El ABC para salir de deudas

Garret Sutton

Fragmento

Título

Prólogo
de Robert Kiyosaki

Adoro mis tarjetas de crédito

A finales de la década de los ochenta asistí a un seminario para alcanzar el éxito financiero. El instructor era un joven y carismático orador que no dejaba de hablar de los peligros de la deuda ni de repetir: “La deuda es mala. La deuda es tu enemiga. Sal de deudas en cuanto puedas”. Al mirar alrededor vi que en el salón había aproximadamente 50 personas y que la mayoría asentía con la cabeza.

Poco antes del descanso, el joven orador dijo: “De acuerdo, ¿están listos para cortar sus lazos con la esclavitud de la deuda?” Casi todos asintieron. “Si están listos para cortar los lazos, pónganse de pie, saquen sus tarjetas de crédito y levántenlas para que todos puedan verlas.” La mayoría de los asistentes se puso de pie de inmediato, pero varios, incluyéndome, sólo miramos alrededor preguntándonos si deberíamos hacer lo mismo o no. Poco a poco, los que estábamos sentados nos fuimos poniendo de pie. Pensé que, como había pagado por el seminario e invertido tanto tiempo, tal vez debería continuar con el proceso para ver qué podía aprender. Sostuve mi tarjeta de crédito nivel oro frente a mí y una asistente con una sonrisa en el rostro me entregó unas tijeras. “Muy bien, alumnos, corten sus tarjetas por la mitad”, indicó el instructor. Entonces escuché el sonido de las tijeras cortando el plástico y, al mismo tiempo, varias personas dieron alaridos conmocionadas, otras gruñeron y otras incluso lloraron. Yo corté mi tarjeta y me quedé en silencio, atontado, a la espera de que algún tipo de iluminación me embargara. Pero no sucedió nada, sólo continué como anestesiado. Aunque había tenido problemas con las tarjetas de crédito a finales de los setenta, cuando mi negocio de carteras de nailon y Velcro se empezó a desmoronar, tiempo después saldé mi deuda y empecé a usar mis tarjetas de una forma más responsable. Por eso no tuve la misma reacción catártica que algunas de las otras personas que cortaron las suyas por la mitad.

Menos de una semana después llegó por correo el remplazo de mi tarjeta de crédito oro y yo, muy feliz, volví a usarla. A pesar de que después de cortar la otra tarjeta en el seminario no tuve una epifanía, este ejercicio me concientizó más respecto al gran problema que puede representar el uso y el abuso del crédito en la vida de una persona. Hoy en día veo con frecuencia a muchos mal llamados expertos financieros que proclaman lo mismo que aquel instructor dijo hace años: “Sal de deudas”, “Corta tus tarjetas de crédito por la mitad”, “Mete tus tarjetas al congelador”. Estos consejos me causan problema porque, en buena parte, tienden a echarle la culpa a la tarjeta en lugar de a la falta de control y de educación financiera del usuario de la misma. Culpar a una tarjeta de crédito por las dificultades económicas de alguien es como decir que mis palos de golf son la razón de mi buen puntaje.

El crédito y la deuda son temas muy importantes en la vida de toda persona. Hoy en día las empresas de tarjetas de crédito buscan con insistencia a los jóvenes que todavía estudian, y esto hace que me pregunte: ¿Por qué no les enseñan a los chicos sobre el dinero en la escuela? ¿Por qué todavía tenemos que esperar a que estén fuertemente endeudados por culpa de los préstamos estudiantiles para comprender que hay un problema? Si le preguntas a la mayoría de los jóvenes cuál es la diferencia entre el crédito y la deuda, dudo que puedan responder correctamente, y a pesar de todo permitimos que los usureros profesionales eduquen a nuestra juventud.

La deuda o crédito al consumo se ha expandido en Estados Unidos y en otros países del mundo. En 1990 el consumidor estadounidense tenía una deuda de 200,000 millones de dólares en tarjetas de crédito. En 2008 la deuda aumentó a más de 957,000 millones, pero sufrió un ajuste y descendió a 800,000 millones, cifra que sigue siendo abrumadora. Esto, sin embargo, no incluye la deuda nacional —Estados Unidos es el país más endeudado del planeta— ni la deuda a la que están expuestas muchas instituciones financieras en todo el mundo. Y todos sabemos que uno no puede extender el crédito fácil por siempre. Cuando los países solicitan que les paguen sus préstamos a pesar de que ni la gente ni las organizaciones pueden saldar sus deudas y el crédito se restringe, surgen problemas financieros inmensos que terminan afectando el saldo de nuestra tarjeta de crédito personal.

Pero entonces, la deuda y el crédito ¿son tan malos como aseguran muchos expertos financieros? En absoluto. La deuda y el crédito son poderosas herramientas financieras que le han permitido a mucha gente en todo el mundo disfrutar del nivel de vida más elevado de la historia. Si no hubiera deuda y crédito, no tendríamos grandes ciudades, industrias colosales, aerolíneas llevándonos a todos los países, complejos vacacionales donde relajarnos, excelentes alimentos en restaurantes de primera, automóviles nuevos, hogares cómodos ni tantas opciones de entretenimiento.

Y entonces, si la deuda y el crédito no son negativos, ¿dónde está lo malo? En mi opinión, lo malo es la falta de educación financiera y de responsabilidad fiscal. Creo que es una tragedia que la generación de mis padres, la de la Segunda Guerra Mundial, le haya dejado una deuda masiva a mi generación, y que mi generación, la de la Guerra de Vietnam, les haya hecho lo mismo a sus hijos. Dicho de otra forma, aunque abusar de las tarjetas de crédito personales es una irresponsabilidad, la enorme factura que cada generación le pasa a la siguiente es una desvergüenza todavía mayor.

¿Cómo van a pagar los jóvenes nacidos en el nuevo milenio por la irresponsabilidad fiscal de varias generaciones? No tengo idea. Una forma de continuar pagando toda esta deuda consiste en seguir expandiendo el crédito y alentando a la gente a gastar más y más. En la edición del 28 de junio de 2008 de la revista Time se publicó un artículo sobre las escuelas que ahora envían a los alumnos a excursiones en centros comerciales, distribuidoras automotrices, supermercados y puntos de venta de comida rápida. ¿Por qué? Bien, la primera razón es que, como a nuestras escuelas las han despojado de recursos, no pueden darse el lujo de enviar a los niños a zoológicos, museos o eventos culturales. En cambio, muchos negocios tienen recursos y están dispuestos a pagar las excursiones para empezar a entrenar a sus nuevos clientes cuando aún están en la escuela. En otras palabras, mientras todos sigamos consumiendo y usando el crédito para adquirir más deuda, la economía crecerá y se podrán pagar las facturas de las generaciones pasadas. Aunque quizá esto sea bueno para los negocios y mantenga la economía del crédito y la deuda a flote, a mí me parece riesgoso e irresponsable desde la perspectiva financiera.

La buena noticia es que a pesar de que no podemos controlar nuestra insensatez a nivel nacional, sí podemos asumir el control de nuestras finanzas personales. Una de las lecciones más importantes que recibí de padre rico fue el conocimiento profun

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