La muerte por suicidio asistido de Jean-Luc Godard, a los 91 años, coloca sobre la mesa de la actualidad la obra de uno de los cineastas más particulares del siglo XX. Referente indiscutible del cine europeo y mundial, revolucionó el lenguaje audiovisual como primer espada de la Nouvelle Vague y a través de una particularísima manera de entender el arte. «El cine es lo único que nos ha dado un signo. Los demás nos han dado órdenes. El cine es un signo para interpretar, para jugar con él, y hay que vivir con él», dejó dicho un director al que pocos entendieron como Susan Sontag, quien le dedicó varios textos. Incluidos en el ensayo «Godard», escrito en 1968 y compilado primero en «Estilos radicales» (DeBolsillo) y ahora en «Obra imprescindible» (Random House), los siguientes párrafos son apenas una muestra del amor que le profesó Sontag al autor francés, el más «discutido» y «literario» de aquel cine contemporáneo de finales de los sesenta.