El porqué de los mapas

Eduard Dalmau

Fragmento

Prólogo

Prólogo

Un mapa no se dibuja sin un motivo. Si bien es verdad que hay una predisposición innata en el ser humano que lo empuja a coger un lápiz y explicar cualquier cosa trazando garabatos, cuando afirmo que un mapa no nace porque sí me refiero a que la realización de todo mapa requiere gran cantidad de reflexión previa. Hay mucho que preguntarse y planificar. ¿Qué información quieres transmitir? ¿Es físico, político, o ambos a la vez, físico-político? ¿Se centra en una temática concreta, es un mapa de minería, de población, de usos del suelo, de vegetación o geológico (entre muchas otras opciones)? ¿Llevará altimetría? ¿Tiene algún sentido que lleve relieve, o no? ¿Va dirigido a un público infantil, escolar, de estudios superiores o es un mapa para una guía de viajes o para hacer excursionismo? Todas estas preguntas y varios cientos más deben ser aclaradas antes, pues hasta que tengas un buen dosier de trabajo es mejor que no le saques punta al lápiz, que no dibujes ni un trazo. Todavía tienes que decidir con cuántos colores trabajarás y, por descontado, elegir la proyección cartográfica que mejor se adapte al mapa.

Llevo toda la vida dedicándome a la cartografía. He elaborado miles de mapas de todo tipo: para libros escolares, enciclopedias y atlas del mundo; monográficos por países, históricos, temáticos, de geografía física o política y de ambas sobremontadas; cartas de navegación, planos de casi todas las ciudades importantes, y no tan importantes, del mundo. También mapas sobre exploradores, tanto antiguos como modernos, así como de rutas de grandes viajes o para excursiones de fin de semana, tanto en coche como en bicicleta o simplemente a pie. Mapas de cotas altimétricas superpuestas con gamas de colores que ayudan a entender la descripción del terreno junto con la aplicación real del relieve para hacerlo todavía más comprensible.

Durante todos estos años, una idea empezó a crecer dentro de mí: cuándo, cómo y por qué nació en el ser humano el afán de dibujar mapas. Empujado por este pensamiento empecé a buscar información sobre la cuestión y me di cuenta de que, en todos los libros de divulgación sobre la historia de la cartografía, los inicios de esta disciplina se tratan muy brevemente y como pasando por encima. Me propuse, entonces, recopilar toda la información que encontrara, con el fin de descubrir el porqué de los mapas.

Este libro es el resultado de esa búsqueda. A lo largo de los años, de los siglos, de las culturas, ha habido una gran multitud de hombres empeñados en representar la tierra, desde la más elemental, la que se hallaba frente a la cueva donde se guarecían, hasta la de los grandes imperios conquistadores. Son esos hombres los protagonistas de esta historia. Cada uno de ellos añadió su granito de arena, logró un pequeño avance para su comunidad y para los cartógrafos posteriores. Este libro pretende dar a conocer algunos de estos hombres y su aportación a los mapas.

Cuando se habla o se escribe sobre los mapas y los hombres que los idearon, surgen invariablemente una serie de nombres que, con algunas variaciones, son siempre los mismos: Martin Waldseemüller, Battista Agnese, Abraham Ortelius, Gerardus Mercator, Alexander von Humboldt, Jules Dumont d’Urville, Johann Heinrich Lambert, Rigobert Bonne... Sin embargo, de los pioneros, de los primeros que crearon mapas con base matemática, se habla muy poco, y lo mismo suele suceder en el caso de los tratados y las historias de los mapas: pasan de puntillas sobre los babilonios, los egipcios o los griegos para, enseguida, tratar en detalle y profundidad sobre los hombres y los trabajos cartográficos del siglo XV en adelante. Solo en obras muy especializadas, monografías y ensayos académicos se profundiza más en estos temas. Aunque, como es lógico, a partir del siglo XV existe documentación suficiente y contrastada para escribir no uno, sino muchos libros, a mí particularmente, pese a aceptar, valorar y agradecer el gran trabajo realizado por los cartógrafos, navegantes, exploradores y científicos a partir del siglo XV, me parecen tan o más relevantes todos los pequeños avances previos que nos acercaron a lo que ha llegado a ser la cartografía de nuestros días, y con los cuales, sin duda alguna, hemos contraído una deuda muy importante.

Ya se ha dicho más arriba que la idea de este libro nació fruto del deseo de intentar profundizar todo lo posible en el conocimiento de estos periodos tempranos y, a partir de ahí, seguir el desarrollo de los mapas a través de las culturas y de los hombres que los hicieron posibles hasta el siglo XV. Con todo, esta obra no pretende ser una biografía exhaustiva de cada uno de los cartógrafos que en ella aparecen, sino más bien un medio para dar a conocer el nombre de algunos de ellos y destacar sus principales aportaciones en el desarrollo de esta disciplina. Nuestro recorrido empieza con los mapas prehistóricos y termina en la época de los portulanos, los mapas nacidos por y para los navegantes durante el florecimiento de la navegación comercial mediterránea, y en los trabajos de al-Idrisi. Lo que viene después es otra historia.

Introducción

Introducción

Los mapas mentales, una habilidad innata

Viajeros y exploradores de todos los tiempos han sido testigos en repetidas ocasiones de que pueblos primitivos que no habían llegado a desarrollar la escritura eran muy hábiles en la elaboración de mapas. Incluso hoy en día existen grupos primitivos que no conocen la escritura y, sin embargo, trazan esquemas rudimentarios.

Si no tuviéramos acceso a Google Maps y preguntáramos a algún nativo de cualquier lugar del mundo que estuviéramos visitando, por remoto que fuese, por el camino que debe llevarnos a un sitio determinado, la mayoría de las veces nos respondería trazando en el suelo, con la ayuda de un palito, el dedo o cualquier objeto apropiado, un esquema que nos mostraría la ruta que seguir para llegar al lugar solicitado, y es posible incluso que utilizase piedras, hojas, hierbas o cualquier otra cosa que tuviera a mano para resaltar las características más importantes del itinerario. Estos esquemas rudimentarios pueden ser tan expresivos como para llegar a convertirse en verdaderas maquetas en relieve de los territorios representados vistos desde el aire.

Lo expuesto hasta ahora lleva a pensar que la elaboración de esquemas y mapas forma parte de las aptitudes innatas que posee la humanidad. El cerebro humano construye instintivamente mapas mentales de los espacios en los que desarrolla una actividad constante; basta que este espacio sea observado con interés, curiosidad o, como ha sucedid

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