidad de predecir. Supongamos que un gato funciona como un reloj y de ahí saquemos conclusiones para asesorar al Gobierno de Madagascar.

Paradójicamente, el ascenso de esta forma de teorización positiva desembocó casi de manera imperceptible en una deriva normativa, que se exportó a todo el mundo a través de la serie de televisión Free to choose («Libre para elegir»), producida por el británico Anthony Jay (creador también de la serie Yes, Prime Minister) y emitida por las televisiones públicas estadounidense (PBS) y británica (BBC) en 1980. En esta serie se exponían las bondades de la economía de mercado y se advertía contra las injerencias del Estado. Desregulación o miseria.

Free to choose surgió como respuesta a The age of uncertainty («La era de la incertidumbre»), una serie que la BBC encargó a John Kenneth Galbraith, el famoso economista canadiense, y que se emitió por primera vez en 1977. Galbraith, que era por aquel entonces el mayor rival de Friedman en el campo mediático, llamaba la atención sobre los efectos que tenía la creencia ciega en la economía de mercado sobre la legislación, y por ende sobre la sociedad. Regulación o miseria.

La líder del Partido Conservador británico, Margaret Thatcher, entonces todavía en la oposición, así como círculos afines a su ideología, entre ellos el Institute of Economic Affairs o el Centre for Policy Studies, reaccionaron rápidamente cuando la BBC proyectó The age of uncertainty. Escandalizados por el contenido de la serie y preocupados por la capacidad retórica de Galbraith, se mostraron enfurecidos porque se utilizara la televisión pública para ofrecer una visión de la economía como la visión y al mismo tiempo «por el efecto que tendría exponer la opinión pública británica a las tesis de semejante abogado del enfoque erróneo». Buscaron en los máximos exponentes del neoliberalismo a alguien que estuviera a la altura intelectual de Galbraith; entre ellos estaba, recién galardonado con el Nobel de Economía, Milton Friedman. Free to choose tardaría poco en llegar a España.

Galbraith y Friedman en la España en Transición

Poco después de que Ronald Reagan llegara a la Casa Blanca en enero de 1981, Galbraith fue invitado a España para dar una conferencia en la Asociación para el Progreso de la Dirección, un foro de debate empresarial que presidía Antonio Garrigues, fundador, poco más de un año después, del Partido Demócrata Liberal (PDL), la escisión liberal de la Unión de Centro Democrático (UCD). Galbraith ya había estado antes en España, pero su visita en marzo de 1981 coincidía con un momento crucial. Acababa de dimitir Adolfo Suárez. En febrero, otro golpe de Estado fallido había puesto en jaque a la joven democracia. La inflación rondaba el 15 por ciento y el paro estaba a punto de alcanzar el 20. El conflicto entre patronal y sindicatos continuaba creciendo.

La reacción a la visita de Galbraith no se hizo esperar. El Instituto de Economía de Mercado (IEM), bajo la dirección de Pedro Schwartz, compró a la BBC los derechos de

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