Índice
Portada
Créditos
Mapa
Mapa
Dedicatoria
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES
CUARENTA Y CUATRO
CUARENTA Y CINCO
CUARENTA Y SEIS
FINAL
Otros títulos
Para Katherine, Jake y Julia
UNO
299 HORAS, 54 MINUTOS
EL PROFESOR HABLABA de la guerra civil. Y, al cabo de un instante, desapareció.
Así, sin más.
Desaparecido.
Sin hacer «puf». Sin un destello de luz. Sin explosión alguna.
Sam Temple estaba sentado en la clase de historia de la tercera hora mirando fijamente la pizarra, pero con la mente muy lejos de allí. En su mente estaba en la playa, con Quinn. En la playa con las tablas, gritando, braceando tras zambullirse en las aguas frías del Pacífico.
Por un instante le pareció que se lo había imaginado, eso de que el profesor había desaparecido. Por un instante pensó que soñaba despierto.
Sam se volvió hacia Mary Terrafino, que estaba sentada a su izquierda:
—¿Has visto eso, no?
Mary miraba fijamente el lugar donde había estado el profesor.
—Oye, ¿dónde está el señor Trentlake? —intervino Quinn Gaither, el mejor y quizás único amigo de Sam.
Quinn estaba sentado justo detrás de él. Los dos preferían asientos junto a la ventana porque a veces, si adoptabas el ángulo correcto, podías llegar a ver una franja diminuta de agua brillante entre los edificios de la escuela y las casas que había a lo lejos.
—Debe de haber salido —respondió Mary, pero su tono de voz no indicaba que se lo creyera.
Edilio, un chico nuevo que a Sam le resultaba potencialmente interesante, intervino:
—No, tío. Ha hecho puf —dijo, e hizo una cosa con los dedos que ilustraba muy bien el concepto.
Los chicos se miraban los unos a los otros, estirando el cuello a un lado y al otro, entre risitas nerviosas. Nadie estaba asustado. Nadie lloraba. Lo sucedido resultaba bastante chocante.
—¿El señor Trentlake ha hecho puf? —preguntó Quinn, aguantándose la risa.
—Oye —intervino alguien—, ¿dónde está Josh?