Hijos de la mente (Saga de Ender 4)

Orson Scott Card

Fragmento

 

Título original: Children of the Mind

Traducción: Rafael Marín Trechera

1.ª edición: enero 2011

© 1996 by Orson Scott Card

© Ediciones B, S. A., 2011

para el sello Zeta Bolsillo

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Depósito Legal:  B.8235-2012

ISBN EPUB:  978-84-15389-87-3

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

 

 

 

 

A Barbara Bova,

cuya perseverancia, sabiduría y empatía

hacen de ella una gran agente

y una amiga aún mejor.

 

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

 

Agradecimientos

1. «No soy yo mismo»

2. «No crees en Dios»

3. «Somos demasiados»

4. «¡Soy un hombre de perfecta sencillez!»

5. «Nadie es racional»

6. «La vida es una misión suicida»

7. «Le ofrezco esta pobre y vieja carcasa»

8. «Lo que importa es en qué ficción crees»

9. «Me huele a vida»

10. «Éste ha sido siempre tu cuerpo»

11. «Me hiciste regresar de la oscuridad»

12. «¿Estoy traicionando a Ender?»

13. «Hasta que la muerte nos sorprenda a todos»

14. «La forma en que se comunican con los animales»

15. «Le estamos dando una segunda oportunidad»

16. «¿Cómo saber que no están temblando de terror?»

17. «El camino sigue ahora sin él»

Comentarios finales

Otros títulos de esta colección

Hyperion

Endymion

 

Agradecimientos

 

Mi más sincero agradecimiento a:

 

Glenn Matitka, por el título, que ahora parece tan obvio, pero que nunca se me pasó por la cabeza hasta que él lo sugirió en un debate, en Río Hatrack, de America Online;

Van Gessel, por darme a conocer a Hikari y Kenzaburo Oe, y por su maravillosa traducción al inglés de Río Profundo de Shusako Endo;

Stephen Boulet y Sandi Golden, valiosos lectores, entre otros, de Río Hatrack, que pillaron errores tipográficos e inconsistencias del manuscrito;

Tom Doherty y Beth Meacham de Tor, que me permitieron dividir Ender el Xenocida en dos para que tuviera la oportunidad de desarrollar y escribir la segunda mitad de la historia adecuadamente;

Kathryn H. Kidd, mi amiga y compañera segadora en los viñedos de la literatura, por sus ánimos capítulo a capítulo; Kathleen Bellamy y Scott J. Allen por sus servicios de Sísifo; Kristine y Geoff por sus cuidadosas lecturas que me ayudaron a resolver contradicciones y detalles confusos; y a

Mi esposa, Kristine, y mis hijos, Geoffrey, Emily, Charlie Ben y Zina, por su paciencia con mi extraño horario y alejamiento durante el proceso de escritura, y por enseñarme por qué merece la pena contar historias.

Empecé esta novela en mi casa de Greensboro, Carolina del Norte, y la terminé camino de Xanadu II de Myrtle Beach, en el Hotel Panamá de San Rafael, y en Los Ángeles, en casa de mis queridos primos Mark y Margaret Park, a quienes agradezco su amistad y hospitalidad. Los capítulos fueron aportados en su forma no definitiva a la Reunión de la Ciudad de Río Hatrack de America Online, donde varias docenas de conciudadanos de esa comunidad virtual los bajaron de la red, los leyeron y los comentaron para beneficio mío y del propio libro.

 

1

«No soy yo mismo»

 

 

«Madre, padre, ¿he hecho bien?»

 

Últimas palabras de Han Qing-jao, de

Los susurros divinos de Han Qing-jao

 

 

Si Wang-mu avanzó un paso. El joven llamado Peter la cogió de la mano y la condujo a la nave espacial. La puerta se cerró tras ellos.

Wang-mu se sentó en uno de los asientos reclinables del interior de la pequeña habitación de puertas metálicas. Miró en derredor, esperando ver algo extraño y nuevo. A excepción de las paredes de metal, podría haber sido cualquier despacho del mundo de Sendero. Limpia, pero no de forma demasiado fastidiosa. Amueblada, de modo utilitario. Había visto holos de naves en vuelo: los estilizados cargueros y lanzaderas que entraban y salían de la atmósfera; las vastas estructuras redondeadas de

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