A los que vienen

Manuela Carmena

Fragmento

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Cuando hablamos de personajes históricos siempre destacamos sus hazañas, sus logros o derrotas. No solemos saber nada, ni nada se nos dice, de sus intimidades, de lo que pensaron, disfrutaron o padecieron, como nos pasa a todos. Esos hombres y mujeres, los que salen en los libros, fueron también personas, como tú y como yo. Por eso es importante que nos acerquemos a la persona, no solo al rey. Para conocer de verdad al joven Carlos es perfecta una carta muy especial que les escribió a sus padres siendo adolescente aunque recién casado con su esposa, pues como sabemos, en aquellas épocas se casaban a edades muy tempranas.

Carlos III escribió[1]:

Mi muy querido Padre y mi muy querida Madre, me alegraré de que VV. MM. sigan bien, yo y mi mujer estamos perfectamente, gracias a Dios. He recibido una carta de VV. MM. del 15 del mes pasado, por la que he visto cómo gracias a Dios VV. MM. habían recibido dos de mis cartas.

Suponían que cuando recibiera esta carta ya estaría alegre mi corazón y habría consumado el matrimonio; que no me extrañara de que VV. MM. me hablaran así, que a veces las jovencitas no son tan fáciles y que yo tendría que ahorrar mis fuerzas con estos calores, que no lo hiciera tanto como me apeteciera porque podría arruinar mi salud y me contentara con una vez o dos entre la noche y el día, que si no acabaría derrengado y no valdría para nada, ni para mí ni para ella, que más vale servir las señoras poco y de continuo que hacer mucho una vez y dejarlas por un tiempo.

Acerca de lo que remitiera sobre la medida de su altura, diré a VV. MM. que según el retrato que tengo yo de mi hermana no se parecen nada y sin menoscabar a mi hermana ella es mucho más guapa y mucho más blanca. Diré que dispara muy bien y que toma mucho placer de la caza.

VV. MM. me escribían como Padres y como personas mayores y como se habla entre casados cuando hay confianza y que les contara si todo transcurrió bien, si estoy contento y si la encuentro a mi gusto tanto en el cuerpo como en el espíritu y el carácter. Para obedecer a las órdenes de VV. MM. contaré aquí cómo transcurrió todo.

El día en que me reuní con ella en Portella, hablamos amorosamente, hasta que llegamos a Fondi. Allí cenamos y luego proseguimos nuestro viaje sosteniendo la misma conversación hasta que llegamos a Gaeta algo tarde. Entre el tiempo que necesitó para desnudarse y despeinarse llegó la hora de la cena y no pude hacer nada, a pesar de que tenía muchas ganas.

Nos acostamos a las nueve y temblábamos los dos pero empezamos a besarnos y enseguida estuve listo y empecé y al cabo de un cuarto de hora la rompí, y en esta ocasión no pudimos derramar ninguno de los dos; solo diré que acerca de lo que me decían de que como ella era joven y delicada no dudaban de que me haría sudar, diré que la primera vez me corría el sudor como una fuente pero que desde entonces ya no he sudado.

Más tarde, a las tres de la mañana, volví a empezar y derramamos los dos al mismo tiempo y desde entonces hemos seguido así, dos veces por noche, excepto aquella noche en que debíamos venir aquí, que como tuvimos que levantarnos a las cuatro de la mañana solo pude hacerlo una vez y les aseguro que hubiese podido hacerlo muchas más veces pero que me aguanto por las razones que VV. MM. me dieron.

Diré también que siempre derramamos al mismo tiempo porque el uno espera al otro y también que es la chica más guapa del mundo y que tiene el espíritu de un ángel y el mejor talante y que soy el hombre más feliz del mundo teniendo a esta mujer que tiene que ser mi compañera el resto de mi vida.

VV. MM. me decían que aguardaban con impaciencia averiguar si pueden tener nietos pero que tenían miedo de que no sea enseguida, ya que ella no tiene todavía el periodo. Diré a VV. MM. que todavía no lo tiene, pero que según todas las apariencias, no tardará en tenerlo porque empezó hace ya cuatro noches a dejar algunas manchas de esa materia que dicen que precede a lo de tener el periodo; lo cual espero en Dios, en la Virgen y en San Antonio. Mi mujer me ruega que la ponga con la mayor sumisión a los pies de VV. MM.

Señora, ruego a V. M. que abrace de mi parte a todos mis hermanos y hermanas.

Nápoles, a 8 de julio

El más humilde y más obediente de los hijos,

Carlos

¡Caramba, qué carta más curiosa! ¿Se decían los reyes estas cosas? Seguro que muchas veces hemos estudiado en la historia al rey Carlos III, pero probablemente nunca hayamos sabido nada de esta faceta suya de joven dudoso y que comienza a conocer el sexo.

Él fue, sin duda, un rey decisivo para Madrid y probablemente también para toda España. Por eso es muy fácil encontrar estatuas o inscripciones que nos cuenten las cosas que hizo el propio Carlos III. Sin ir más lejos, en la Puerta del Sol tenemos una majestuosa figura suya. En su época, Carlos ya fue un monarca muy moderno. Aunque no dejaba de ser un rey, y en esa época aún se practicaba el poder absoluto, trajo ideas novedosas e intentó —quizá sin todo el éxito que le hubiera gustado—, modernizar nuestro país. Su lema era que había que gobernar, no para la élite, sino para el pueblo; eso sí, sin que el pueblo opinara nada al respecto. Aún quedaba muy lejos la idea de democracia, ¿os dais cuenta?

He repasado los libros que estudian ahora los alumnos de secundaria o de bachillerato y me resulta sorprendente, y no en el buen sentido de la palabra, la forma en la que se estudia Historia. Parece que lo que se quiere es que los alumnos retengan unos meros datos objetivos, secos, fríos y desprovistos de interés humano, como si las vidas de los que nos precedieron no significaran nada. Yo creo que la historia merece ser contada de otra manera, y os aseguro que puede ser apasionante.

MANERAS DE CONTAR LA HISTORIA

Leo en internet que a más de un 60 % de los estudiantes no les gusta estudiar, pero estoy segura, por el contrario, de que a todos esos muchachos y muchachas a los que pretendemos abarrotar la memoria con un montón de datos les gusta, y mucho, aprender cosas nuevas.

Yo creo que la historia merece ser contada de otra manera, y os aseguro que puede ser apasionante.

Aprender sí, estudiar no. ¿Qué pasa? ¿Es que la educación se está olvidando de que lo importante es aprender? ¿Aprender implica siempre estudiar? Parece que en algo nos hemos equivocado si pretendemos formar a la gente obligándola a memorizar datos desconectados de un verdadero aprendizaje. Me explico: los niños chiquitines disfrutan aprendiendo. No hay más que verlos, cómo se esfuerzan en sujetar un objeto, en cogerlo, en tirarlo, en ponerse de pie, en comer ellos solos, en andar, en hablar…

Entonces, ¿qué diablos pasa? Puede que la clave esté en que cuando nos hacemos un poco mayores empezamos a ir a la escuela y se nos olvida que lo importante no es estudiar sino aprender. Es decir, se nos olvida que cualquier aprendizaje tiene que estar conectado con nosotros como seres humanos. Cuando un niño aprende a andar está aprendiendo a

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