Hispania incognita

Templespaña

Fragmento

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Índice

Portadilla

Índice

Introducción

Primera parte

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Segunda parte

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Capítulo XVI

Capítulo XVII

Capítulo XVIII

Tercera parte

Capítulo XIX

Capítulo XX

Capítulo XXI

Capítulo XXII

Capítulo XXIII

Capítulo XXIV

Capítulo XXV

Capítulo XXVI

Capítulo XXVII

Cuarta parte

Capítulo XXVIII

Capítulo XXIX

Capítulo XXX

Capítulo XXXI

Quinta parte

Capítulo XXXII

Capítulo XXXIII

Bibliografía sumaria

Imágenes

Sobre Templespaña

Créditos

Grupo Santillana

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Introducción

 

 

 

 

Hispania incognita es una obra sorprendente y apasionante que propone un viaje más allá de la Historia: a la prehistoria y protohistoria, al mito y la leyenda, a la tradición, el heroísmo y el enigma histórico. Un recorrido en el tiempo y en el espacio, pues también se dan a conocer lugares mágicos de una geografía secularmente sagrada.

Hispania es el nombre que los romanos dieron a la Península Ibérica. Llamada Iberia por los griegos en alusión al río Iberus (Ebro actual), la Hispania del Imperio romano y del Reino visigodo pasó a llamarse Spania y, finalmente, España.

Pero no sólo romanos, griegos y visigodos han habitado el solar ibérico. Otros pueblos, a lo largo de los siglos, han dejado su impronta, sus vestigios y también su sangre derramada en incontables guerras.

Celtas, iberos, celtíberos, tartesios, suevos, vándalos, alanos, fenicios, cartagineses, hebreos, árabes y bereberes... El oscuro origen de alguno de estos pueblos que conformaron el crisol hispánico ha dado pie a multitud de mitos, arcanos, tradiciones y leyendas que, en algunos casos, se remontan a tiempos inmemoriales.

La mitología ibérica, cuyo embrión primordial nace de la arcaica tradición céltica, incorpora a su panteón de dioses y cultos todo el conjunto de mitos de la civilización occidental grecolatina, generando así un patrimonio cultural y etnográfico de singular riqueza, al que se van añadiendo nuevas creencias y costumbres en el devenir de los siglos, de invasiones y de reconquistas.

En unos tiempos, los modernos, en que la literatura y otros ámbitos están contribuyendo a la invención de nuevos mitos carentes de sustrato, no está de más recrear —en su doble sentido de producir de nuevo y de divertir o deleitar— aquellos mitos ancestrales que, nacidos del poso de la realidad histórica, han ido configurando la realidad de España como nación más antigua de Europa.

El reino visigodo fue el primer Estado político independiente y unificado de la Península Ibérica, y no está de más recordar que todos los monarcas cristianos de los reinos hispanos medievales sentían añoranza por la Hispania unificada de los reyes godos. Se sabían herederos del legado gótico y creían tener por misión sagrada liberar a Hispania del dominio musulmán y reunificar el antiguo reino: desde el pamplonés Sancho III el Mayor de Navarra (1004-1035), enterrado en Oña (Burgos) bajo el título de «Sancius, Gratia Dei, Hispaniarum Rex», hasta el rosellonés Jaime I el Conquistador de Aragón (1208-1276), que reinó también en los condados catalanes (antigua Marca Hispánica), y desde el gallego Alfonso VII el Emperador de Castilla (1105-1157), quien se refería a sí mismo como «ego Alfonsus, Dei gratia totius in Hispania imperator», hasta los Reyes Católicos, que culminaron la larga Reconquista (718-1492), todos los monarcas hispánicos tuvieron presente (aunque no siempre actuaron con la generosidad y altura de miras necesaria) que el objetivo último era la unidad.

Al hablar de la España más desconocida no podía eludirse la España islámica, a menudo olvidada o reescrita por los vencedores. Efectivamente, a partir del siglo XI empezó a redenominarse España (Hispania) a toda la Península, sin distinción entre cristianos y musulmanes. El gran poeta lusitano de la modernidad, Camões, se refería a esta denominación común y escribió: «Castellanos y portugueses, porque españoles lo somos todos».

«Una civilización empieza en el mito y acaba en la duda». Esta lapidaria frase del filósofo y moralista de origen rumano Emil Michel Cioran (1911-1995) resume a la perfección el proceso actual que padece España, una nación cuyo atavismo cabe sondear entre las brumas del mito atlante y las legendarias hazañas de Hércules, trasunto latino del héroe griego Heracles, y de Gerión, rey de Tartessos; una nación que comienza a cobrar entidad ya en el siglo VI de la mano del monarca visigodo Leovigildo; una nación que padeció los efectos ominosos de la desmembración durante la invasión islámica y el feudalismo; una nación que, en los albores del Renacimiento, se recompone y se lanza a la aventura descubridora más importante de la historia de la Humanidad: la conquista y evangelización del Nuevo Mundo; una nación que, entrado ya el siglo XXI, en su periodo de mayor estabilidad política y bienestar social, acaba dudando de sí misma...

Afortunadamente, el nihilismo y la ironía derrotista de Cioran nunca han sido propios del acervo y la idiosincrasia hispánica, más dada a los maximalismos, al tremendismo y a las pasiones viscerales; sirvan como ejemplos expresivos las totémicas fiestas taurinas o las solemne

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