Macrismo explícito

Gustavo Sylvestre

Fragmento

PRÓLOGO

Mauricio Macri se anima a hablar de Perón. Sale del esquema partidario o de actos públicos y se da “un baño de peronismo”, rodeado de la liturgia peronista, hasta el bombo del Tula está presente, para celebrar el 1 de mayo. Impensado hasta hace pocos meses.

Hay un nuevo Macri en el poder. Más envalentonado. Que cambió durante el primer año y medio de mandato presidencial la forma de ser y hasta de gobernar, muy distinta a la que tenía como jefe de Gobierno porteño.

Macri presidente se ha rodeado de muchos amigos. Algunos ya no están. Ha depositado todo el esquema de poder en tres personas, que son la luz de sus ojos: Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. Ha dejado en el camino a colaboradores históricos, que han pasado a ser “las Viudas de Macri” porque no estaban de acuerdo con el nuevo estilo de gobernar, mucho más cercano al estilo denunciador de Elisa Carrió, que al tradicional de Ondas de amor y paz que supo cultivar el Pro hasta que llegó a la Casa Rosada.

Macri ya no siente que se lo subestima. Ahora es el presidente de la Nación, un cargo al que llegó “por voluntad propia” y sin necesitar de la ayuda de su padre Franco. Si hasta se permite provocar a periodistas amigos diciéndoles “¿Viste que llegué?”, “A la presidencia llegué solo, sin la ayuda del viejo” y otras frases por el estilo. Incluso lo manda al frente a Franco y le tira toda la responsabilidad por las offshore que descubrieron los Panamá Papers.

Porque Macri siente que por primera vez en su historia se ha sacado de encima el estigma de ser el hijo de Franco, aunque los negocios del padre y la familia le hayan traído dolores de cabeza en este año y medio de gobierno y, daría la impresión, todavía le puedan ocasionar algún que otro conflicto de intereses como los que se han denunciado hasta el momento.

También Macri ha comenzado a disfrutar el poder. Se siente cómodo en ese nuevo rol provocador, de atacante, fuera del área defensiva en la que jugó en los años anteriores a que la voluntad popular lo depositara en la Rosada. Y ya piensa en el segundo mandato, obsesión de todo aquel que llega a la presidencia.

Muchas de las promesas de campaña han quedado en el camino y hay varias contradicciones entre lo que anunció que haría y lo que hizo. Aunque el plan de gobierno esté claro: ya no una Argentina inclusiva, para todos, sino la búsqueda de una Argentina más selectiva que en el camino puede dejar a muchos afuera.

En este año y medio se han abandonado muchos planes que justamente llegaban a los sectores más vulnerables de la sociedad, en pos del tan mentado “ajuste del Estado”. Sin embargo, el presidente incrementó la burocracia estatal en un 25% desde que llegó al poder.

La protección mediática de la que ha gozado todo este tiempo le ha permitido al gobierno la construcción de un relato, muchas veces alejado de la realidad, pero que es tolerado y hasta “comprado” por aquellos sectores que siguen siendo la base de sustentación política del gobierno, entre los cuales se encuentran grandes medios de comunicación. No importan ahora las denuncias sobre supuestos hechos de corrupción que salpican al gobierno. Ni tampoco los más de 91 funcionarios investigados por posible conflicto de intereses.

En este nuevo relato aún importa el pasado; la demonización que a diario se pueda hacer de la figura de la ex presidenta Cristina Kirchner y de todo aquello que huela a kirchnerismo. Si hasta han desafiado a los gremialistas docentes, los mismos que le hacían paro a Cristina o a Daniel Scioli, a “que digan si son kirchneristas”. Lo mismo le cabe a aquellos jueces o fiscales que se animan a investigar al poder. Si lo hacen, seguramente son kirchneristas. Si por el contrario, investigan, aunque no haya pruebas, el pasado, son jueces y fiscales independientes. La “doble vara” está a pleno en la justicia argentina.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación, que en los últimos doce años ganó en legitimidad e independencia, sorprendió en mayo a los argentinos con un fallo que aceleró la liberación de un genocida, basándose en la polémica ley ya derogada, del 2x1. El máximo tribunal insinuó también acoplarse al “tiempo de época” donde la política de derechos humanos, que parecía haberse integrado como cuestión de Estado que ningún gobierno se animaba a tocar, hoy es criticada desde el poder.

Cambiemos ha provocado también en esto, y varios de sus miembros han llevado a la primera portada un negacionismo histórico inconcebible sobre lo que pasó en las más cruel dictadura que vivió el país.

El presidente, frente a causas judiciales que se abren en su contra, se muestra molesto y dice que los fiscales “investigan demasiado en su vida”, y pide desde el púlpito de la Casa Rosada, volver a “fojas cero” con un expediente que lo perjudicaría, como fue el escandaloso acuerdo del Correo Argentino. Algo pocas veces visto en la Argentina.

Hay jueces que buscan condenar sin pruebas, y otros que con evidencias arriba de la mesa, se obligan a cerrar rápidamente causas que pueden “molestar” al poder.

Hay funcionarios del gobierno “sospechados” que son rápidamente apartados (y después devueltos a la función) y otros que por cercanía a Macri permanecen en el cargo pese a los cuestionamientos, porque al Presidente “no le preocupan las denuncias en su contra”.

Todo lo que antes, cuando estaban en el llano, era malo para la Argentina, ahora que les toca gobernar y enfrentarse a situaciones que antes criticaban, parece ser bueno, o al menos, no merece ser tenido en cuenta.

La “lluvia de inversiones” anunciada desde el primer día de gobierno; “el segundo semestre”; “la luz al final del túnel” y “los brotes verdes” prometidos para la reactivación de la economía argentina no se han visto y no se ven.

Los funcionarios pueden decir cómodamente “nos equivocamos”, “esa te la debo”, “la grasa militante”, “estamos aprendiendo sobre la marcha”, sin que nadie se ponga colorado, y sin tener en cuenta a cuántos afectan con las equivocaciones.

Ahora el ajuste o el aumento de tarifas pasa a ser un “sinceramiento”; la inflación galopante o la devaluación inicial que afectó a los precios, un “reacomodamiento” y la ayuda a amigos o familiares para que blanqueen fortunas en el exterior o bienes no declarados, una “amnistía fiscal”. Las “feas palabras” que antes eran usadas a granel cuando estaban en la oposición, ahora son “suavizadas” en nuevos eufemismos para tapar una realidad dura.

La oposición política, que en el pasado no dudaba en bombardear con denuncias, ahora se ha transformado en “oposición responsable”, permitiéndole al gobierno la aprobación de numerosas leyes, olvidándose de su verdadero rol y muchos hasta de los orígenes partidarios por los cuales llegaron a una banca en el Congreso Nacional.

Bienvenidos al Macrismo explícito, donde la hasta más dura realidad, puede ser transformada en algo positivo o esperanzador, por el

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