Olvidados (Saga Olvidados 1)

Michael Grant

Fragmento

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Índice

 

 

Portada

Créditos

Mapa

Mapa

Dedicatoria

UNO

DOS

TRES

CUATRO

CINCO

SEIS

SIETE

OCHO

NUEVE

DIEZ

ONCE

DOCE

TRECE

CATORCE

QUINCE

DIECISÉIS

DIECISIETE

DIECIOCHO

DIECINUEVE

VEINTE

VEINTIUNO

VEINTIDÓS

VEINTITRÉS

VEINTICUATRO

VEINTICINCO

VEINTISÉIS

VEINTISIETE

VEINTIOCHO

VEINTINUEVE

TREINTA

TREINTA Y UNO

TREINTA Y DOS

TREINTA Y TRES

TREINTA Y CUATRO

TREINTA Y CINCO

TREINTA Y SEIS

TREINTA Y SIETE

TREINTA Y OCHO

TREINTA Y NUEVE

CUARENTA

CUARENTA Y UNO

CUARENTA Y DOS

CUARENTA Y TRES

CUARENTA Y CUATRO

CUARENTA Y CINCO

CUARENTA Y SEIS

FINAL

Otros títulos

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Para Katherine, Jake y Julia

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UNO

 

299 HORAS, 54 MINUTOS

 

 

 

EL PROFESOR HABLABA de la guerra civil. Y, al cabo de un instante, desapareció.

Así, sin más.

Desaparecido.

Sin hacer «puf». Sin un destello de luz. Sin explosión alguna.

Sam Temple estaba sentado en la clase de historia de la tercera hora mirando fijamente la pizarra, pero con la mente muy lejos de allí. En su mente estaba en la playa, con Quinn. En la playa con las tablas, gritando, braceando tras zambullirse en las aguas frías del Pacífico.

Por un instante le pareció que se lo había imaginado, eso de que el profesor había desaparecido. Por un instante pensó que soñaba despierto.

Sam se volvió hacia Mary Terrafino, que estaba sentada a su izquierda:

—¿Has visto eso, no?

Mary miraba fijamente el lugar donde había estado el profesor.

—Oye, ¿dónde está el señor Trentlake? —intervino Quinn Gaither, el mejor y quizás único amigo de Sam.

Quinn estaba sentado justo detrás de él. Los dos preferían asientos junto a la ventana porque a veces, si adoptabas el ángulo correcto, podías llegar a ver una franja diminuta de agua brillante entre los edificios de la escuela y las casas que había a lo lejos.

—Debe de haber salido —respondió Mary, pero su tono de voz no indicaba que se lo creyera.

Edilio, un chico nuevo que a Sam le resultaba potencialmente interesante, intervino:

—No, tío. Ha hecho puf —dijo, e hizo una cosa con los dedos que ilustraba muy bien el concepto.

Los chicos se miraban los unos a los otros, estirando el cuello a un lado y al otro, entre risitas nerviosas. Nadie estaba asustado. Nadie lloraba. Lo sucedido resultaba bastante chocante.

—¿El señor Trentlake ha hecho puf? —preguntó Quinn, aguantándose la risa.

—Oye —intervino alguien—, ¿dónde está Josh?

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