Más allá de las estrellas

Álex Riveiro

Fragmento

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Prólogo

Desde pequeños, una de las primeras preguntas que nos hacemos es qué son esos puntos que podemos observar cada ­noche en el firmamento. No mucho tiempo después, aprendemos que son estrellas, como el Sol. Posiblemente, muchas de ellas tengan planetas a su alrededor. Alguno de esos mundos, en toda la inmensidad de la Vía Láctea, podría llegar a tener las condiciones necesarias para ser habitable. En su superficie podría haber criaturas, como tú y como yo, preguntándose si en otros lugares de la galaxia habrá seres como ellos...

Una vez que caemos en esa reflexión, una catarata de preguntas nos acompañará el resto de nuestra vida: ¿Estamos solos en el universo? ¿Hay vida en otros lugares del Sistema Solar? ¿Y en la Vía Láctea? ¿Cuántas civilizaciones existen en la ­galaxia? ¿Cuántas existen en el conjunto del universo observable? ¿Somos los primeros en aparecer en el universo? ¿Qué tecnología tendrán otras civilizaciones? ¿Cómo se comunicarán entre ellas? ¿Podrán viajar en naves espaciales a otras estrellas? ¿Serán capaces de expandirse por toda la galaxia y colonizar otros lugares? La avalancha de preguntas es imparable. Tiene mucho que ver con quiénes somos. El ser humano es curioso por naturaleza. Somos exploradores.

Por ello, no resulta sorprendente que, con el paso del tiempo, y con la Tierra virtualmente explorada hasta sus confines (salvo las profundidades de los océanos), nuestra vista vaya más allá de este pequeño planeta. A las reflexiones sobre cómo podrían ser esas otras criaturas inteligentes de la Vía Láctea, les siguen otras preguntas mucho más cercanas y menos ambiguas...

¿Podemos encontrar vida en otros lugares del universo? ¿Hay vida inteligente más allá de la Tierra? Si es así, ¿dónde están esas civilizaciones? ¿Podemos esperar contactar con ellos en algún momento? Y, si no es así, ¿por qué? Nuestro universo es favorable para la vida, como lo muestra el mismo hecho de que estemos aquí. ¿Por qué iba la Tierra a ser el único mundo habitado de la galaxia? Puede parecer extremadamente improbable. Sin embargo, hasta que se demuestre lo contrario, es cierto que solo conocemos un mundo ­habitado: el nuestro.

Arthur C. Clarke, un conocidísimo escritor británico, autor de la maravillosa Odisea en el espacio (a la que pertenecen obras como la legendaria 2001: una odisea en el espacio), nos dejó una frase que resume esta cuestión a las mil maravillas: «Hay dos posibilidades: o estamos solos en el universo, o no lo estamos. Ambas son igual de aterradoras».

No es simple retórica. Si estamos solos, por citar a otra gran figura del siglo XX, como lo fue el genial Carl Sagan, qué cantidad de espacio desaprovechado. Si no estamos solos, sin embargo, es posible que nuestra mente recuerde las advertencias de figuras como Stephen Hawking, que dudaba de si realmente era sabio enviar mensajes a otros lugares de la galaxia. ¿Y si allí fuera hubiese una civilización extremadamente agresiva y mucho más avanzada? Puede que solo estén esperando una señal, un indicio de nuestra existencia, o de cualquier otra civilización, para lanzarse a su búsqueda y poner fin a su breve existencia. O quizá, por el contrario, esos mensajes son la única forma que tenemos de hacer ­saber, a esas otras civilizaciones que pudiese haber en la ­galaxia, que estamos aquí. Que no están solos, que no estamos solos...

En estas páginas no descubrirás si hay vida en otros lugares de la galaxia. Simplemente, es algo que todavía no se puede afirmar. Pero descubrirás por qué se piensa que sí y por qué se piensa que no. También veremos cómo se está intentando encontrar la respuesta a esa gran pregunta, buscando vida en el Sistema Solar y en otros lugares de la galaxia. Hablaremos de cómo podrían ser esas civilizaciones, de cómo podríamos comunicarnos con ellas y de mucho más. Pero, al final del viaje, quizá descubras que la búsqueda de lo que podría haber en otros lugares es una gran ­herramienta para conocer mejor lo que tenemos aquí...

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Capítulo I

¿Por qué

estamos aquí?

Puede que la pregunta más compleja que nos podamos hacer tenga tan solo tres palabras... ¿Por qué existimos? No me refiero, en este caso, a cuál es el propósito de nuestra existencia como individuos. Tampoco a la presencia de nuestra especie (en cuyo caso podríamos decir que nuestro papel, sim­plemente, es el de asegurar su perpetuidad). Es necesario ir un paso más allá. ¿Por qué hay vida en el universo? Tras esa pregunta se esconde una maraña de posibilidades, a cuál más compleja. Algunas son tan intrigantes como desconcertantes: si nuestro universo es habitable, y tiene las características necesarias para serlo, debe haber otros universos que, por definición, no lo sean.

En este contexto, nuestra presencia es simplemente una inevitabilidad. Es decir, existimos porque el universo es favorable para la vida. Otros universos, incapaces de ofrecer condiciones óptimas para la aparición de formas de vida, nunca tendrán criaturas que se puedan hacer esas mismas preguntas. Eso, claro está, suponiendo que realmente puedan existir otros universos. La idea del multiverso ofrece muchas respuestas a algunas de las preguntas más complejas, pero solo es una hipótesis. Es decir, no tenemos forma alguna de demostrar que realmente puedan existir esos otros universos. Quizás en el futuro se encuentre alguna, pero hoy en día no es así.

Tampoco el propósito de este libro es adentrarse en la cosmología para hablar de las diferentes posibilidades que permitirían plantear que nuestro universo podría no ser el único. En este contexto, en realidad, podemos conformarnos con la idea de que, al menos en teoría, podría haber otros universos además del nuestro. Suponiendo que esa hipótesis fuese correcta, querría decir que estamos aquí porque en otros universos la vida no tiene posibilidad alguna de surgir. Por extensión, podría haber muchos otros universos (infinitos, tal vez, plantearían algunos) que también sean aptos para la vida.

Si dejamos a un lado ese marco de posibilidades, nos enfrentamos a un hecho para el cual no parece haber una respuesta obvia, pero que nos lleva a plantear preguntas para las que podemos intentar ofrecer soluciones. Está claro que, al margen del motivo (ya sea por mero azar o porque realmente formamos parte de un multiverso, en el que hay universos habitables e inhabitables), estamos aquí. La vida comenzó en la Tierra hace unos 3500 millones de años. Pero la pregunta que nos interesa va un paso más allá. ¿Pudo aparecer antes? Es decir, ¿somos el primer planeta habitado en la historia del universo? ¿Cuándo pudo aparecer el primer mundo habitado? ¿Y el primer planeta rocoso que ofreciese las condiciones apropiadas?

Nos remontaremos al Big Bang. Hace 13 800 millones de años, el universo comenzó su andadura. Ya solo en su primer segundo, experimentó cambios profundos. Su tamaño se expandió desde algo inferior a un átomo a algo superior

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