El cambio

Fragmento

Prólogo

Cuando tenía cinco años, mi padre me llevó al East End de Londres para enseñarme el lugar donde trabajaba. Era un almacén viejo y destartalado situado en el extremo de un embarcadero de Thameside, repleto de troncos de todas las variedades del mundo destinados al sector inmobiliario.

Recuerdo que me sentí abrumado por el olor a madera y fascinado por una antigua centralita telefónica llena de cables y conectores de cobre. Había montones de papeles importantes esparcidos encima del imponente escritorio del despacho de mi padre, y una fotografía de mi tatarabuelo colgada en la pared de enfrente. Esa había sido su empresa —traspasada primero a su hijo y luego a su nieto—, una empresa construida por un inmigrante con un sueño, y que había huido de una Europa devastada por la guerra.

Mi tatarabuelo llegó a estas costas sin nada, salvo su ropa y la familia que tanto amaba, y se detuvo en ese lugar mirando más allá de aquella nube de muerte y pobreza, contemplando el cielo, la luna y las estrellas, con la firme convicción de que tenía un futuro por delante, que vendrían tiempos mejores. Sin embargo, estoy seguro de que también sabía que dependía de él vencer la incertidumbre, los cambios y los desafíos que tenía por delante.

Cuarenta años después, yo me hallaba en un estadio construido a escasa distancia de aquel almacén. La noche del 29 de agosto de 2012, el profesor Stephen Hawking abrió la ceremonia de inauguración de los Juegos Paralímpicos con estas palabras: «Miremos arriba hacia las estrellas y no abajo hacia nuestros pies. Tratad de darle sentido a lo que veis y preguntaos qué hace que el universo exista. Sentid curiosidad». El profesor Hawking alabó la fuerza del espíritu humano, así como nuestra extraordinaria capacidad para evolucionar, cambiar y afrontar la adversidad.

Escuchando aquellas palabras se encontraba Martine Wright, la estrella de voleibol sentado cuya trayectoria empezó el 6 de julio de 2005, cuando salió con sus amigos, después del trabajo, para celebrar que Londres había sido escogida para celebrar los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2012. Una ligera resaca le hizo subirse a un metro que salía más tarde del que solía tomar, y sentarse al lado de un terrorista. Bastan unos segundos para que cambie por completo tu destino. La explosión destrozó el vagón y las extremidades inferiores de Martine. Durante su rehabilitación empezó a jugar al voleibol sentado, y ahora representaba a la selección de Gran Bretaña como atleta de élite, compitiendo, y no como espectadora, tal como había imaginado en un principio.

Cuando se prendió la llama y se dibujaron aquellos hermosos peciolos para formar el símbolo de los Juegos Olímpicos, 80.000 espectadores y sus historias personales se unieron a los miles de millones que los presenciaban desde sus hogares, un momento de convergencia conectado tan solo por la única constante real: el cambio.

Martine Wright y Stephen Hawking son personas inspiradoras. Sus historias personales han hecho que otros adopten nuevas formas de pensar, de comportarse y de vivir. Ellos han sabido superar el cambio y la incertidumbre en las circunstancias más adversas, y muchos periodistas y presentadores los han denominado, y con razón, «superhumanos».

Sin embargo, lo cierto es que el cambio forma parte de nuestra vida. En este libro daré mi visión personal sobre cómo poder desarrollarse en esta era de constante cambio, una época en la que todo evoluciona rápidamente y resulta difícil de controlar. Examinaré cómo podemos avanzar y asumir el control, personal y profesionalmente; cómo podemos recuperar el amor por el cambio; cómo podemos aprender a aceptar el cambio, conducirlo y transmitir su legado.

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