China

Henry Kissinger

Fragmento

Índice

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Cubierta

Prefacio

Nota sobre la ortografía china

Prólogo

1. La singularidad de China

2. La cuestión del kowtow y la guerra del opio

3. De la preeminencia a la decadencia

4. La revolución permanente de Mao

5. La diplomacia triangular y la guerra de Corea

6. China se enfrenta a las dos superpotencias

7. Diez años de crisis

8. El camino hacia la reconciliación

9. La reanudación de las relaciones: primeros contactos con Mao y Zhou

10. La semialianza: conversaciones con Mao

11. El fin de la era de Mao

12. El indestructible Deng

13. «Tocar el trasero del tigre»: la tercera guerra de Vietnam

14. Reagan y la llegada de la normalidad

15. Tiananmen

16. ¿Qué tipo de reforma? La gira de Deng por el sur

17. Los altibajos en el camino hacia otra reconciliación: la era Jiang Zemin

18. El nuevo milenio

Epílogo: ¿La historia se repite? El informe Crowe

Notas

Biografía

Créditos

Acerca de Random House Mondadori

Prefacio

Para Annette y Óscar de la Renta

Prefacio

Prefacio

Hace casi cuarenta años, el presidente Richard Nixon me concedió el honor de enviarme a Pekín para restablecer el contacto con un país clave en la historia de Asia, con el que Estados Unidos no había tenido relaciones de alto nivel en más de veinte años. El inicio del contacto tenía como objetivo principal que el pueblo estadounidense viera una panorámica de paz que trascendiera las penalidades de la guerra del Vietnam y las alarmantes perspectivas de la guerra fría. Por su parte, China, aunque aliada técnicamente con la Unión Soviética, necesitaba espacio de maniobra para oponer resistencia al temido ataque de Moscú.

Durante aquel período me desplacé a China en más de cincuenta ocasiones. Al igual que muchos otros visitantes a lo largo de los siglos, acabé admirando al pueblo de este país, su fuerza, su sutileza, su sentido familiar y la cultura que representa. Por otro lado, durante toda mi vida he reflexionado sobre la paz, en gran parte desde la perspectiva de Estados Unidos, y he tenido la suerte de poder conjugar estas dos líneas de pensamiento en mi función de alto cargo de la administración, de transmisor de mensajes y de erudito.

Esta obra, basada en parte en conversaciones con dirigentes chinos, intenta explicar la forma conceptual en que los chinos se plantean los problemas de la paz, la guerra y el orden internacional, y su relación con el enfoque estadounidense más pragmático, que los aborda caso por caso. Las distintas historias y culturas a veces aportan conclusiones divergentes. No siempre estoy de acuerdo con la perspectiva china, lo mismo les ocurrirá a los lectores. Pero es necesario comprenderla, porque China ejercerá una función muy importante en el mundo que empieza a vislumbrarse en el siglo XXI.

Desde la primera visita que efectué a este país, China se ha convertido en una superpotencia económica y en un importante factor en la configuración del orden político mundial. Estados Unidos se ha impuesto en la guerra fría. La relación entre China y Estados Unidos ha pasado a ser un elemento clave en la meta de la paz y el bienestar mundial.

Ocho presidentes de Estados Unidos y cuatro generaciones de dirigentes chinos han llevado esta delicada relación con una gran coherencia, teniendo en cuenta las diferencias en los puntos de partida. Ni una parte ni otra ha permitido que sus respectivos legados históricos o sus diferentes concepciones del orden interno interfieran en su relación, básicamente colaboradora.

Ha sido un camino complejo, pues ambas sociedades consideran que representan valores únicos. La excepcionalidad estadounidense es propagandista. Mantiene que este país tiene la obligación de difundir sus valores por todo el mundo. La excepcionalidad china es cultural. China no hace proselitismo; no reivindica que sus instituciones tengan validez fuera de China. Sin embargo, el país es el heredero de la tradición del Reino Medio, que clasificó de manera formal el resto de los estados en distintos niveles tributarios basándose en su aproximación a las formas culturales y políticas chinas; en otras palabras, aplicó un tipo de universalidad cultural.

El libro tiene como núcleo básico la interacción entre los dirigentes chinos y estadounidenses a partir de la creación en 1949 de la República Popular de China. Desde el gobierno y fuera de él, he mantenido mis archivos de las conversaciones celebradas con cuatro generaciones de dirigentes chinos, y a estos documentos he recurrido como fuente principal para la redacción de la obra.

No podría haber escrito este texto sin la ayuda eficaz y la dedicación de una serie de colegas y amigos que me han permitido abusar de su generosidad.

Schuyler Schouten se convirtió en alguien indispensable en mi tarea. Lo conocí hace ocho años, cuando John Gaddis, profesor de Yale, me lo recomendó diciéndome que era uno de sus alumnos más aventajados. Cuando inicié el proyecto, le pedí si podía conseguir dos meses de permiso en el bufete en el que trabajaba. Lo hizo y se implicó tanto en el proceso que siguió la obra hasta su finalización, un año después. Schuyler se hizo cargo de buena parte del trabajo de investigación. Echó una mano en la traducción de textos chinos y se comprometió por completo en las agudas implicaciones de otros escritos más delicados. Trabajó incansablemente en la redacción y en la fase de corrección de pruebas. Jamás había contado con la colaboración de un investigador mejor que él, y en contadas ocasiones con alguien de su talla.

La

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