Otra política es posible

Ignacio Urquizu

Fragmento

Introducción

Introducción

Toda obra debe justificarse. Es decir, ¿cuál es la motivación última de las páginas que vienen a continuación? El lector de este libro no está ante un trabajo académico resultado de años de investigación donde se ponen a prueba un conjunto de teorías e hipótesis. Más bien, este libro se inspira en otras obras similares que considero que han enriquecido nuestro debate público. Citaré sólo dos: Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política, de Michael Ignatieff, [1] y Contra todos los enemigos, de Richard A. Clarke.[2] En estos dos libros encontramos a académicos y expertos que pasaron por la política y narran su experiencia, aunque lo hacen con cierta sensación de fracaso. Es quizá en este último punto donde intentaré distinguirme de ellos, aunque en este libro persigo algo similar a los objetivos de Ignatieff y Clarke: combinar mi corta experiencia en política con todo aquello que sabemos desde la academia.

En las siguientes páginas el lector va a encontrar un ensayo donde combino al doctor Jekyll y al Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson, al político y al científico de Max Weber. Este tipo de contribuciones me parecen útiles tanto para quienes operan en el sistema político como para los académicos y analistas que lo estudian. Aunque mi experiencia política no es muy extensa, en poco tiempo he asistido no sólo a múltiples crisis (una grave parálisis institucional, una de las mayores crisis internas del Partido Socialista Obrero Español y una pandemia mundial que no se producía desde hace cien años), sino que además lo he hecho desde los distintos niveles de nuestro sistema político: diputado en el Congreso por la provincia de Teruel, diputado en las Cortes de Aragón y alcalde de Alcañiz (Teruel). Por lo tanto, he tenido el privilegio de asistir a momentos excepcionales de nuestro país en las últimas décadas desde diferentes posiciones y todo ello tras haber tenido una trayectoria académica como científico social.

Y como decía anteriormente, a diferencia de Ignatieff y Clarke, no tengo una sensación de fracaso. Es cierto que en 2019 no pude revalidar mi escaño en el Congreso de los Diputados por la provincia de Teruel por decisión de la dirección federal de mi partido. Prescindieron de mi presencia en las listas electorales a pesar de haber contado con el respaldo del 90 por ciento de la militancia socialista de la provincia de Teruel y teniendo también el aval de mi federación. No obstante, siempre he ejercido mi vocación política desde la lealtad a mi organización y nunca he cuestionado la decisión que adoptó el «aparato». Entiendo que las formaciones políticas están por encima de las posiciones particulares. Nunca he pensado en la política como una actividad individual. Por ello, siempre he intentado ayudar a mi organización cuando así se me ha requerido.

Además, la salida de la política nacional me ha abierto todo un mundo que desconocía: la gestión municipal. Alcancé la alcaldía de Alcañiz (segundo municipio en tamaño de la provincia de Teruel) tras ganar en una ciudad donde el Partido Socialista no lo hacía en unas elecciones municipales desde hacía treinta años, siendo el segundo alcalde de la democracia con mayor número de votos y más que doblando el apoyo electoral del PSOE respecto a cuatro años antes. Dicho en otras palabras, no sólo he conocido la derrota política, sino también una victoria que nadie esperaba. Para alcanzar la alcaldía construimos una coalición de gobierno muy transversal y plural, gobernando al mismo tiempo con un partido a nuestra izquierda (Izquierda Unida) y otro a nuestra derecha (Ciudadanos). Así, la política municipal me ha permitido todo un «laboratorio» donde poner en práctica otra forma de hacer política a la que venimos observando en el escenario nacional desde 2015.

Es por ello que todas las experiencias que he vivido, desde que entré en política en 2015, me invitan a pensar que hay otra manera de ejercer la responsabilidad política. Considero que es posible huir de la polarización y la crispación, obteniendo además la recompensa de la confianza por parte de la ciudadanía. Nos estamos acostumbrando a la demonización del adversario, a los posicionamientos extremos y a la negación del que no piensa como nosotros. En cambio, este libro es un ensayo que defiende todo lo contrario: ponerse en el lugar de los demás para tratar de alcanzar los puntos de acuerdo. De hecho, siempre he considerado que la empatía es una característica que debería tener cualquier político que aspire a alcanzar la confianza ciudadana. Si echamos la mirada atrás, veremos que es una forma de hacer política que han practicado muchos dirigentes de nuestro país, aunque mientras la ejercieron gozaron de la incomprensión de los propios y de la persecución de los adversarios. Eso sí, la ciudadanía se veía reconocida en ellos. Volveré sobre algunos ejemplos de esto último a lo largo de los próximos capítulos. En definitiva, hay otra forma de hacer política y la defensa de esta forma es lo que va a encontrar el lector en las siguientes páginas.

Pero antes, recapitulemos un poco. El 21 de mayo de 2017, el Partido Socialista Obrero Español celebró una de sus primarias más competidas, en las que quizá el nivel de enfrentamiento interno había sobrepasado lo necesario. Había fundamentalmente dos candidaturas en disputa, aunque se mezclaban muchas cuestiones. La inmensa mayoría de los analistas habían simplificado la decisión entre dos dirigentes: Pedro Sánchez y Susana Díaz. Pero lo cierto es que los socialistas nos jugábamos bastantes más cosas que el liderazgo. Así lo expresé en un artículo que publiqué en El País el 11 de mayo de 2017. El texto decía lo siguiente:

Con las tres candidaturas, los socialistas estamos decidiendo sobre tres cuestiones fundamentales.

La primera de ellas es la forma de hacer política. Muchos analistas y representantes políticos todavía no entienden cómo debemos dirigirnos a una sociedad que está mucho más informada y formada que hace unas décadas. Si los que nos escuchan saben más, la consecuencia debería ser una mayor exigencia sobre nosotros mismos. Por ello, cada vez que utilizamos un argumento simplista, una parte de la ciudadanía duda de nosotros y nos resta credibilidad.

Algo de esto hay detrás del «no es no». Cuando se reflexiona sobre ello, vemos que, dado nuestro modelo de investidura y la fragmentación actual del parlamento, la única posibilidad que existe para que el PSOE pudiese votar que no y hubiese un gobierno en este país es que el PP obtuviese por sí mismo 176 escaños. O dicho de otra forma, la principal consecuencia del «no es no» es votar tantas veces como sean necesarias hasta que el PP obtenga una mayoría cómoda. De hecho, las encuestas de septiembre de 2016 apuntaban esta tendencia. Todas las estimaciones del PSOE estaban entre el 21 y el 22 %, el mismo resultado o por debajo del que obtuvimos en las elecciones de junio. En cambio, el PP mostraba un ligero ascenso, situándose en algunas estimaciones en el 35 %. La ciudadanía es mucho más inteligente de lo que presuponemos. Si los políticos no éramos capaces de desbloquear la situac

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