Veganeando

Míriam Fabà

Fragmento

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Al iaio Jordi. Nadie luchaba como él para que no tardara tanto en comer, siempre la última; sufría pensando en que me despedirían del trabajo y decidió que me instalaría un motorcito bajo la mandíbula para que masticara más rápido. ¡No daría crédito al verme publicar un libro!

A la iaia Lita, de quien heredé el antojo de comer una porción de «tate tate» ( chocolate negro) los domingos por la tarde después de comer en familia.

Al tiet Miquel. Le hubiese hecho mucha ilusión leer este libro ya que fue de las primeras personas en decirme que debería escribir uno.

A Carles. ¡Qué feliz sería preparando las recetas dulces de su «amiga pastelera»!

A Palmira. Superando obstáculos manteniendo la sonrisa, con serenidad y optimismo, con valentía y decisión, no es fácil, pero ella me demostró que es posible.

A todos los animales con los que he crecido, que tanto me han enseñado y enriquecido la vida.

Siempre os llevaré en mi corazón. Gracias.

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© Animei Beat

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PRÓLOGO

Míriam Fabà es una de las personas más optimistas que conozco. Trabajadora incansable, es un torrente de energía de la naturaleza. Su carácter se refleja en todo lo que hace: no solo hay mimo y cariño en sus platos, también hay una sonrisa de esas que son contagiosas.

Con ella siempre he sentido una conexión especial, incluso desde antes de conocerla en persona, porque es auténtica. Le apasiona lo que hace y perfecciona las preparaciones hasta que realmente cree que merecen llegar a nosotros, de ahí que nunca decepcione.

Veganeando es su aportación al movimiento vegano: una gran cantidad de recetas accesibles para que reducir el consumo de animales sea sorprendentemente fácil, rico y caprichoso, además de saludable. Con estos platos querer cuidarte acaba por ser una delicia y la única pregunta que te haces es: ¿qué voy a probar ahora?

Recuerdo con cariño que Veganeando fue una de las primeras cuentas que seguí sobre alimentación vegana en Instagram. Me impactaron mucho su forma de comunicar y de ser, me parecía increíble todo el contenido que compartía desinteresadamente. En aquella época, hace ya unos cuantos años, la comunicación era mucho más rudimentaria en redes, pero la personalidad alegre y arrolladora de la Lechu ya era más que evidente en todas sus publicaciones.

Míriam es una persona muy detallista, consciente de la importancia de formarse para dar un contenido de calidad. Sus recetas siempre salen y son tan ricas como se ven. De nada sirve la mejor foto y una suma desorbitada de «me gusta» si luego en casa todo se desmonta y nada sale bien.

Por eso creo que este libro puede ser de gran ayuda para llevar una alimentación vegetal sin renunciar al sabor ni a la sorpresa. Míriam se divierte como nadie en la cocina y quiere que tú también disfrutes descubriendo nuevos sabores y texturas.

Lo que aquí te vas a encontrar son platos de una cocina vegetal caprichosa, porque comer vegano no tiene por qué ser soso ni aburrido cuando tienes las recetas de la Lechu a mano.

Marta Martínez, autora de Guía para el vegano (imperfecto)

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MI HISTORIA Y ESTILO DE VIDA

En el colegio no se me daban muy bien las descripciones, que además se suelen quedar en la superficie. No es fácil explicar con detalle lo que vive o siente una persona, así que, si te parece bien, yo te cuento mi historia y tú ya, si eso, me adjudicas algunos adjetivos.

Vayamos al inicio de esta revolución. Cuando estaba en plena adolescencia, era una chica muy inquieta, con nervio, con ganas, con mundo interior, que decidió rebelarse contra todo lo que no le gustaba.

Lo cierto es que no fueron días fáciles ni plácidos. Tenía dentro un torbellino de emociones y sentimientos mal gestionados que no me dejaban estar en paz conmigo misma ni con mi entorno. Pasé por muchas fases: primero fui pija, luego hippie, luego emo… pero ninguna etiqueta me encajaba, no me sentía a gusto, me dejaba llevar por lo que hacía y decía esa comunidad en concreto. Lo cierto es que no me sentía realmente identificada ni mucho menos me reconocía ni me resonaba todo aquello.

Con el tiempo me di cuenta de que no me define una marca cara o barata, no me define mi modus vivendi ni tampoco el color de mi ropa o de pelo. Me definen mis sentimientos y emociones, me definen los pasos que doy y las acciones que llevo a cabo, me definen mi actitud y mi postura ante lo que veo a mi alrededor.

Fueron unos años complicados, no encontraba mi sitio y eso me producía frustración, mal humor, rabia e incluso odio. Por supuesto, mi alimentación no era la mejor del mundo y pagaba mis emociones negativas con ella, recurría habitualmente a ultraprocesados azucarados, a grasas hidrogenadas, snacks fritos y salados, al pan, la pasta y las patatas. No me apetecía nada lo que preparaban mi madre o mis abuelas, todo se me hacía bola.

Mi sistema inmunitario se vino abajo con tanto mal rollo y caí en una espiral de infecciones varias (otitis, cistitis, conjuntivitis…), incluso llegué a desarrollar un herpes zóster en el cuello. Todo eso me tuvo semanas en casa, apenas tenía ganas de hacer nada y mucho menos de estudiar… Llegaron el final de curso, las notas y tocó repetir curso.

No me vine abajo, decidí tomarme el verano como un punto y aparte en esa etapa tan oscura, disfruté mucho de las vacaciones con grandes dosis de vitamina D que me regalaba el sol mientras estaba en la playa o en la piscina pasando un buen rato con mis amigos y mi familia. Empecé a disfrutar de momentos de soledad en los que por primera vez me sentía a gusto, y mis pensamientos ya no eran tan destructivos.

Empecé a observar lo que me gustaba y lo que no, lo que me hacía sentir bien y lo que me hacía daño… Un día en pleno agosto, estaba comiendo con mis abuelos y viendo el capítulo de Los Simpson en el que Lisa se hace vegetariana, y de repente me vi reflejada en ella. Por la mañana había estado paseando y había ido a ver unas vacas que pastaban por el prado. Escuchando los argumentos de este personaje animado algo hizo «clic» en mi cabeza, aunque, a decir verdad, más que un clic fue un «¡hostia!: me estoy comiendo parte del animal con el que acabo de pasar un rato tan agradable». Me quedé anonadada y terminé de comer como pude.

Después salí al patio de mis

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