La era del diamante

Neal Stephenson

Fragmento

Creditos

Título original: The Diamond Age

Traducción: Pedro Jorge Romero

1.ª edición: noviembre 2004

© 1995 by Neal Stephenson

© Ediciones B, S. A., 2013

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Depósito Legal: B.34667-2012

ISBN DIGITAL: 978-84-9019-012-8

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Cita

 

 

 

 

 

Por naturaleza, los hombres son casi iguales; en la práctica, resultan ser muy diferentes.

CONFUCIO

Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

Cita

 

Presentación

PARTE. LA PRIMERA

Un tete visita una modería; características notables del armamento moderno

PARTE. LA SEGUNDA

Hackworth disfruta de una experiencia singular; el rito de los Tamborileros

El autor

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Presentación

Es indudable que LA ERA DEL DIAMANTE puede llegar a ser el libro más emblemático y significativo de los aparecidos en la ciencia ficción durante el año 1995. El premio Hugo y el Locus (y el haber sido finalista del premio Nebula) avalan esta segunda novela de ciencia ficción de un autor todavía desconocido por estos lares, pero que, estoy seguro, va a dar mucho que hablar.

Neal Stephenson, que debe rondar los 37 años, publicó su primera novela de ciencia ficción en 1992. Se trata de SNOW CRASH que, según parece, va a ser pronto llevada al cine. Es una obra que se inscribía claramente en la corriente ciberpunk, esta vez en torno a la nueva tecnología de la realidad virtual en un futuro cercano complejo y bien imaginado en muchos de sus detalles.

Sólo tres años después, Stephenson ha alcanzado ya el mayor reconocimiento de la ciencia ficción mundial con LA ERA DEL DIAMANTE: MANUAL ILUSTRADO PARA JOVENCITAS (1995, NOVA ciencia ficción, número 101). La compleja historia de un Shanghai del futuro cercano, escindido en «phyles» o tribus (Nippon, Han y los neovictorianos de Atlantis), permite mostrar los prodigios de la nanotecnología en ese maravilloso manual interactivo para la formación de una joven.

Creo que no es fácil sintetizar la compleja trama de esta novela. Una curiosa síntesis del argumento ocupa dos largas y apretadas páginas en esa telaraña mundial que llamamos Web.

En LA ERA DEL DIAMANTE hay infinidad de detalles que dan sentido a ese mundo imaginado por el autor y al uso que en él se hace de la nanotecnología y la informática. Pero, para muchos, no ha de ser la tecnología lo más destacado e interesante de esta novela, que no olvida imaginar una nueva estructura social, nuevos cultos orgiásticos, nuevas dominaciones y relaciones de poder y, en definitiva, todo aquello que confiere realidad a una sociedad por más imaginada que sea.

La trama es compleja, pero el inicio parece sencillo: en un sorprendente Shanghai del futuro, un acaudalado neovictoriano hace fabricar un manual informatizado para la educación de su nieta Elizabeth. El manual es completamente interactivo y se adapta automáticamente a las necesidades de su lector. Hackworth, el ingeniero que lo diseña, decide sacar una copia de ese prodigio de la nanotecnología para usarlo en la educación de su hija Fiona. Lo hará con la ayuda del Doctor X, un hacker chino que parece tener otras ideas para el posible uso de ese manual tan especial. De retorno a su enclave neovictoriano, Hackworth es atacado por una pandilla de «tetes» desarrapados y el manual original acabará educando a la pequeña Nell, una niña china pobre.

Y ahí empieza todo... Y no es poco lo que sigue.

El inolvidable Julio Cortázar, además de tipologías brillantes como esa división de las personas en cronopios, esperanzas y famas, solía también referirse a dos tipos de lectores casi antitéticos. El lector que Cortázar parecía desear se arriesgaba con el autor y aceptaba alguna que otra perplejidad e incertidumbre durante el proceso de lectura. Por contraposición, el otro tipo de lector, ese que Cortázar tuvo el grave error de denominar «lector hembra», es el lector acomodaticio, que desea leer textos más bien trillados y cómodos, textos que no exijan esfuerzo y que, posiblemente por ello, suponen el eje vertebral de tantos best-selle

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