Necroeconomía

Darío Adanti
Marta Flich

Fragmento

necroeconomia-3

Me llamo Marta. Me gano la vida como comunicadora económica y humorista. Aunque mi curriculum vitae advierte que supuestamente sé de otras cosas, es en la comunicación donde he encontrado la felicidad por partida doble: me gusta y me pagan por ello. De aquí extraemos la primera conclusión: me gusta ganar dinero. Esto lo digo porque me acompaña una extraña sensación, debida a una falsa creencia que la derecha de este país ha convertido en mantra, que sostiene que si tienes una ideología en la que se antepone el bienestar del ser humano a la economía, eres un mal gestor económico, y por tanto desprecias el dinero. Nada más lejos de la realidad. Los mayores porcentajes de endeu­damiento y la mayor ineficiencia económica se han dado en gobiernos de derechas o neoliberales o liberales (a veces no sé cómo denominarlos puesto que ellos mismos hacen lo posible para confundirnos).

Este libro es un manual con el que me propongo aterrizar la economía, con especial énfasis en la macroeconomía, para que entendamos cómo afecta a nuestras vidas. Además hablaré de temas que pienso que inciden o están vinculados con lo que yo considero un todo. Para mí, la realidad económica, la política, la comunicación, el medioambiente… están interrelacionados. Es así como creo que han de concebirse y explicarse.

En resumen: me decido a escribir un libro de economía sin números porque creo que ha llegado el momento de lanzar un manual desde un lugar humilde pero solvente. Que pueda valerte de autoayuda para que no te arrugues cuando, por ejemplo, entres en un banco. O en casos claramente más comprometidos, que te sirva cuando te enfrentes a una conversación de economía de bar y tengas que hablar sin necesidad de repetir argumentarios del partido político con el que simpatizas y cuyo discurso se han encargado de que lleves implantado en la cabeza.

Bajo mi punto de vista es importante que la realidad se traduzca a un lenguaje inteligible. Creo en el beneficio social de la asequibilidad de conceptos para ayudar a metabolizar la economía y la actualidad, entender el pasado y el presente y, sobre todo, para ver cómo impacta y qué encaje tiene esa cosa llamada economía en nuestro futuro inmediato.

Creo que el mundo es un lugar cuya comprensión debería estar en el «haber» de todo el mundo. Salvo si eres banco, que está en el «debe». Es un chiste de economista sin gracia. Con todo esto supongo que se entenderá que este es un libro donde no voy a hablar con números. Solo con palabras. Si por un momento piensas que estás leyendo poesía, es posible que sea porque has sublimado tanto aprendizaje. No será mérito mío, sino de tu mente, que abarca mucho.

Un aviso: tal vez quedes en un vacío intelectual al cerrar la contraportada, pero lo que te garantizo es que te habrás reído y llorado por la rabia-dolor-impotencia-frustración-desazón y el resto de malas sensaciones que se tienen al entender un poquito mejor el mundo.

Quiero que saques tus conclusiones con información contada de otra forma. Con esas cositas en las que no es habitual que se ponga la tilde. Ya sabes, es mejor que no pensemos demasiado, no vaya a ser que vayamos a votar con una ligera idea de política, economía y demás detalles que definen nuestra vida. De transparencia, de momento, ni hablamos. He olvidado las veces que los españoles hemos votado en los últimos años: ¿se nos va a gastar la democracia de tanto usarla? ¿Es normal que siga habiendo tanta participación? ¿La hay porque una gran parte vamos a votar después de tomarnos una caña de más? Todas las respuestas tienen un único camino: el de hacernos sentir afortunados porque en España no hay alcoholímetro a pie de urna. No es broma; hay países en los que si llegas a un nivel de embriaguez, te prohíben votar. Sal a celebrarlo.

Otra cosa que me sorprende es ese momento en el que yo, mujer, economista (el genérico de economista acaba en «a» no en «o» porque viene del griego oikonomia, «administración de la casa») comento que voy a escribir un libro. Nótese que me parece bonito remarcar su etimología para que no se nos vaya la flapa con las raíces neutras. Me he parado a valorar esto con toda la intención. Retomo. En cuanto digo que voy a escribir un libro me preguntan si va a ser «de feminismo»: «Está muy de moda», me dicen, como diciendo «vendes como churros y a facturar». Esta afirmación, junto con la forma en la que algunas facciones políticas machistas han buscado la mercantilización del movimiento feminista para su propio interés, me repugna y siento algo similar a una patada en el bazo. Sacar rédito y aprovecharse de lo bonito de la transversalidad del movimiento feminista entra dentro de la necroeconomía.

Pero ¿qué es la necroeoconomía? Necro es un elemento prefijal de origen griego que significa «muerte» y el significado de economía lo conocéis todos. Entiendo la necroeconomía como una forma de ganar pasta a costa de la vulnerabilidad social de las personas o de los grupos. De modo que es toda utilización mercantilista, oportunista y transversal que afecta a un grupo vulnerable por falta de igualdad de oportunidades a cambio de una contraprestación económica o una posición de poder. La necroeconomía no hubiera crecido tan salvajemente sin la existencia de la comunicación, principalmente a través de las redes sociales que «contaminan» a los medios de comunicación convencionales. Podríamos hacer un resumen muy simplista y decir que la economía basada en la desgracia ajena no es fácil que se la apropien determinados grupos sin que exista cierta desinformación. Sin que se desvirtúe en muchas ocasiones el mensaje.

¿Sigues sin entenderlo? Bien, hagamos un ejercicio pedagógico acelerado. Para mí —no digo que necesariamente tenga que ser lo mismo para el resto de mis colegas—, la necroeconomía es una de esas formas que adopta la economía y que en la actualidad está avanzando geométricamente, haciéndose un hueco en nuestros podridos corazones. La necroeconomía es todo aquello que se rentabiliza a partir del dolor, la muerte, la injusticia, la desgracia o todo a la vez. ¿Vendes camisetas con un lema feminista para sacar pasta cuando en realidad te es indiferente la igualdad? Necroeconomía. ¿Exprimes a personas con un trauma reciente rentabilizando su causa hasta agotar el interés (y la recaudación)? Necroeconomía. ¿Has hecho de una causa legítima una profesión y te estás hinchando a ganar pasta abanderando algo que en realidad te ha sobrevenido y en lo que no tienes un especial interés? Necroeconomía. ¿Tergiversas la verdad para ganar dinero? Necroeconomía. ¿Montas actos donde la gente aporta pasta para luchar contra el terrorismo o el cáncer, pero nadie recibe esa ayuda salvo tu bolsillo? Necroeconomía. ¿Participas en actos solidarios pero tú vas a que te inviten a cenar y hacer contactos con el marqués de bliblibli? Eres mala gente.

En cualquier caso, enhorabuena, formas parte del circo.

Y es que se han creado una serie de negocios fruto de las sinergias que genera el mal. Si hay alguien que gana cuando el resto de la sociedad pierde, ¿cuánto estarán interesados esos poderes económicos en generar sistemáticamente una desgracia (guerra, atentado, crispación, desamparo, tijeretazo social…) para que sigas necesitando su pseudosolidaridad, pseudoayuda, pseudoasesoramiento legal, pseudorrescate, pseudoblablabla? No tengo dudas al respecto. ¿Cuándo algo deja de ser una crisis para ser una estafa? No lo sé exactamen

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