Las fronteras de Ulises

Rafael Vilasanjuán

Fragmento

Introducción

Introducción

El 2 de septiembre de 2015 la insoportable imagen del cadáver del niño sirio Alan Kurdi, devuelto por las olas a la orilla de una playa turca, generó estupor y una explosión de sentimientos fraternales, pero desgraciadamente su efecto fue efímero. Ni la contundencia de las imágenes, ni el testimonio de las organizaciones sociales, ni las imágenes de miles de fotógrafos y periodistas pudieron cambiar la dinámica imperante y poner los derechos humanos por delante del de los estados. O lo que es lo mismo: que franquear las fronteras de Europa no sea una acción de vida o muerte, ante la indiferencia colectiva.

Un lustro después, cuando la memoria ya se había transformado en olvido, justo cuando se cumplían cinco años de la imagen de aquel cadáver inocente tendido en la arena, otro mes de septiembre, pero ahora de 2020, el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, ardía en llamas. Las imágenes también dieron la vuelta al mundo, volviendo a cuestionar la negligencia que convierte la vida de los refugiados en un infierno.

También había niños y menores entre los miles de personas confinadas en aquel campo, atrapadas, sin poder dar un paso hacia adelante y sin capacidad de regresar. Nada ha cambiado. Solo ha pasado el tiempo, cinco años. La primera ola de llegadas pilló a Europa desgarrada por las secuelas de una crisis económica y otra de identidad fomentada por nacionalismos radicales. Ahora, con el continente desconcertado por un virus que no venía entre inmigrantes o refugiados, la epidemia de COVID-19 ha acabado postergando cualquier propuesta que defina algún camino de esperanza a quienes han viajado en busca de protección, y que al final solo han logrado trasladarse de un infierno a otro.

Cuando imaginaba este libro solo pensaba en la manera de poner orden y dar cierta lógica a la multitud de preguntas que despiertan cada una de esas imágenes. Desde la razón por la que las personas se mueven en busca de nuevas oportunidades hasta las causas que originaron el éxodo masivo de Siria en 2015. El vacío que provoca la respuesta a todas esas cuestiones señala la actitud negligente hacia la afluencia de refugiados a Europa en un momento crítico. La idea inicial era entender el fracaso, el porqué de las respuestas tan distantes a la lógica que reclama ayudar a otra persona cuando su vida está en peligro. Para superar la dinámica que nos lleva a ser solo espectadores de un drama que no nos debería parecer ajeno, he intentado encontrar pistas en la historia, en la cultura, en la manera en la que hemos ido construyendo este mundo que consideramos libre, pero a la vez salvaje, capaz de entregarse a una crueldad que decide quiénes pueden seguir con vida y quiénes no.

Lo que sigue en estas páginas es un viaje por todas estas preguntas y por algunos de los paisajes que nos las han traído, con la intención de ayudar a pensar en otras respuestas y a frenar este impulso que nos empuja a la barbarie.

He imaginado el camino de los refugiados como el regreso a Ítaca de Ulises en la Odisea, después de la guerra de Troya, disputada en lo que hoy es Turquía. El viaje de los que han ido saliendo de aquellas playas sigue su rastro, surcando las mismas aguas y recalando en las islas que fueron la cuna de donde emergió la cultura que siglos más tarde acabaría dando sentido a lo que ahora somos. Ulises tardó diez años en volver a casa, después de superar todo tipo de obstáculos y barreras para encontrar finalmente el descanso. La Odisea es la evocación del viaje vital y de la fuerza para sobrevivir a las dificultades naturales y divinas con que se topó por el camino. En los cinco años que han transcurrido desde las primeras llegadas, los refugiados han encontrado multitud de otras barreras. No son divinas sino humanas: desde la crueldad de la guerra hasta la indiferencia de una sociedad que los rechaza. Cuestionarlas ante su sufrimiento es la intención que me ha llevado a escribir estas páginas.

Cronología de una crisis

Cronología de una crisis

1990

La Unión Europea toma una de las medidas de mayor calado entre los Estados miembros al aprobar el Acuerdo de Schengen, que suspende los controles entre países de la Unión. Se levantan fronteras y se armonizan medidas de visados, asilo y cooperación policial y judicial. Europa se convierte en un espacio libre de barreras internas.

A partir de este acuerdo, la Unión Europea aprueba el Reglamento de Dublín, que determina que las solicitudes de asilo serán tramitadas en los países de llegada, es decir, en el primer país donde el refugiado entre al continente.

España construye la valla en Ceuta para reforzar las fronteras y evitar la entrada de inmigrantes. Es la primera en todo el territorio común de la Unión Europea.

1991

Con la entrada de España en el espacio Schengen, a cambio de suprimir las fronteras interiores pasa a realizar los controles de las fronteras exteriores, convirtiéndose en el guardián de la Unión Europea con África, dado que es el único país con fronteras con este continente.

1992

Se aprueba el Tratado de Maastricht, que fija el concepto de ciudadanía europea —y, por defecto, también el estatus de todos aquellos que no son ciudadanos—, al tiempo que marca las líneas de la política exterior y de seguridad común.

España y Marruecos firman un acuerdo para regular la circulación y el tránsito de personas entre ambos países con el objetivo de controlar el flujo migratorio clandestino. Será el proyecto piloto que dará la pauta para firmar un acuerdo similar entre la Unión Europea y Turquía durante la salida de los refugiados sirios, en 2016.

1997

Se firma el Tratado de Amsterdam, que amplía competencias de la Unión Europea en materia de asilo y migraciones.

1998

Se construye la valla en Melilla y se termina todo el perímetro de Ceuta.

2000

Entra en vigor la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que garantiza el derecho de asilo en los países de la Unión y obliga a todos los países que se incorporen posteriormente a aceptarla y cumplirla.

Se firma el Acuerdo de Cotonú con el fin de reducir la pobreza en África mediante políticas de desarrollo sostenible. La Unión Europea establece por primera vez la condicionalidad de la ayuda a la cooperación con los países firmantes, e introduce una cl

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