Voyagers 5 - Tormenta de hielo

Jeanne Duprau

Fragmento

libro-2

Capítulo 1

Piper Williams revoloteaba en su silla flotante junto al techo de su prisión: la sala de entrenamiento de la Cuchilla Luminosa. Llevaba varias semanas allí encerrada, con la única compañía de SUMI, la robot. Estaba aburrida, furiosa y —debía reconocerlo— desesperada. Si quería volver a ver alguna vez a su equipo, o a su nave, tenía que pasar a la acción.

SUMI y ella jugaban al escondite.

Para SUMI, el escondite no era más que un entretenimiento.

Para Piper se trataba de algo muy serio.

Se asomó por el costado de su silla flotante y susurró:

—¡Estoy aquí!

Desde allá arriba, Piper vio que SUMI levantaba la cabeza y oyó los rebotes y chirridos de las piernas largas y elásticas de la robot.

—¿Dónde, dónde, dónde? —preguntaba SUMI elevando la voz. Cuando se ponía nerviosa, era como si le hubiera dado un ataque de hipo.

Piper descendió en picado hasta la parte posterior de un armario que contenía aparatos de levantamiento de pesas.

—Aquí —susurró de nuevo.

SUMI cambió de dirección, trasladándose a pequeños saltos al tiempo que gruñía. Piper se mantenía inmóvil y observaba.

SUMI dobló la esquina.

—¡Hip-hip-hip-hip! —exclamaba, soltando hipidos como una loca—. ¡Te pillé!

Piper sonrió y sacudió la cabeza de un lado a otro como si se hubiera llevado un chasco.

—Esta vez ganas tú —«pero la próxima vez no», pensó. Luego, añadió en voz alta—: ¡Volvemos a jugar! Me has encontrado demasiado pronto. Me esconderé otra vez.

SUMI hizo un gesto de asentimiento con su cabeza descomunal. En cierta manera, a Piper le recordaba a un balón de fútbol americano sujeto a una estructura montada con piezas de construcción para niños.

—Solo una vez más —accedió SUMI—. Luego, la lección setenta y uno sobre mecánica cuántica —cerró su pantalla de captura de imágenes y empezó a contar—. Uno, dos, tres, cuatro…

Piper alzó el vuelo y se dirigió a un armario metálico situado a espaldas de las bicicletas estáticas. Su silla flotante emitía un zumbido tan suave que, en su opinión, SUMI no lo podía oír mientras contaba. Tras una serie de cuidadosas maniobras, Piper se colocó detrás del armario y se quedó oscilando en el aire. «Esta silla flotante es genial», pensó, y con un dedo le dio unos toquecitos silenciosos. Para Piper era lo equivalente a dos piernas (las suyas sufrían de parálisis total) o, mejor aún, lo equivalente a dos alas.

Piper ya había explorado hasta el último centímetro de la sala de entrenamiento en busca de una salida. Había investigado cada tubería, cada rejilla de ventilación, cada desagüe, cada juntura, o grieta, o fractura en la pared. En un primer momento, estaba convencida de que encontraría una solución, ya que la Cuchilla Luminosa no estaba bien construida. A Piper le había sorprendido. Pensaba que sería idéntica a su nave, el Leopardo Nebuloso, pero se trataba más bien de una mala imitación, como si la hubieran montado a toda prisa. Aun así, no había ningún elemento que Piper pudiera golpear o levantar haciendo palanca, para forzar una abertura.

La única posibilidad era la puerta principal. Estaba equipada con un complicado sistema de cierre que únicamente SUMI podía abrir. A las horas de las comidas, SUMI introducía el código de la cerradura para abrir la puerta y allí estaba Niko con una bandeja. Piper había contemplado la posibilidad de salir volando por encima de la cabeza de SUMI, pero el problema era Niko. No quedaba espacio para deslizarse entre la cabeza de este y el marco superior de la puerta.

—¡Cien! —exclamó SUMI con un grito—. ¡Allá voy!

Boing-boing-boing.

Piper esperó hasta que SUMI estuvo lo bastante cerca y, con un susurro sonoro, dijo:

—Te veo.

SUMI levantó la cabeza con un movimiento brusco y soltó una sucesión de pequeños hipidos.

—¿Dónde? ¿Dónde?

—Aquí mismo —murmuró Piper. A continuación, levantó el vuelo en silencio y se inclinó a la izquierda—. Aquí —volvió a decir con un susurro.

SUMI se volvió con rapidez, contrayendo sus piernas elásticas. Se dirigió a saltos hacia la voz de Piper.

—¡No te encuentro! —gritó. Cuando se angustiaba, su grave voz mecánica se convertía en un chirrido, como el de una bisagra oxidada.

Piper subió a gran velocidad a la planta superior de la sala de entrenamiento y se puso a dar vueltas a espaldas de SUMI.

—¡Estoy aquí! —exclamó elevando la voz al tiempo que sacaba la cuchara que había robado durante el desayuno y la dejaba caer. La cuchara aterrizó con estrépito después de ir chocando ruidosamente con las barras para ejercicios durante el descenso.

—¡Te pillé! —chilló SUMI. Como si fuera un conejillo cabezón, se acercó hacia el sonido dando botes. Mientras tanto, Piper bajó en picado hasta la puerta cerrada con llave y se quedó oscilando justo encima. Inclinó ligeramente su silla flotante y llamó a la puerta con los nudillos: toc-toctoc-toc-toc, de la misma manera que llamaba Niko cuando llegaba con la bandeja de comida. A continuación, ascendió en vertical con gran rapidez, se detuvo a poca distancia del techo y observó cómo SUMI se giraba y se acercaba a la puerta dando saltos rápidos.

«Va a funcionar —pensó Piper—. Cinco segundos más y la puerta se abrirá. Bajaré en picado y la atravesaré volando». Entonces quedaría libre. Al menos, libre en la Cuchilla Luminosa. Una vez que se hubiera liberado…, en fin, no estaba segura de qué hacer a continuación. Pero de alguna manera regresaría al Leopardo Nebuloso.

Había abandonado su nave de origen para lo que pensaba que era una misión de rescate. La llamada había llegado a través de la línea de comunicación interna: Anna, la líder del equipo Omega, estaba gravemente herida. Necesitaba ayuda. ¿Podía acudir Piper, por favor?

Piper accedió y, al instante, la atraparon y la encerraron.

Por suerte, la sala de entrenamiento de la Cuchilla Luminosa era inmensa, del mismo tamaño que el gimnasio de su colegio de primaria. En aquella sala abarrotada había cientos de lugares donde esconderse, sobre todo en el caso de Piper, ya que podía volar. Por descontado, era una piloto experimentada. Y ahora estaba a punto de escapar.

SUMI alargó el brazo hacia el picaporte.

Piper, ya preparada, se inclinó hacia delante.

En ese momento, alguien llamó con los nudillos a la puerta desde fuera: toc-toc-toc-toc-toc.

—¡Ya te he oído la primera vez! —respondió SUMI. Abrió la puerta de un tirón y a Piper se le cayó el alma a los pies. Allí estaba Niko con la bandeja de la comida. Piper no podía salir volando por encima de él, de ninguna manera.

Forzó un gesto alegre en el rostro.

—Hola, Niko —dijo mientras descendía hasta el suelo con rapidez—. Eh, tienes mejor aspecto —al regresar de Infinito, Niko había estado al borde de la muerte después de recoger esporas de aguijones, y Piper había tenido que utilizar toda su preparación médica para salvarlo.

—Sí, estoy mejor —respondió Niko—. Por lo

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