La cocina pop de El Comidista

Mikel López Iturriaga (El Comidista)

Fragmento

PRÓLOGO

PRÓLOGO

Antes que nada, una explicación. Como sé que el concepto de «cocina pop» va a dar pie a múltiples confusiones, les cuento rápidamente de qué va esto. No quiero que me pase como con el primer libro, que la gente piensa que es de dietas porque sale una alcachofa en la portada.

La cocina pop es una cocina que se mezcla con la cultura pop. Es decir, que incluye referencias al cine, la televisión, la música, la moda, los libros, el diseño, la publicidad, los famosos o la actualidad. Es también una cocina fácil, directa, sin complicaciones y con ánimo de ser accesible a todo el mundo, como el pop. Es, en definitiva, el tipo de cocina que practico en mi blog, El Comidista, en el que no sólo hablo de cuestiones culinarias, sino que relaciono la comida con todo ese mundo del que me confieso adicto.

Y ahora, despejadas las dudas, suelto el rollo que tenía preparado.

Si hace tres o cuatro años hubiera llamado a Esperanza Gracia, a Sandro Rey o a cualquier otro vidente de la tele y me hubiera dicho que iba a escribir dos libros de cocina, habría pensado que eran unos charlatanes. Pero aquí estoy, lanzando al mercado una segunda obra maestra un año después de haber vendido miles de ejemplares de la primera. Y eso sin ser un profesional del ramo ni haber trabajado en una cocina en mi vida.

Puede que a algunas personas del mundillo no les parezca bien este intrusismo. Tendrían razón. Soy lo que se dice un advenedizo, que ha tenido la suerte de caer en gracia a una audiencia algo despistada que no alcanza a comprender las esencias de la alta gastronomía, entre otras cosas porque no tiene dinero para pagarla. Al parecer, este público al que yo imagino relativamente joven, interesado en la cocina pero sin grandes conocimientos culinarios y con ganas de pasarlo bien sin demasiadas complicaciones, encuentra útiles mis recetas y divertidos mis artículos. Es un fenómeno inexplicable, como las caras de Bélmez o el aeropuerto de Castellón, pero existe, está ahí.

Desde que se publicó Las recetas de El Comidista, el blog de El Comidista ha crecido de manera notable, a veces incluso desbordándome un poco. Ha alcanzado unas cifras de tráfico de las que estoy muy contento, porque significan que me lee mucha gente y porque garantizan —dentro de lo posible en estos tiempos— mi continuidad en el circo de los medios. A la vez, estos números dan un poco de vértigo, porque a veces lo que escribo se magnifica, alcanza un eco insólito a través de las redes sociales y adquiere una trascendencia que en realidad no tiene.

Ha habido entradas memorables a este respecto, como las dedicadas a las boutiques del pan, al presidente de Mercadona, a la dieta Dukan o a Arguiñano como comentarista político. En todas ellas, los comentarios de los lectores han acabado superando en interés al propio post: una buena tangana colectiva es siempre más atractiva que la opinión de un solo señor, por muy formada que sea. También ha habido recetas con gresca incluida, especialmente las que aludían a especialidades nacionales o regionales. Pregunten en Perú por mis cebiches o en Andalucía por mis gazpachos, que seguro que les hablan muy bien de mí.

Mención aparte merece la sección más exitosa con diferencia de este último año de blog: «Aló, Comidista». Este consultorio que abrí inocentemente para que los lectores me enviaran sus dudas se transformó a toda velocidad en un lugar en el que la cocina se mezclaba con los asuntos más disparatados. Lo cierto es que yo induje un poco al personal a que sacara los pies del tiesto, puesto que me aburría sobremanera la idea de hacer un consultorio estrictamente culinario. Pero nunca pensé que las preguntas fueran a llegar tan lejos en su extravagancia, en su curiosidad, en su inteligencia o en su idiotez.

Este libro recopila los momentos más desternillantes del «Aló», y también los más prácticos. Creo que ese equilibrio entre la utilidad y el despropósito es lo que define mi trabajo, y por eso en La cocina pop de El Comidista uno recetas y artículos tutoriales, como las antiguías o el revuelto de trastos, con historias más disparatadas, como las entrevistas a las comidas viejunas. A la vez, la presencia de la cultura pop es más intensa que en el anterior libro: recomiendo películas para cada plato (unas veces porque tienen alguna relación; otras, porque me gustan sin más), incluyo un capítulo de menús para ver series de televisión que me encantan, como Juego de Tronos o Dexter, y abro el recetario a las aportaciones de artistas que me caen bien y que no tienen nada que ver con el ámbito gastronómico, como Elvira Lindo, Miqui Puig o mi hermano Juanma.

Espero que este gran batiburrillo os guste, y que si no cocináis, al menos paséis un rato agradable con mis bobadas. Este libro no tiene otra pretensión que la de animaros a guisar y divertiros en tiempos revueltos, que para desdichas ya están los informativos. Así que vamos a ello.

facebook.com/elcomidista

Twitter: @mikeliturriaga

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APERITIVOS

1. OLIVADA NEGRA Y VERDE

La olivada es un puré de aceitunas que se suele usar para untar pan, pero también resulta útil para aliños de ensaladas, carnes o pescados. Aunque entiendo que en un ataque de perezón te la puedas comprar ya hecha —soy el primero que sucumbe a la vagancia, lo reconozco—, lo sensato de verdad es hacerla en casa, por varios motivos.

Primero, su preparación es más simple que un cubo: basta con poner unos cuantos ingredientes juntos y triturarlos. Segundo, ahorras dinero, porque sale mucho más barata. Y tercero, la puedes tunear a tu gusto, poniendo tus aceitunas favoritas y condimentándolas con lo que te venga en gana. Sí, vale, deshuesar las aceitunas es una «ladilla», como dir

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