Madres arrepentidas

Orna Donath

Fragmento

cap-1

Introducción

¡Te arrepentirás!

¡Te

arrepentirás

de no tener niños!

Esas palabras se me quedaron grabadas en 2007, cuando concluí una investigación sobre la falta de deseo de mujeres y hombres judíos israelíes de ser padres. La profecía de fatalidad que entrañan dichas palabras, que se lanza sobre casi toda aquella persona que no quiere ser padre en general y madre en particular, siguió resonando en mi cabeza: «Seguro que lo lamentarán». Las mujeres se arrepienten de no ser madres. Y punto.

La rotundidad de la sentencia me tenía preocupada. Las ideas se me agolpaban en la mente. Me resultaba difícil no actuar frente a la resolución dicotómica que define con contundencia el arrepentimiento por el hecho de no tener hijos como un arma con la que amenazar a las mujeres, quedando excluida al mismo tiempo toda posibilidad de pensar en el arrepentimiento tras dar a luz, y desear retomar la condición de no ser madre de nadie.

Mi consulta comenzó en 2008.

Se inició en Israel, un país en el que las mujeres tienen un promedio de 3 hijos,[1] un índice de fertilidad total que supera la media de los miembros de la OCDE, que se sitúa en 1,74. Sin embargo, cobró relevancia en otros países occidentales como Estados Unidos –con una tasa de 1,9– y varios europeos, entre ellos Austria, Suecia, Estonia y especialmente Alemania –con un índice que no pasa del 1,4–,[2] donde las mujeres parecen tener más margen de maniobra en sus tendencias a la maternidad, pero aun así deben soportar la presión social de tomar la decisión «correcta» y ser madres.

Independientemente del país en el que me fijara, las mujeres dan a luz y crían a sus hijos enfrentándose a enormes dificultades relacionadas con la maternidad, y al mismo tiempo apenas se habla del arrepentimiento.

Insistí en abordar dicha situación guiándome por el supuesto de que nuestro campo visual social es limitado, pues no nos deja ver ni oír algo que existe aunque no tenga una vía de expresión; ya sabemos que la maternidad puede ser para las mujeres la relación que les infunde como ninguna otra sentimientos de realización, alegría, amor, consuelo, orgullo y satisfacción. Ya sabemos que la maternidad puede ser al mismo tiempo un ruedo lleno de tensiones y ambivalencia que puede provocar impotencia, frustración, culpa, vergüenza, ira, hostilidad y desilusión. Ya sabemos que la maternidad puede ser opresiva en sí misma, pues reduce las posibilidades de movimiento y el grado de independencia de las mujeres. Y ya hemos empezado a mostrarnos dispuestos a comprender que las madres son seres humanos capaces de hacer daño, maltratar y a veces incluso matar, ya sea consciente o inconscientemente. No obstante, seguimos anhelando que esas experiencias de mujeres de carne y hueso no destrocen la imagen mítica que tenemos de la madre por excelencia, y por ello seguimos resistiéndonos a reconocer que la maternidad –así como otros muchos ámbitos de nuestra vida a los que estamos obligados, en los que sufrimos y por los que nos preocupamos, y que por tanto nos suscitan el deseo de volver atrás y hacer las cosas de otro modo– podría estar expuesta también al arrepentimiento. Tanto si las madres se enfrentan a dificultades como si no, no se espera de ellas ni se les permite sentir o pensar que la transición a la maternidad ha sido para ellas un paso desafortunado.[*]

A falta de una vía de expresión y en vista de esa reticencia que sitúa la maternidad más allá de la experiencia humana del pesar, casi nunca se habla del arrepentimiento en relación al hecho de ser madre, ni en el debate público [3] ni en los escritos teóricos y feministas interdisciplinarios acerca de la maternidad; la mayoría de la literatura existente basada en testimonios de madres versa sobre los sentimientos y las vivencias de madres de bebés y niños pequeños, es decir, el período de tiempo inicial tras la transición a la maternidad. La relativa escasez de referencias a las experiencias de mujeres con hijos de mayor edad indica que se da poca cabida a la visión retrospectiva de las madres en el relato de sus historias a lo largo de los años. Además, casi todo lo que se escribe acerca de la actitud de las mujeres ante «la transición misma a la maternidad» se encuentra en la literatura que trata de la reticencia de las mujeres a ser madres. Así pues, faltan testimonios con una visión retrospectiva por parte de las madres y la cuestión se adscribe en gran parte a las «otras mujeres», aquellas que supuestamente no tienen nada que ver con la vida de las madres.

A la luz de este mapa parece que «incluso» en las teorizaciones feministas acerca del asunto no hay lugar para la reevaluación, y menos aún para el arrepentimiento.

En las pocas ocasiones en las que el tema de las mujeres arrepentidas de haber sido madres se ha abordado en internet[4] en los últimos años, se tendía a considerar como un objeto de incredulidad, es decir, que se negaba su existencia real, o como un objeto de furia o distorsión, o sea, que se tildaba a las madres arrepentidas de mujeres egoístas, dementes y trastornadas y de seres humanos inmorales que demuestran que vivimos en una «cultura plañidera».

Estas dos maneras de reaccionar pueden apreciarse claramente en el acalorado debate que se generó en numerosos países occidentales y en particular en Alemania desde abril de 2015 en torno al hashtag #regrettingmotherhood, a raíz de un artículo que escribí sobre la cuestión publicado en la revista académica Signs,[5] y después de que me entrevistaran al respecto en la prensa alemana.[6]

El intenso debate que originaron dichas publicaciones recibió un aluvión de declaraciones de repulsa contra las madres arrepentidas, junto a una gran cantidad de testimonios de alivio por parte de madres que se arrepentían de serlo. Además, un número desconocido de mujeres y madres reafirmaron la importancia de ventilar –por medio del arrepentimiento– sus aflicciones por verse obligadas a convertirse en madres o por ser las principales responsables de la crianza de sus hijos. Centenares de textos publicados en blogs de padres, de madres y en redes sociales han aprovechado el momento para revelar (por fin o una vez más) sentimientos íntimos que se mantenían de puertas adentro debido al deseo de evitar la crítica y el juicio severo por parte de la sociedad.

El vivo debate surgido en Alemania por medio del arrepentimiento, principalmente con relación al concepto dual de la «madre perfecta» en oposición a la «madre negligente», puso de manifiesto que nos enfrentamos a una amplia variedad de sentimientos que imploran ser abordados, junto al arrepentimiento. Destacó que aún falta algo, que todavía hay algo que aguarda impaciente ser expresado y oído a conciencia, despejando al mismo tiempo cualquier duda sobre el hecho de que arrepentirse de ser madre sea un tabú arraigado.

Mediante mi estudio, que se prolongó de 2008 a 2013, me propuse dar cabida por primera vez a tantas cosas calladas, escuchando a mujeres de distintos colectivos sociales que se arrepienten de haber sido madres; varias de ellas son ya abuelas.

En este libro sigo los diversos caminos que las llevaron a la maternidad, analizo el mundo emocional e intelectual de cada una de ellas tras el nacimiento de sus hijos y conceptualizo sus sentimientos y los angustiosos conflictos presentes en su vida provocados por la discrepanc

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