Policia CDMX

Andrés M. Estrada

Fragmento

Título

Prólogo

La percepción de los policías en México se resume en unas cuantas palabras: autoritarios, prepotentes, corruptos e ignorantes. Es el estigma que los cubre. Todos son iguales. Al verlos en las calles a bordo de sus patrullas, parados en una esquina de la capital del país o resguardando algún inmueble público o privado, generan una sensación de miedo, burla o desprecio.

Su imagen ha dejado de representar autoridad y respeto. Si es que alguna vez lo han tenido. Los ciudadanos les llaman cerdos, tiras, puercos, polis, marranos, policletos, pitufos… un sinfin de sinónimos despectivos. Son individuos desprendidos de su valor humano. Cosificados.

No es para menos, la historia de la policía tiene un pasado y un presente oscuro. Una y otra vez se dan a conocer historias de agentes coludidos con la delincuencia; los que abusan de los derechos humanos de los ciudadanos; quienes extorsionan y roban. Los demonios vestidos de azul.

Pero también existen elementos que tienen una verdadera vocación de servicio para apoyar a la población. Incluso algunos han dado su vida por salvaguardar la integridad de las personas. En la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (SSC CDMX) hay buenos y malos elementos. Héroes y demonios. Poco se conoce de ellos.

Los medios de comunicación, reporteros y periodistas rara vez se han enfocado en indagar qué hay bajo el uniforme y la placa de quienes son los encargados de procurar justicia. Ser policía no es fácil. Se enfrentan a tres fuegos: la delincuencia, las autoridades que los rigen y la misma ciudadanía.

Pocos lo saben, pero dentro de la institución impera una corrupción voraz que carcome todos los días al sistema de seguridad pública. Es una práctica a la que se le conoce como entres: un sistema de cuotas que se les exige a los policías de los escalafones más bajos, arraigado desde antes de la llegada del personaje favorito de la policía en México de los setenta y ochenta, Arturo el Negro Durazo Moreno. Los jefes y mandos extorsionan a sus subordinados para que puedan trabajar, tener una patrulla, una motocicleta o un uniforme a su medida; les cobran por las balas que usan o para arreglar su armamento; para no ser enviados a los peores servicios y para no ser arrestados, porque sí, también los policías son privados de su libertad (por 12, 24 y hasta 36 horas) muchas veces de manera injusta. Otros oficiales se sinceran y reconocen que son partícipes de la corrupción y cómo esto ha dañado a la policía.

Los entres no sólo salen de los bolsillos de los uniformados, sino de los ciudadanos que son coaccionados en las calles de la Ciudad de México. Aunque en muchas ocasiones, para que exista esta corrupción debe haber quien ofrezca, pida o dé. Se trata de un 50 y 50 por ciento.

En la institución también hay demonios que vuelan, son los policías que aparecen en la nómina, pero son fantasmas en los servicios. Registran su asistencia en las fatigas (listas), y el arreglo consiste en que los jefes se quedan con los sueldos de cada quincena mientras los uniformados gozan de las prestaciones laborales, seguro, aguinaldo y más. Son aviadores.

Hay agentes que tienen el valor de denunciar todo este sistema corrupto, pero muchas veces son víctimas de hostigamiento laboral y destitución por ello. Otros hablan sobre la colusión de mandos con la delincuencia y arreglos para la protección de fechorías; hablan de cómo no sólo se maquilla la incidencia delictiva en las carpetas de investigación, sino describen la tarea (imaginaria) de ciertos agentes encargados de batear delitos afuera de las agencias y así desalentar la denuncia por parte de los ciudadanos.

La violencia de género dentro de las corporaciones policiales es un tema que destapa el acoso, abuso y hostigamiento hacia las mujeres policías. Los bajos instintos de los mandos y algunos compañeros salen a relucir a través de favores sexuales que se les exigen a las mujeres. A cambio obtienen privilegios, ascensos o un trabajo cómodo. Aquellas que se niegan a acceder son castigadas, las mandan a las labores más difíciles, les tocan las jornadas más largas. De esa manera las presionan, para hacerles saber que ésa es la regla para tener un mejor ambiente laboral. Si denuncian son fustigadas y cambiadas de servicio a los lugares más lejanos de la CDMX, donde los traslados son largos, pues la mayoría de ellas vive en el Estado de México.

Otro problema al que se enfrentan las mujeres policía es que al embarazarse los mismos jefes que antes las acosaban toman revancha por no acceder a sus apetitos sexuales, entonces son enviadas a los peores servicios y luego arrestadas. Es decir, sobreviven en una institución con una cultura machista que las tiene sometidas.

En la policía no sólo hay demonios, también existen los héroes azules que relatan cómo han enfrentado a la delincuencia, sacando a violadores y secuestradores de las calles; y sobre ciertos rescates de víctimas y más. Algunos han sido condecorados. Otros no. También hablan de sus temores, de cómo corren el mismo peligro que el resto de los capitalinos al momento de despojarse del uniforme, la placa y estar de civil. Son víctimas de homicidios, de la delincuencia, de odios y venganzas. De igual forma existen casos de depresión y ansiedad que padecen algunos policías por sus labores en la SSC CDMX.

Policía CDMX. Héroes y demonios no sólo es una obra que retrata la vida de los uniformados, también recaba los testimonios de personas que fueron víctimas de la fabricación de delitos por parte de algunos agentes. Chivos expiatorios que tuvieron la mala fortuna de encontrarse en la hora y el lugar inadecuados. Algunos lograron ser absueltos. Otros aún purgan condenas a pesar de las pruebas que demostraban su inocencia. Los policías perpetradores gozan de impunidad y andan en la calle en busca de más víctimas. Algunos oficiales que se oponen a esta fechoría cuentan cómo los mandos ordenan cuadrar los delitos, y explican el modus operandi de la SSC CDMX, coludida con ministerios públicos y a veces con delincuentes. Así encarcelan inocentes justificando el combate a la delincuencia o los extorsionan con amenazas. Pero también hay policías que son víctimas del mismo sistema y están encarcelados de manera injusta, y la institución lo muestra como una supuesta limpia de malos elementos.

El Señor Equis (un policía al que por motivos de seguridad he llamado así) nos lleva a través de un recorrido a bordo de su patrulla por la región tenebrosa de una de las colonias más peligrosas de la capital del país, la Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, en Iztapalapa. Él narra cómo los homicidios, asaltos y violencia son el escenario que se muestra todos los días en este territorio siniestro. Esta colonia fue el primer lugar donde ingresó la Guardia Nacional (GN) a la CDMX. La jefa de gobierno Claudia Sheinbaum dio la bienvenida a este organismo con

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