La redención del tiempo

Baoshu

Fragmento

Era Final, año 1, 00:00:00. El fin del universo

Era Final, año 1, 00:00:00

El fin del universo

Hace mucho mucho tiempo, en otra galaxia...

La misma pléyade de estrellas resplandecientes, la misma majestuosa Vía Láctea, las mismas innumerables formas de vida esparcidas por el oscuro espacio, que nacían, luchaban, se escondían y morían por todos los confines de la constelación... Esa lejana galaxia era como los demás lugares del universo, repleta del pálpito de la vida y del llanto de la muerte.

La vida de aquel antiguo e inconmensurable universo, sin embargo, había tocado a su fin.

A millones de años luz de aquella galaxia, una estrella moría, una civilización se extinguía y una constelación desaparecía en el olvido a una increíble velocidad... Todo regresaba a la nada, como si nunca hubiese existido.

Pero las incontables criaturas que habitaban aquella galaxia todavía no eran conscientes de que ni sus luchas, ni sus frustraciones, ni sus secretos ni sus crímenes tenían sentido alguno, ni de que en aquel universo infinito se había producido un espeluznante cambio que pronto pondría fin a su existencia.

Los débiles rayos de luz de aquella antigua galaxia que había sido aniquilada hacía mucho tiempo atravesaron el insondable y oscuro vacío hasta llegar a esa lejana constelación situada a cientos de millones de años luz de distancia, como si se tratara de una carta sin destinatario en la que se narraban remotas historias que ya no eran más que polvo.

Finalmente llegó a un anodino rincón entre miles de millones de estrellas una pequeña luz que la mayoría de las formas de vida no podían apreciar a simple vista, y cuyo pasado eran incapaces de imaginar.

Ye Wenjie, Ding Yi, Zhang Beihai, Luo Ji...

Michael Evans, Frederick Tyler, Bill Hines, Thomas Wade...

Costa Roja, la Organización Terrícola-trisolariana, el Proyecto Vallado, el Proyecto Escalera, el portador de la espada, el Proyecto Búnker...

Parecía como si todo aquello hubiera ocurrido ayer, y como si la gloria de los héroes brillara todavía en el firmamento; pero ya nadie conocía sus historias, y nadie les dedicaba homenajes. El telón había caído, y los actores habían abandonado el escenario.

En un momento determinado, en medio de un frío recoveco de aquel infinito espacio oscuro alejado de cualquier otra galaxia, apareció súbitamente un espectro.

Varias luces estelares trazaban el contorno de un cuerpo que evocaba vagamente la forma de la criatura que en otro tiempo había sido conocida como «ser humano», aunque en billones de años luz a la redonda no había ningún otro miembro de la misma especie capaz de dar fe de ello.

Aquel espíritu era consciente de su soledad, y sabía que en el otro extremo del universo su mundo y su raza habían desaparecido sin dejar rastro. Su estirpe había creado una espléndida civilización que había colonizado millones de estrellas, había destruido incontables enemigos y había legado un heroico espíritu capaz de domeñar cielo y tierra; pero se había perdido en el río de la historia, que a su vez había desembocado en el océano del tiempo. Y ahora el océano del tiempo estaba a punto de secarse.

En aquel último instante de ese universo, al final de ese cosmos en el que el tiempo seguía fluyendo, el espectro decidió continuar escribiendo esa historia ya conclusa.

Nadando en el oscuro espacio, alargó lentamente lo que podría considerarse un «brazo», en cuyo extremo crecieron cinco dedos, y una pequeña luz plateada se encendió en la palma de la mano.

Los ojos del fantasma emitieron el brillo de una miríada de estrellas, y clavó una profunda mirada en el punto de luz que tenía en la mano como si estuviera recordando innumerables historias pasadas. Aquel punto de luz blanca flotaba como una brillante luciérnaga cuya tenue luz pareciera estar a punto de desaparecer en cualquier momento, y al mismo tiempo tenía el aspecto del punto singular previo al nacimiento del cosmos, repleto de posibilidades.

Al cabo de un período de tiempo indeterminado, el espectro hizo un gesto. Entonces el punto de luz se convirtió en una línea blanca que se extendió a lo lejos como el tiempo infinito, y que en un abrir y cerrar de ojos se prolongó hasta convertirse en un plano bidimensional que luego se volvió tridimensional; entonces el plano blanco se movió y poco a poco se fue haciendo cada vez más grueso. El grosor de aquella superficie, no obstante, era insignificante en comparación con su longitud, y parecía como si aquel espíritu hubiera desplegado un níveo lienzo sobre el universo.

El espectro se posó suavemente sobre el plano, abrió los brazos, y enseguida empezó a soplar una ligera brisa y se formó una atmósfera. El plano que había a sus pies pareció agitarse con el viento, formando ligeras ondas que pronto se solidificaron hasta convertirse en montañas, colinas, valles y llanuras.

Entonces llegaron el fuego y el agua, y tras el ruido de una enorme explosión, surgieron el hidrógeno y el oxígeno, que ardían con grandes llamaradas en el aire hasta convertirse en un mar de fuego que se extendía hasta el infinito. Durante la combustión aparecieron en el aire moléculas de agua que fueron condensándose en gotas y formando grandiosas nubes de las que se precipitaron lluvias torrenciales que cayeron sobre la tierra que acababa de nacer, y donde ya existía la fuerza de la gravedad. La inagotable lluvia caía sobre la superficie, inundando los desniveles y formando un vasto océano.

Una vez creado el océano, el espectro lo sobrevoló rozándolo como si de un pájaro se tratara y se posó sobre una playa desierta. Alargó una mano hacia el mar y otra hacia la tierra, al tiempo que se alzaba hacia arriba. Entonces, como en una exhalación, empezaron a aparecer seres vivos por doquier: del mar emergieron bancos de peces y ballenas como saludando a su creador; de las profundidades de la tierra nacieron hierbas y árboles, entre los que caminaban animales e insectos, mientras pájaros de todos los tamaños surcaban el cielo. En ese nuevo mundo estaba surgiendo el rumor de la vida, y junto con todas esas formas de vida fueron apareciendo bosques, praderas, lagos y desiertos.

Al completar todo esto, el espectro notó que todavía faltaba algo. Levantó pensativo la cabeza hacia el cielo oscuro y al fin se dio cuenta de qué era lo que echaba en falta. Dibujó un círculo en un punto del cielo con un dedo y lo acarició. Entonces volvió a aparecer en su mano un nuevo punto de luz que ascendió hacia el cielo y se convirtió en una resplandeciente bola amarilla: un sol. Cielo y tierra se iluminaron con los rayos del sol que se proyectaban sobre la atmósfera. A través del intenso azul del cielo y los océanos se filtraba una luz cristalina.

El recién nacido resplandor caía sobre el cuerpo del espectro, que se levantó embriagado, bañado por un resplandor que no había sentido en mucho tiempo.

Era como aquella ép

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