La ciencia de confiar en ti

Don A. Moore

Fragmento

Introducción

Introducción

Antes de acusar a nadie de exceso de confianza, debo reconocer mi propia y complicada historia. De crío leía acerca del poder del pensamiento positivo con entusiasmo e ingenuidad. Era un entendido en libros de autoayuda con títulos como Hazte rico mientras duermes, que prometía oportunidades ilimitadas y amplias perspectivas de riqueza, éxito y realización personal. En general gastaba demasiado dinero en casetes motivacionales que garantizaban una mayor confianza. Esas cintas sonaban como la marea del océano, pero en un nivel apenas audible contenían afirmaciones. Los mensajes subliminales me decían cosas como: «Soy popular y caigo bien. Tengo muchos amigos». Dichas afirmaciones subconscientes prometían eludir a los censores de mi mente consciente e ir directas a mi imagen más profunda de mí mismo para cambiar la manera en que me veía. Formaban parte de mi osado plan para convertirme en el chico más popular del instituto, en Pocatello, Idaho.

Huelga decir que mi plan no tuvo éxito. Dejar que me copiaran los deberes de física no me granjeó amistades verdaderas, y el club de debate no acabó por manifestarse como el camino fulgurante hacia la gloria. Mi marginación en el instituto se vio marcada incluso por la reticencia de mi hermana pequeña a saludarme por miedo a que mi fama de empollón la afectara. Para ser justos, resulta imposible saber hasta qué punto mi vida de entonces habría sido peor sin la ayuda de aquellos mensajes subliminales, pero cuesta imaginar una caída más estrepitosa en la jerarquía social del instituto Highland.

Fue allí, en lo más bajo de la pirámide, donde descubrí las enseñanzas de Tony Robbins. Me sentí inspirado por su capacidad para ayudarme a imaginar mi mejor yo y recrear mis mayores sueños. Leí sus libros e intenté poner en práctica aquellas lecciones. En parte debido a la inspiración de Robbins y en parte a las clases de Economía a las que asistí el primer año de universidad, empecé a trabajar en el mundo de los negocios tras licenciarme. Resultó que era pésimo supervisando inventarios de arandelas, lo que se suponía que debía hacer, y me interesaba más cómo tomaba decisiones la organización. Tenía la clara sensación de que la confianza desempeñaba un papel a menudo disfuncional en el proceso. Por ejemplo, los directivos solían decidir contrataciones con una certeza injustificada. Mostraban una fe excesiva en su propio criterio y con demasiada frecuencia ascendían a gente cuya confianza en sí misma, al igual que sucedía con los directivos, superaba su competencia real. Volví a la escuela de negocios con la intención de estudiar las dinámicas de la toma de decisiones en empresas.

Años más tarde, tuve la oportunidad de colaborar con Tony Robbins en uno de sus cursos para «socios platino» (gente que paga mucho dinero por recibir invitaciones a actos y seminarios especiales) enseñando lo que sabía acerca de negociaciones y acuerdos. Tiempo después asistí a otro acto de Robbins, una actividad de fin de semana titulada «Libera el poder que llevas dentro». Había decenas de miles de personas en el Centro de Convenciones de Los Ángeles. Mi mujer y yo nos sentamos en la parte delantera, en la zona vip, junto a Oprah Winfrey, que estaba rodando un documental sobre el encuentro. La primera jornada culminaba con una espectacular caminata sobre fuego.

Todo el mundo empezó el día con sensaciones que iban desde la aprensión hasta el terror por tener que andar por encima de las brasas. En las horas previas al gran acontecimiento, Robbins se dirigió a la multitud con un furor entusiasta e intentó convencernos de que podíamos conquistar el mundo. Comparó caminar sobre el fuego con los obstáculos con los que nos topábamos en la vida y nos invitó a enfrentarnos a los miedos que nos impedían superarlos. También habló de los peligros reales que entraña avanzar sobre ascuas con los pies descalzos y de lo que necesitabas hacer para salir ileso. Remángate los pantalones para que no se queme la tela. Camina rápido y no te demores. Al final, límpiate los pies y rocíatelos con agua. Había varios miembros del Cuerpo de Bomberos de Los Ángeles cerca con mangueras para ayudarnos.

Con el fervor enérgico que había despertado Robbins en la sala de convenciones, nos dirigimos descalzos hacia el aparcamiento, lleno de hogueras. Ver el resplandor del fuego en medio de la oscuridad de la noche nos hizo cobrar conciencia de lo que estábamos a punto de hacer. Palearon las brasas de aquellas hogueras en feroces pasarelas. Mientras aguardábamos nuestro turno para atravesarlas, lanzamos vítores y cantamos para no perder la confianza y el entusiasmo. Cuando me tocó a mí, no dudé. El dolor apenas penetró mi armadura de confianza. Celebré mi valentía al llegar al otro lado, pero, debido a la euforia, olvidé limpiarme todas las ascuas de los pies. Por algún motivo, no me había quedado con esa parte de las instrucciones, pero las brasas sí se me quedaron clavadas en la carne blanda de la planta de los pies.

Algo más tarde, noté que empezaban a salirme ampollas y, de camino al hotel, me di cuenta de que tenía los pies llenos de quemaduras. Llevado por la confianza en mí mismo, no había adoptado precauciones suficientes. Lo que en su momento había sido orgullo no tardó en convertirse en humillación. Era muy consciente de que me había dejado llevar. Al renquear dolorido, rememoré la confianza que me había ayudado a caminar por las brasas y me sentí estúpido. Qué tonto había sido. ¿Por qué? ¿Trataba de impresionar a Oprah? Ella ya tenía suficiente con atravesar las brasas para fijarse en lo que hacía yo. ¿A los otros participantes? No volvería a ver nunca a ninguna de esas personas. ¿Intentaba impresionarme a mí mismo? Cualquier satisfacción que hubiese experimentado al sentir que podía superar obstáculos aterradores se vio rápidamente arruinada por el hecho de que había intentado avanzar por las brasas y me había quemado.

Mi experiencia con la caminata sobre fuego desvela un motivo personal por el que un optimista como yo se ha vuelto un escéptico en lo tocante a la confianza: sé lo fácil que es confiar demasiado en uno mismo. Esa experiencia impulsó una investigación cuyos resultados han condicionado profundamente mi manera de ver el mundo y documentan los riesgos, locuras y sesgos que comporta una confianza mal calibrada. Espero plasmar esas reflexiones que tanto esfuerzo me supusieron, sin que tú tengas que sufrir las dolorosas consecuencias en persona.

Una nueva perspectiva sobre la confianza en uno mismo

Probablemente estás malinterpretando la confianza. Si has leído libros de autoayuda, resulta comprensible que acabes pensando que es mejor tener más confianza. Existen obras con títulos como Confianza: cómo superar tus creencias limitantes y alcanzar tus metas o ¡Eres un crack! Cómo dejar de dudar de tu grandeza y empezar a vivir una vida maravillosa. Dichos libros hacen que una mayor confianza suene atractiva y te dicen que debes aumentarla. Dan a entender qu

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