El muro invisible

Politikon

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

Un muro invisible

Cada generación tiene sus retos. Para la que creció en los años de posguerra, por ejemplo, la represión de la dictadura y las privaciones diarias fueron la norma, una España pobre y sin oportunidades de la que muchos tuvieron que marcharse. Para la generación del baby boom, nacida en los años cincuenta y sesenta, aún bajo el régimen franquista, el desafío fue la democratización y la construcción de un país moderno.

Los jóvenes actuales, la generación nacida entre los años ochenta y el 2000, han tenido la suerte de crecer en un país más próspero, más abierto y más libre que el de las generaciones anteriores. Pero eso no quita que aún queden retos pendientes. Esta generación se ha dado de bruces con una triple crisis —económica, social e institucional— que ha generado un sentimiento de desesperanza e indignación, de falta de horizonte vital. Esto ha tenido sus consecuencias en política, como la aparición de nuevos partidos. Y no solo en España. Los cambios en los diversos sistemas de partidos son cada vez más visibles en el resto de países europeos.

En los últimos años han surgido dos relatos que intentan explicar el sentimiento de frustración de los jóvenes. El más habitual afirma que esta generación se enfrenta a unas circunstancias más favorables que las de las generaciones previas. Las quejas y la indignación, por lo tanto, no están justificadas. La mejora en las oportunidades laborales, en las condiciones de vida y en el sistema educativo, así como la apertura política tras la Transición, han situado a esta generación en un lugar privilegiado con respecto a las anteriores. Cualquier éxito no conseguido, cualquier frustración ante expectativas no cumplidas, se debe a una falta de esfuerzo o a un exceso de optimismo. Y, dado que la juventud es algo que se cura con la edad, no existe razón para preocuparse. No sorprende que la mayoría de defensores de este argumento pertenezca a generaciones más mayores.

Sin embargo, otro relato se está abriendo camino: los jóvenes se enfrentan a un muro que les impide construir su futuro. Los ladrillos que forman este muro son la precariedad, la falta de oportunidades, la ausencia de posibilidades para emanciparse y construir un hogar, y las deficiencias del sistema educativo. También la ignorancia, la falta de interés (en el mejor de los casos) o la corrupción (en el peor) de nuestros servidores públicos a la hora de buscar soluciones. Frente a la idea de que estos problemas desaparecerán cuando los jóvenes alcancen la madurez, este relato sugiere que este muro genera unos daños que se arrastran de por vida. El resultado es una generación que podría acabar viviendo peor que la de sus padres.

Ambos relatos tienen algo de cierto. Son coherentes, y eso les ayuda a que sean aceptados como explicaciones sencillas a problemas complejos. A nuestro juicio se tiende a poner más énfasis en el primer relato que en el segundo, pero tal vez es inevitable; los jóvenes rara vez hablan de sí mismos. En este libro intentaremos desgranar qué hay de cierto en cada uno de esos dos relatos. Para ello, tomamos tres ideas como punto de partida.

La primera es que las condiciones políticas, sociales y económicas de cada joven tienen un efecto que se arrastra durante toda la vida. Sin embargo, no es un efecto determinista. Una fecha de nacimiento no condiciona por completo nuestra suerte. Pero creemos que merece la pena estudiar en qué medida el entorno económico, social o laboral es diferente respecto al de generaciones pasadas. De ahí que pongamos mucho más énfasis en intentar comparar en qué medida nuestros jóvenes de hoy son diferentes a los jóvenes de ayer y no tanto lo diferentes que son los jóvenes frente a los mayores en general.

La segunda idea es que, aunque los efectos generacionales —cuándo nacemos— importan, no afectan a todos por igual. También influyen el bagaje educativo y socioeconómico o el entorno familiar. Por lo tanto, no todos los jóvenes se enfrentan a las mismas vulnerabilidades. Rastrear quiénes son los mejor y peor equipados para sobreponerse a los fallos de nuestro sistema es crucial para detectar esas vulnerabilidades.

Por último, consideramos que esto no es ni una lista de agravios ni ningún tipo de revancha generacional. Sería contraproducente negar lo positivo que se hereda de generaciones anteriores, e injusto minimizar la magnitud de los retos que superaron. Lo que este libro plantea es que hay un pacto intergeneracional que está roto y que debemos recomponer. Este proceso tiene que empezar desde la política, sin duda, pero muy especialmente desde las políticas (públicas).

DELIMITANDO EL MURO

Este libro tiene el propósito de tocar todos los ladrillos de un muro que no siempre es fácil de delimitar. Para ello hemos tenido que incorporar una gran diversidad de temas, todos ellos, creemos, relevantes. Con todo, muchos otros se han quedado en el tintero. También nos centraremos en las dinámicas propias de España, pero eso no quita que muchos retos que se nos plantean sean parecidos a los de otros países. De ahí que se haga con frecuencia mención a datos comparados, aunque siempre mantendremos nuestro país como referencia.

La crisis económica ha supuesto un punto de inflexión para los problemas que ya acechaban a los jóvenes antes de 2008. Con ella, la falta de expectativas ha aumentado y las brechas socioeconómicas se han ensanchado. Esto ha dibujado para nuestra generación y para las que vienen una trayectoria vital cada vez más incierta.

Si en algún lugar la analogía del muro cobra especial sentido es en el mercado laboral. En las últimas dos décadas España ha mantenido la tasa de temporalidad más alta de la Unión Europea, la cual ha sido particularmente acusada entre los jóvenes. La crisis ha sido el único momento en el que nos hemos situado por debajo del índice de otros países de nuestro entorno. La razón es tan sencilla como desalentadora: la enorme destrucción de empleo que tuvo lugar entre 2008 y 2013 se concentró con particular intensidad entre los jóvenes sin contrato fijo. Los daños que esto supone para la articulación de un proyecto de vida son claros. Algunos jóvenes se han ido, otros se han quedado, pero casi todos han visto sus expectativas afectadas. Para los que no habían empezado a trabajar aún, las consecuencias han sido igual de negativas. Estos lo han tenido mucho más difícil a la hora de incorporarse a un mercado en el que las oportunidades de empleo estable y con futuro escaseaban. La brecha entre trabajadores estables y precarios, junto con la enorme incidencia del paro estructural, han hecho del mercado laboral español una de las instituciones que más penalizan a las nuevas generaciones. Sin afrontar a fondo el tema de la precariedad parece difícil poder revertir la situación.

También hablaremos sobre nuestro sistema educativo. Es común oír tópicos sobre cómo los jóvenes de hoy son vagos, o que carecen de disciplina y competencias para enfrentarse al mercado laboral. En definitiva, que la educación de antes era mejor que la actual. Sin embargo, como en el caso del mercado laboral, la realidad es mucho más compleja, al menos en dos aspectos. Primero, España ha avanzado a grandes pasos hacia la universalización de la educación, cerrando la brecha con nuestros vecinos europeos. Y segundo, no se desprende de las pruebas in

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos