España contra pronóstico

Miguel Ángel Aguilar

Fragmento

Indice

Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Prólogo: El coste de la no España

I. Constitución reconciliadora

II. El rey que valió. Monarquía funcional

III. Cambio de lealtades en las Fuerzas Armadas

IV. ¿Qué queda de la Iglesia de la concordia?

V. Partidos políticos: competir, cooperar, defraudar

VI. A la calle que ya es hora

VII. Méritos, oportunidades y prestaciones

VIII. Pena de telediario, unos más iguales que otros

IX. Europa como solución y Europa como problema

X. En América: ventajas, afinidades y rencores

XI. Estados Unidos para siempre

XII. Saldrá caro no tener periodismo

Epílogo. Contra la oxidación de las libertades

Sobre el autor

Créditos

Grupo Santillana

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Para Juby Bustamente
ella sabrá por qué

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Prólogo
El coste de la no España

«Todo libro es en cierto modo un exorcismo, una manera de soltar lastre, un intento de dejar atrás una pegajosa fantasía o una insistente pesadilla», escribe El Roto en la introducción a su libro Camarón que se duerme se lo lleva la corriente de opinión. En esa línea conviene advertir sobre lo que las páginas que siguen puedan tener de exorcismo liberador. Pero quieren ser además una incitación a la vigilia, un estímulo contra la somnolencia, un llamamiento frente a la marea de entreguismo, un desafío abierto al pensamiento único, un antídoto contra la resignación, una convocatoria al civismo activo, vigilante, para evitar la oxidación de las libertades que alcanzamos en la Transición y quedaron reconocidas en la carta magna de 1978.

Quieren traer el recuerdo de unos años comprometidos que algunos se empeñan en tergiversar, como si hubieran sido una andadura temerosa, cuando fueron un ejercicio valiente y lúcido para liberarnos. Una ruptura de los pronósticos aciagos sobre nuestra incapacidad de articular la convivencia. Un abandono del visceralismo apasionado en aras de la inteligencia sintiente. Con el propósito de encontrar en esa evocación de los buenos viejos tiempos las energías que requiere el momento presente, donde todo conspira para pedirnos que por nuestra seguridad permanezcamos asustados. Porque los poderes políticos, sociales y religiosos coinciden en sus afanes de difusores del miedo, convencidos de cosechar como resultado docilidades y sumisiones útiles a sus propósitos.

Las reflexiones aquí recogidas parten de la fragilidad de la democracia. Sostienen la reversibilidad de los logros políticos, sometidos como están a la incuria del tiempo cronológico y a la erosión de los agentes de la intemperie causantes de la corrosión y de la herrumbre. Salen al paso del entusiasmo que entre nosotros provocan los desastres, el de 1898 y todos los demás. Alertan contra el regreso al cainismo de las dos Españas machadianas. Se dirigen a esa tercera España, la de los transterrados de Juan Marichal, la España extraterritorial de Arturo Soria y Espinosa que hace más valiosos a quienes la integran. Quieren facilitar un manual de autodefensa comunicativa como el de H. Benesch y W. Schmandt publicado por Gustavo Gili.

El intento que las mueve es el de tomar la salida en una carrera de fondo más reflexiva y más larga que los cien metros de los sprinter. Es decir, de los tres mil caracteres y espacios de una columna de prensa. Pero acusan sin duda su procedencia de un periodista, desertor de la astronomía, con deberes de urgencia que irrumpen sin respeto y dificultan las reflexiones necesarias para un trabajo de más largo aliento. Parten del deber de molestar como si al atardecer de la vida los periodistas fueran a ser examinados sobre su compromiso en la averiguación de la verdad y su servicio al interés genuino de los lectores, aunque para observarlo perturben al poder político, al de los partidos, al de las Comunidades Autónomas, al de los empresarios, al de los sindicatos, al de las confesiones religiosas, al de los clubes o las federaciones deportivas, al de las ONG o al de las organizaciones filatélicas y así sucesivamente.

Teníamos decidido convivir siguiendo el discurso del método, del diálogo. Pero nos hacen preguntas utilizadas como recurso para no responder las nuestras mientras sigue pendiente evaluar el coste de la no España. Desterremos la creencia en pajaritos preñados. Ningún país vive en las condiciones ideales del laboratorio. En todos hay abusos y corrupciones, la diferencia reside en el índice que alcanza, en las consecuencias que genera y en la reacción para sanearlas o la conformidad tolerante para aceptarlas. Aquí lo que se requiere es ejemplaridad de arriba abajo y proclamar el fin de la impunidad.

Mientras, molestar con noticias que alguien está intentando que no se difundan también puede ser un deporte bien retribuido, que ayude a quien presenta un perfil incómodo a prosperar en retribución y jerarquía dentro de su medio. Para ello debe acertar en la elección de sus blancos y que los objetivos que va a abatir coincidan con los que haya designado el mando correspondiente movido por la razón o la arbitrariedad. De forma que infligir molestias a según quiénes puede ser un mérito computable para escalar posiciones.

Sabemos que la independencia más que por el grado de hostilidad al Gobierno o a la oposición se mide por la capacidad del periodista de mantener sus propios criterios, sin sumarse a los entusiasmos o a los odios del medio que lo acoge, ni incurrir en la adhesión inquebrantable al sectarismo del jefe. Mantener una distancia crítica es ingrato y puede generar fuerzas centrífugas que conduzcan al paro. De ahí que se recomiende atender a la dosis. Pero como señala Alan Furst en su novela El corresponsal, «nada como que le disparen a uno si fallan».

El ejercicio aquí intentado surgió

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