Perdonen las molestias

Fernando Savater

Fragmento

Indice

Índice

Cubierta

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Cita

Prólogo

La seta

Parte I. Del asesinato de Miguel Ángel Blanco a la tregua

El final de la coartada

Carta a Dario Fo

Crímenes…

Hablar sin límites

El debate pacifista en Euskadi

La pulga navarra

Volver a las raíces

Sobre la autodeterminación

Cuesta abajo

Presos políticos

Los presos

Enfermedad incurable

Política (verdaderamente) antiterrorista

Descrédito del héroe

Pan pan pan

¿Qué paz?

Del caserío no me fío

Un euskoquintana

Los enemigos del euskera

¿Santa voluntad o real gana?

Los hunos y los otros

Identidad cultural

El origen como meta y como mito

Terror y miserias

Odios étnicos

Enhorabuena

Un paso al frente

Sin miedo y con sensatez

¿Tambores de paz?

Parte II. Del final de la tregua a Basta Ya

La Terremoto

¿Inmovilismo?

Stock-options para ETA

Ser y estar

La izquierda cuca

Las concesiones

La raza maldita

Esperando a Jatami

¿Qué proponemos?

El problema político

El bueno, el malo y las víctimas

Filmar la política

Nacionalismo recreativo

El culo del lehendakari

La crispación

Indecencias

Viva el diálogo

Salvar el pellejo

El puente de Uriz

De alardes y manifestaciones

Perdonen las molestias…

De héroes y monstruos

Los veintitrés mil

Agradecimiento por el Premio Gregorio Ordóñez

El cóctel infernal

Una librería comprometida

Desobediencia civil y obediencia militar

Adiós a Ernest Lluch

Alocución de Estrasburgo

Despedida

Notas

Sobre el autor

Créditos

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A los que no callaron, no se encogieron de hombros tristemente y nunca dijeron «ni con los unos ni con los otros».

También a ella, precisamente por ser así.

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«Nunca el crimen será a mis ojos un objeto

de admiración ni un argumento de libertad;

no conozco nada más servil, más despreciable,

más cobarde, más obtuso que un terrorista.»

 

Chateaubriand, Memorias de ultratumba

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Prólogo

 

 

 

 

Este libro, desgraciadamente, también versa sobre el nacionalismo vasco. Lo lamento por ustedes y por mí. Ustedes ya conocen demasiados libros acerca de esta cuestión, tratada desde todos los puntos de vista: periodístico, antropológico, histórico, jurídico, novelesco… Que yo sepa, sólo falta un buen estudio psiquiátrico, quizá el enfoque más prometedor: pero todo se andará. En cuanto a mí, merezco aún más compasión pues he debido leerme todas las obras aludidas y además dedicar horas a escribir sobre un tema que me parece obtuso, árido y superfluo. Buscar raciocinio en Sabino Arana o sus más directos herederos es tan ímprobo como intentar aprender floricultura en el Sáhara. Intentar contrarrestar sus —digámoslo así— ideas con eyaculaciones españoleantes de Primo de Rivera o Maeztu resulta no menos agotador. Ser científicamente objetivo con los «hunos y los otros» —como diría Unamuno, que también se las traía a este respecto— supera mis fuerzas y, sobre todo, desborda mis ganas. Entonces ¿por qué coño nos encontramos ustedes, abrumados de bibliografía, y yo, remiso a incrementarla, en esta página doliente?

Tranquilícense, tenemos coartada. Ustedes son ciudadanos españoles del siglo XXI, preocupados por la estabilidad democrática de su país y perplejos ante la violencia terrorista que la amenaza precisamente a partir de una de sus regiones más prósperas y con mayor emancipación autonómica. Quieren comprender las legitimaciones que se ofrecen para esta rebelión de los privilegiados. Por mi parte, más directamente egoísta, me ocupo del nacionalismo en defensa propia. Leo lo que se escribe sobre él con la misma asqueada pasión con que se documentan sobre el cáncer o el sida aquellos infortunados a los que les ha tocado padecer las consecuencias probablemente letales de tan aciagos morbos. Y escribo sobre el nacionalismo vasco por razones estrictamente profilácticas. La doctrina oficial establece que quien critica un nacionalismo lo hace siempre desde otro. A mí en cambio me parece que quien denuncia los males de uno debería igualmente señalar los de todos. Si uno piensa, como es mi caso, que un Gobierno nacionalista en España amenazaría la pluralidad del país… ¿cómo no ver también que un Gobierno nacionalista en Euskadi, Cataluña, Galicia o donde sea amenaza igualmente el pluralismo en tales regiones? A no ser que se entienda el pluralismo como la mera yuxtaposición de homogeneidades…

Por lo demás, estas páginas renuncian de antemano explícitamente a la eternidad que desde luego no merecen. Aunque los auto

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