El economista camuflado

Tim Harford

Fragmento

Agradecimiemtos

Agradecimientos

Peter Sinclair me metió en la economía; Tony Courakis, Simon Cowan, Stan Fischer, Bob Garhart, Paul Klemperer, Brendan McElroy, Hyun Shin, Bill Sjostrom y muchos otros me ayudaron a lo largo del camino. Les doy las gracias a todos ellos.

En Shell, Ged Davis me permitió trabajar a tiempo parcial mientras redactaba el primer borrador del libro. Me sentí halagado por su reticencia y agradecido por su apoyo. Otros colegas de Shell fueron inspiradores para mí, sobre todo Betty-Sue Flowers, Anupam Khanna, Cho Khong, Michael Klein, Doug McKay y John Robinson.

En Financial Times, Pilita Clark, Andy Davis, Chris Giles, Andrew Gowers, John Kay, John Willman y Martin Wolf me ofrecieron oportunidades y luego se aseguraron de que no las desaprovechara.

David Bodanis, Felicity Bryan, Penny Dablin, Moore Flannery, Juri Gabriel, Mark Henstridge, Diana Jackson, Oliver Johnson, John Kay, Cho Khong, Paul Klemperer, Stephen McGroarty, Doug McKay, Fran Monks, Dave Morris, Rafael Ramirez, Jillian Reilly, John Robinson, Tim Savin, Martin Wolf y Andrew Wright mejoraron el libro con sus comentarios.

Sally Holloway, mi agente, ha sido magnífica. He tenido la gran suerte de trabajar con mis editores Tim Whiting e Iain Hunt, junto con Tim Bartlett y Kate Hamill en la edición estadounidense; los cuatro han sido excelentes.

Y de manera aún más importante, conté con el apoyo emocional de Paul Domjan; Diana Jackson; mi esposa, Fran Monks; «Tío» Dave Morris y Jillian Reilly. Sobre todo, debo dar las gracias a Andrew Wright, un genio, sin el cual este libro no podría haberse completado, y a David Bodanis, una inspiración, sin el cual ni siquiera se habría iniciado.

En la segunda edición:

Cosmina Dorobantu y Kelly Chen me proporcionaron una excelente ayuda de investigación de cara a la segunda edición del libro; Cosmina no solo actualizó un número enorme de estadísticas obsoletas, sino que también descubrió y corrigió varios embarazosos errores estadísticos de la primera edición, siendo la única persona en detectarlos. Como siempre, el perspicaz trabajo de edición de Andrew Wright resultó inestimable. En especial, estoy infinitamente agradecido a mis lectores por su entusiasmo, sus preguntas y sus comentarios.

Prefacio

Prefacio

Cuando escribí inicialmente El economista camuflado —en su mayor parte en 2002, aunque la primera edición apareció en Estados Unidos en 2005—, ni siquiera habría soñado que ocho años después estaría escribiendo el prefacio a una nueva edición. Tengo una inmensa suerte y alrededor de un millón de lectores a quienes agradecérselo, y soy consciente de ello.

Desde que escribí el libro, el mundo ha cambiado y yo también. He tratado de preservar lo máximo posible de la obra original en lugar de sucumbir a un sesgo retrospectivo, pero a la vez he intentado actualizar el mayor número posible de datos estadísticos y ejemplos lo mejor que he podido (de vez en cuando he utilizado notas a pie de página para subrayar los cambios entre la primera edición y la actual, sobre todo si dichos cambios han demostrado que yo tenía razón o me han hecho quedar en ridículo).

Un cambio más sustancial ha sido el de reemplazar el capítulo 6, que originariamente trataba de la burbuja punto com, por un nuevo capítulo sobre la crisis bancaria iniciada en 2007.

Por desgracia, hoy la burbuja punto com parece bastante benigna en comparación con la crisis bancaria, y me pareció imposible publicar una segunda edición sin tratar de dar sentido a todo ello.

El lector que disfrute de la lectura de este libro, y sepa inglés, puede disfrutar también de mi columna semanal publicada en Financial Times, titulada asimismo «El economista camuflado» («The Undercover Economist») e inspirada en el libro. La columna, mis demás artículos y otros recursos para econófilos están disponibles en mi sitio web: www.timharford.com. También estoy en Twitter: @TimHarford.

Introducción

Introducción

Me gustaría darle las gracias por haber comprado este libro, pero si usted se parece algo a mí seguro que no lo habrá comprado. Lejos de ello, se lo habrá llevado a la barra de la librería y todavía estará tomándose tranquilamente un capuchino mientras decide si vale o no su dinero.

Este es un libro acerca de cómo ven el mundo los economistas. De hecho, ahora mismo podría haber un economista sentado cerca de usted. Puede que no lo detecte: una persona normal que observara a un economista no notaría nada extraordinario. Pero las personas normales sí parecen extraordinarias a los ojos de los economistas. ¿Qué es lo que ve el economista? ¿Qué podría decirle, si a usted le interesara preguntarle? ¿Y por qué habría de interesarle?

Puede que usted piense que está disfrutando de un espumoso capuchino, pero el economista lo ve a usted —y ve el capuchino— como actores en un intrincado juego de señas y negociaciones, competiciones de fuerza y batallas de ingenio. El juego es por una elevada apuesta: algunas de las personas que han trabajado para ponerle ese café delante han ganado mucho dinero, otras han ganado muy poco, y otras van tras el dinero que lleva en el bolsillo en este momento. El economista puede decirle quién conseguirá qué, cómo y por qué. Confío en que, cuando termine este libro, será usted capaz de ver lo mismo. Pero, por favor, cómprelo primero, antes de que el encargado lo eche de la tienda.

Su café le resulta intrigante al economista por otra razón: él no sabe hacer un capuchino, y sabe que tampoco hay nadie más que sepa. Al fin y al cabo, ¿quién podría jactarse de ser capaz de cultivar, recolectar, tostar y mezclar café, criar y ordeñar vacas, laminar acero y moldear plásticos y luego ensamblarlo todo en una cafetera exprés, y, finalmente, modelar cerámica para crear una bonita taza? Su capuchino refleja el resultado de un sistema de asombrosa complejidad. No hay una sola persona en el mundo que pueda producir todo lo que se necesita para hacer un capuchino.

El economista sabe que el capuchino es el producto de un increíble esfuerzo de equipo. Y lo que es más, no hay nadie al mando de ese equipo. El economista Paul Seabright nos recuerda las demandas del funcionario soviético que trata de comprender el sistema occidental: «Dígame... ¿quién es el responsable del suministro de pan a la población de Londres?». La pregunta es cómica, pero la respuesta —nadie— resulta desconcertante.

Cuando el economista desvía la atención de su café y mira a su alrededor en la librería, los retos organizativos son aún mayores. La complejidad del sistem

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