Amos del mundo

Juan Carlos Castillón

Fragmento

1
Noviembre de 2004: el hombre más poderoso del mundo es escogido entre dos candidatos de una misma logia

TIM RUSSERT: Ustedes dos pertenecen a Skull and Bones, una sociedad secreta de Yale. ¿Qué nos dice eso?

JOHN KERRY: Uy, no mucho, porque es un secreto. [Risas del público].

Meet the Press, 31 de agosto de 2003,
entrevista con el candidato a la presidencia John Kerry.

TIM RUSSERT: Ustedes dos pertenecen a Skull and Bones, la sociedad secreta.

GEORGE W. BUSH: Es tan secreta que no podemos hablar sobre ello.

RUSSERT: ¿Qué significa eso para América? Los teóricos de la conspiración se van a volver locos.

BUSH: Seguro. No lo sé. Aún no he visitado el website. [Risas del público].

Meet the Press, 8 de febrero de 2004,
entrevista con el presidente George W. Bush.

Recuerdo la fecha exacta en que comencé a escribir este libro, el 3 de noviembre de 2004, el día en que se confirmó la victoria de George W. Bush en las elecciones presidenciales estadounidenses. Hijo de presidente y nieto de senador, George W. Bush era confirmado como el hombre más poderoso del mundo. Hasta ese momento yo había estado esperando a ver si tenía o no que sentarme a revisar un texto anterior, dedicado a la historia más reciente de los Estados Unidos. Fui así uno de los pocos españoles que tuvo motivos de alegrarse por la victoria republicana. A pesar de lo mucho que se parecía a su rival, una victoria de John Kerry, el rival de Bush, me hubiera obligado a reescribir una buena parte de aquel otro libro.

Las elecciones presidenciales estadounidenses de 2004 fueron el escenario del enfrentamiento de dos millonarios que habían heredado sus fortunas, crecido en el privilegio, graduado en Yale y eran miembros de una misma sociedad secreta —la fraternidad Skull and Bones (Calavera y Huesos)—. Para completar el paralelismo entre ambas candidaturas, los dos aspirantes a la vicepresidencia estadounidense —Richard Dick Cheney y John Edwards— habían asistido en su día a reuniones del grupo Bilderberg.

Los dos candidatos eran suficientemente parecidos en sus orígenes como para que sus declaraciones sobre los Skull and Bones fueran intercambiables. De haber ganado Kerry habría sido el cuarto miembro de esa sociedad electo como presidente de los Estados Unidos, y el primero en serlo en una candidatura demócrata. Todos los demás presidentes procedentes de esa sociedad, William H. Taft, en el siglo XIX, y los dos miembros de la familia Bush, han sido republicanos.

La misma semana de las elecciones estadounidenses la portada del Nouvel Observateur francés, una revista seria y responsable, estaba dedicada a los escándalos de la masonería en Niza: «[Se] plantea de nuevo el problema de la influencia de la francmasonería en el buen funcionamiento de la justicia».

Ese mismo mes la portada de la edición española de FHM, el tipo de revista que no necesita ser leída para ser disfrutada, ofrecía en portada una foto de la actriz Alissa Milano en una postura más que atractiva, un consejo que pocos debieron de seguir —«Mírala a la cara»— y la información de que a Lady Di la habían matado los extraterrestres. La noticia sobre Lady Di procedía de un artículo sobre las conspiraciones. Era una noticia estúpida. Los que siguen de cerca conspiraciones y tesis conspirativas creen —en realidad «saben»— que a Lady Di la mató el Mosad, en complicidad con el MI-5, por encargo de la familia real británica. Tesis improbable pero que nos recuerda la poca gente que acepta en Inglaterra que Lady Di muriese de accidente: una encuesta del London’s Evening Standard, efectuada el año 2004, indicaba que el 43 por ciento de los 4.170 encuestados creía que Diana había sido asesinada.

Un mes antes la portada de Clio, una revista quizá menos seria que Le Nouvel Observateur, pero que supongo más seria que FHM, estuvo dedicada a los amos del mundo con una portada llena de símbolos masónicos, extraídos del diseño de un billete de dólar. No he leído el artículo pero supongo que hace notar que ese billete lleva impreso el año en que se creó la Orden de los Illuminati, 1776. Algo que es cierto y sería incluso sospechoso si aquel año no hubieran pasado otras cosas que justificaran su presencia en ese billete, como —es posible que también eso haya influido en el diseño del billete— la independencia de los Estados Unidos.

Basta con echar una ojeada a cualquier mesa de novedades en una gran librería para ver una veintena de títulos directa o indirectamente ligados con tesis conspirativas. Libros sobre el servicio secreto vaticano o sobre los masones. A veces puede verse uno escrito por un historiador serio, veo uno de César Vidal, pero está rodeado por una veintena de libros sobre templarios, novelas populares sobre secretos medievales, guardados durante siglos por oscuros grupos de neotemplarios, o sobre reyes merovingios descendientes de Cristo, Illuminati, conjuras y secretos centenarios que siempre incluyen suficientes elementos cultos —los más sencillos y fáciles de identificar— para que el autor de la faja que rodea el libro pueda compararlo con Umberto Eco o Dan Brown, y a veces incluso con los dos en una misma frase.

Las conspiraciones, o en su defecto las tesis conspirativas, nos rodean. ¿Qué es una conspiración? ¿Qué es una tesis conspirativa? Conspiración viene del latín conspirare, «respirar juntos». Desventajas de haber heredado una biblioteca básicamente francesa, puedo saber en qué momento apareció en el idioma de nuestros vecinos mejor que en el nuestro. Conspiration aparece durante el siglo XII, alrededor del año 1160. Conspirateur, con el sentido de celui qui maquine (el que maquina) fue usado por primera vez en 1302. A partir del siglo XVI un conspirador pasa a ser no sólo el que maquina sino el que lo hace contra el poder. Por su parte, para la Real Academia Española conspiración es: 1. f. Acción de conspirar (unirse contra un superior), y 2. f. Acción de conspirar (unirse contra un particular).

Conspirare, originalmente «respirar juntos», implica cercanía, incluso intimidad. Hace falta realmente compartir mucho, la existencia de una complicidad profunda, para que dos o más personas coincidan en los riesgos que implica la definición del artículo 17 del código penal español de 1995: «La conspiración existe cuando dos o más personas se conciertan para la ejecución de un delito y resuelven ejecutarlo». A pesar del más común de sus usos actuales, el término no tenía connotaciones negativas en la Antigüedad clásica. La primera acepción de conspiratio que aparece en mi diccionario de latín-español es «acuerdo», «unión». Mi viejo Vox, recuerdo de un bachillerato de letras que aún incluía el latín, lista como primeras acepciones del verbo conspiro «concordar», «armonizar», «estar de acuerdo» (

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