Inteligencia emocional 2.0

Travis Bradberry
Jean Greaves

Fragmento

Prefacio

Prefacio

Ni la educación. Ni la experiencia. Ni los conocimientos, ni la capacidad intelectual. Nada de todo eso sirve para determinar con rigor si una persona triunfará o no. Debe de haber algo más que la sociedad no parece tener en cuenta.

Vemos ejemplos de ello, a diario, en nuestro lugar de trabajo, en nuestra casa, en nuestra iglesia, en nuestra escuela y en nuestro barrio. Observamos que personas supuestamente brillantes y con una buena educación lo pasan mal, mientras que otras con aptitudes o atributos mucho menos obvios prosperan. Y nos preguntamos por qué.

La respuesta, casi siempre, tiene que ver con este concepto llamado «inteligencia emocional». Y si bien es más difícil de identificar y medir que el cociente intelectual o la experiencia, y evidentemente complicado de reflejar en un currículum, lo cierto es que no puede negarse su importancia.

Y además, tampoco puede decirse que sea precisamente un secreto.

Hace tiempo que la gente habla de la inteligencia emocional, pero, en cierta forma, nadie ha sido capaz de aprovechar su potencial. Al fin y al cabo, como sociedad, para mejorar seguimos dedicando la mayor parte de nuestra energía a la búsqueda de conocimientos, experiencia, inteligencia y educación. Eso estaría bien si, con honestidad, pudiéramos decir que somos plenamente conscientes de nuestras emociones y, por supuesto, de las emociones de los demás, y de lo mucho que nuestras emociones influyen a diario en nuestra vida.

Creo que el motivo de que exista esta brecha entre la popularidad del concepto de inteligencia emocional, por un lado, y su aplicación en la sociedad, por otro, es doble. En primer lugar, la gente no acaba de entender bien el concepto. A menudo confunde la inteligencia emocional con una forma de carisma o gregarismo. En segundo lugar, no la ve como algo que sea posible mejorar, sino como algo que se tiene o no se tiene.

De ahí, precisamente, la utilidad de este libro. Si sabemos qué es la inteligencia emocional con exactitud y cómo podemos manejarla, seremos capaces de empezar a aprovechar toda esa inteligencia, educación y experiencia que hemos ido almacenando a lo largo de nuestra vida.

Así pues, tanto si lleva años interesándose por la inteligencia emocional como si nunca hasta ahora había oído hablar de ella, este libro puede cambiar drásticamente la idea que usted tiene del éxito.

Le aconsejo que se lo lea un par de veces.

PATRICK LENCIONI,

autor de Las cinco disfunciones de un equipo;

presidente del Table Group

Capítulo 1. El trayecto

Capítulo 1

El trayecto

El cálido sol de California dio la bienvenida a Butch Connor cuando se bajó de su camioneta y pisó la arena de Salmon Creek Beach. Era el primer día de un largo fin de semana, y hacía una mañana perfecta para coger la tabla y hacer un poco de surf. Muchos surferos habían tenido la misma idea y al cabo de unos treinta minutos Butch decidió dejar atrás la multitud. Se adentró en el mar con largas y profundas brazadas que le impulsaron lejos de la orilla y de la playa; esperaba coger algunas olas lejos de todos.

Una vez que Butch hubo conseguido alejarse unos cuarenta metros de los demás surfistas, se sentó en su tabla y empezó a balancearse hacia arriba y hacia abajo mientras aguardaba la llegada de una buena ola. De pronto, comenzó a formarse una preciosa ola de color verde azulado y, mientras Butch estaba tumbado en su tabla esperando cogerla, una estrepitosa salpicadura tras él llamó su atención.

Butch miró hacia atrás por encima de su hombro derecho y se quedó horrorizado al ver que una aleta de unos treinta y cinco centímetros cortaba el agua e iba directamente hacia él. Los músculos de Butch se tensaron, y el pánico le dejó totalmente paralizado, haciendo incluso que respirara con dificultad. Se concentró en lo que tenía a su alrededor; podía oír el latido de su corazón mientras veía el reflejo del sol en la superficie húmeda de la aleta.

La enorme ola que se aproximaba se erigió orgullosa y dejó entrever la peor pesadilla de Butch en la brillante y translúcida superficie: un enorme tiburón blanco de más de cuatro metros. Paralizado por el miedo que corría por sus venas, Butch aprovechó la ola para dirigirse a toda velocidad al resguardo de la orilla. Estaba solo con el tiburón; nadó en un semicírculo y se dirigió directamente hacia él. El tiburón se le acercó lentamente por su lado izquierdo; la proximidad del enorme pez lo tenía paralizado, y no se dio cuenta de que su pierna izquierda colgaba peligrosamente de la tabla y se sumergía en la gélida agua salada. Es tan grande como mi Volkswagen, pensó Butch mientras la aleta se acercaba.

De pronto, sintió el impulso de tocar el tiburón. «En cualquier caso, me matará —se dijo—. ¿Por qué no tendría que tocarlo?»

El tiburón no le dio la oportunidad. Dejando sus enormes fauces al descubierto, golpeó con la cabeza la pierna de Butch. La pierna pasó por encima de la enorme cabeza del tiburón, sin llegar a meterse en su cavernosa boca, y Butch cayó por el lado opuesto de su tabla de surf a las oscuras aguas. El ruido que hizo Butch al caer al agua enloqueció al tiburón, que empezó a mover la cabeza como un poseso mientras abría y cerraba la boca sin parar. El enorme tiburón no conseguía morder nada; simplemente salpicaba agua en todas las direcciones. Butch no podía creer que se mantuviese a flote y sin un solo rasguño junto a una máquina de matar de mil trescientos kilos, pero sabía que era muy difícil que aquel terrible depredador volviera a fallar en su ataque. Pensamientos de huida y supervivencia se agolparon en la mente de Butch con tanta rapidez y detalle como el terror que había sentido un momento antes.

El tiburón dejó de dar sacudidas y empezó a nadar en círculos alrededor de Butch. En lugar de vol

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