Ciencia optimista

Josep Maria Mainat

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

ESTAMOS MEJOR DE LO QUE PARECE

Resulta que yo ya he tenido algunos hijos y también he plantado unos cuantos árboles (el último, un limonero en el patio de mi casa para hacer limonadas y gin-tonics autónomos). Pero nunca antes había escrito un libro, ¡y ya iba siendo hora!

Te preguntarás por qué mi primer libro no habla de La Trinca, o de espectáculos musicales, o de televisión, o de todas las cosas que me has visto hacer públicamente en estos años, sino que me ha salido un libro, digamos, de divulgación científica.

—Me lo pregunto. Sí.

Yo también me lo pregunto… y me respondo.

Para empezar, soy vocacionalmente multitask y a lo largo de mi vida he hecho montones de cosas muy variadas. Por ejemplo, una de mis habilidades, que solo unos pocos conocen, es que soy programador informático. Puedo programar un ordenador en diez lenguajes distintos.

imagen ¿A que no lo sabías?

—No. No lo sabía.

Pues ya lo sabes. ¡Tengo trucos escondidos!

Me compré mi primer ordenador en 1983. Un cacharro al que casi no se podía llamar ordenador, un ZX Spectrum 48k como el de la foto.

Lo de 48k era porque tenía una memoria de 48 kilobytes. Nada de terabytes, ni gigabytes, ni megabytes… ¡kilobytes! Cualquier móvil sencillito de hoy en día tiene unas 100.000 veces más memoria que el pobre ZX Spectrum.

Pues bien, con aquella precaria herramienta conseguí programar un secuenciador que hacía sonar una batería digital sincrónicamente con el resto de los instrumentos y sintetizadores musicales de la época. Incluso lo utilicé con éxito en algunas grabaciones de La Trinca. ¡Toda una proeza!

Imagen

Tuve otros ordenadores, por supuesto, y empecé a escribir artículos sobre música y tecnología en una revista que, mira por dónde, se llamaba Música y Tecnología. Unos artículos muy comentados entre los músicos electrónicos del momento, dada mi faceta pública de miembro de La Trinca. La gente se quedaba descolocada.

—¿Cómo? ¿Ese es el mismo Mainat que canta «Quiero una novia pechugona»?

Pues sí. ¡Era yo mismo en pleno arrebato multitask!

Entonces di el salto a la joya de la corona: el Fairlight CMI. El primer superordenador capaz de grabar sonidos reales, manipular directamente las formas de onda digitales de dichos sonidos y utilizarlos musicalmente. ¡El resultado era sorprendente! Unos sonidos innovadores, orquestales, majestuosos, fantasmagóricos, solemnes y a veces también algo estrafalarios.

Me gasté todos mis ahorros de la época e importé un Fairlight CMI de Australia, que era donde habían inventado aquella maravilla. Para poder dominar la máquina construí en casa, alrededor del Fairlight, un home-studio donde me pasaba horas y horas para desesperación de la que entonces era mi esposa, Rosa Maria Sardà, obligada a escuchar todo el día una serie de sonidos y chirridos musicales que a mí me parecían portentosos y a ella… ¡digamos que no tanto!

—¡Pobre, la entiendo!

Y, de repente, el Fairlight CMI se puso rabiosamente de moda entre los productores musicales de los años ochenta. Peter Gabriel, Stevie Wonder, Duran Duran, Mike Oldfield, Alan Parsons, Brian Eno, Jean-Michel Jarre, Herbie Hancock y muchos otros artistas añadían a sus grabaciones aquellas sonoridades desconocidas hasta entonces.

Tan exagerada fue la repercusión del nuevo instrumento que Phil Collins, un detractor del CMI, puso en la contraportada de un disco de 1985 la siguiente aclaración: «En la grabación de este disco no se ha utilizado ningún Fairlight».

Imagen

Lógicamente, los artistas y los productores discográficos españoles también querían incorporar en sus trabajos los sonidos del Fairlight y, con gran sorpresa, se enteraron de que el único que había por estos lares lo tenía uno de La Trinca. ¡Ostras! Y encima sabía programarlo, algo estrictamente necesario pero nada frecuente, dada la complejidad del instrumento.

Y empezaron a invitarme a participar como programador de Fairlight en toda una serie de grabaciones musicales de la época. Si buscas en los créditos de los vinilos de los artistas pop españoles de los ochenta, me encontrarás en unos cuantos: Tino Casal, Mecano, Olé Olé, Azul y Negro, Objetivo Birmania… ¡Incluso Semen Up y Golpes Bajos!

—Malos tiempos para la lírica…

¡Esos mismos!

El Fairlight fue el primer sampler, el primer «muestreador musical» de la historia. La paradoja es que el nivel de tecnología del Fairlight lo puedes encontrar hoy en día en teclados que cuestan menos de doscientos euros.

Y esa increíble evolución de la tecnología será uno de los hilos conductores de este libro.

Si he titulado esta introducción «Estamos mejor de lo que parece» es porque, pese a estar pasando unos años de crisis, con unas cifras de paro insoportables y con algunas situaciones personales y familiares económicamente muy duras, también nos ha tocado vivir un momento apasionante de la historia de la humanidad, en el que la tecnología evoluciona a un ritmo frenético que nos sorprende cada día y que nos sorprenderá todavía más en los próximos años.

Y esa revolución tecnológica provocará (ya está provocando) una auténtica revolución en todo aquello que configura nuestro bienestar. ¡Nos espera un futuro brillante!

Gordon Moore, uno de los fundadores de Intel, predijo en 1965 que el número de transistores que se podrían alojar en el chip de un ordenador se doblaría cada dos años. Esa ley se bautizó, muy creativamente, como la ley de Moore.

Y la ley de Moore se ha ido cumpliendo rigurosamente durante décadas, y cada vez hemos podido acceder a ordenadores con más potencia, con más memoria, con más velocidad, más pequeños y más baratos.

El hecho de que la potencia de los ordenadores se haya duplicado cada cierto tiempo significa que el crecimiento tecnológico no ha sido lineal, sino de un tipo llamado «exponencial».

Y ese detalle merece que nos detengamos aquí un momento, porque esa exponencialidad del crecimiento tecnológico cambiará radicalmente nuestro futuro.

—De acuerdo. ¡Detengámonos!

Verás. Un crecimiento lineal sería el siguiente: 2, 4, 6, 8, 10, 12… O sea, vamos sumando a la cifra anterior un valor constante; en este caso, 2.

En cambio, un crecimiento exponencial similar al anterior sería este otro: 2, 4, 8, 16, 32, 64… En este caso, en lugar de sumarle 2 a la cifra anterior, lo que hacemos es multiplicarla por 2, como predice la ley de Moore para la potencia de los ordenadores.

Aquí tienes una representación gráfica de los dos tipos de crecimiento.

Imagen

Al principio, las dos curvas no se diferencian mucho y el crecimiento exponencial no llama demasiado la atención, pero a partir de un punto determinado, que se conoce como la «inflexión de la curva», el crecimiento exponencial se vuelve explosivo, la curva gira hacia arriba, se convierte prácticamente en vertical y las cifr

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos