Paesa

Manuel Cerdán

Fragmento

cap-2

PRÓLOGO

PAESA, UN ESPÍA DE CINE

El ejemplar que tienen en sus manos es una reedición del libro que publiqué en 2006 sobre la vida y las hazañas del espía más conocido de la historia de España: Francisco Paesa Sánchez, un personaje dodecaédrico que tenía la versatilidad de reinventarse cada día y de levitar como un maestro del espionaje. De ahí el título del libro: Paesa, el espía de las mil caras. Todo un espía de cine.

Con ocasión del estreno de la película, basada en mi obra, Paesa, el hombre de las mil caras de Alberto Rodríguez (quien en 2015 fue galardonado con tres Goya, a mejor dirección, guión y película, por la magistral La isla mínima), la editorial ha considerado que es una buena ocasión para devolver a las librerías Paesa, el espía de las mil caras. Creemos que aquellos lectores que hace diez años no pudieron leer el libro y, sobre todo, los jóvenes que entonces eran unos niños tienen ahora la oportunidad de aproximarse al agente secreto más prolífico del espionaje español.

Paesa es un personaje que, aunque ya ha superado los ochenta años de edad, ha seguido ofreciendo titulares periodísticos durante los años posteriores a la primera edición de mi libro. En 2011, por ejemplo, fue detenido junto a su sobrino Alfonso García y dos pilotos senegaleses cuando pretendían entrar en Sierra Leona en un avión privado. Tío y sobrino fueron acusados por la policía sierraleonesa de tráfico de armas y otros delitos, pero consiguieron abandonar el país días después sin cargos.

Tras su aventura en África, el nombre de Paesa figuró también entre los papeles de Panamá ligado a una serie de sociedades instrumentales constituidas en las islas Vírgenes Británicas. A decir verdad, el dato no me provocó ninguna sorpresa porque las firmas offshore mencionadas entre la documentación pirateada por unos hackers al despacho de los abogados panameños Mossack y Fonseca ya aparecían en mi libro en 2006, como se puede ver en el capítulo 15: «Construyendo el ataúd».

A lo largo de las páginas de Paesa, el espía de las mil caras no sólo descubrirán la infraestructura societaria del espía en diversos paraísos fiscales, entre ellos Panamá, sino también la biografía más ambiciosa sobre un ex colaborador del Ministerio del Interior y de los servicios secretos. El libro es un apasionante y trepidante thriller histórico sobre nuestro agente secreto más camaleónico: un espía que no llegó del frío, como el Smiley de John Le Carré, sino del barrio madrileño de Chamberí; un espía que no tenía licencia para matar como James Bond, pero que vivió con la misma opulencia de un 007: champán Dom Pérignon en abundancia y mujeres de papel cuché como Dewi Sukarno.

Nacido en 1936, Paesa es el prototipo del espía de los años setenta, aunque él se mantuvo en activo hasta cuarenta años después. Cada una de sus caras es diferente a la otra; a veces, hasta antagónicas. Así es Paesa, el rostro de la imprevisión y de la improvisación. Un camaleón que ha pisado el fango de las cloacas del poder en multitud de ocasiones. Su existencia —el 28 de febrero de 2016 cumplió ochenta años— se asemeja a una de esas coloridas matrioshkas rusas, pues una muñeca de mayor tamaño va cubriendo a otra más pequeña. Cada nueva página en la vida de Paesa supera a la anterior. Su currículo es una sucesión de misiones secretas, montajes políticos, operaciones financieras, embustes, estafas, timos… Pero todo esto transcurre a un ritmo trepidante de thriller cinematográfico, con contenidos de sobra para completar el guión de uno de esos biopic que, hoy día, están de moda en las pequeñas pantallas de la televisión, o para filmar una gran película, como la que ha dirigido Alberto Rodríguez. Un proyecto por el que ha apostado el presidente del Grupo Zeta, Antonio Asensio Mosbah, desde 2006, cuando echó a andar en el antiguo edificio de Zeta de la calle O’Donnell, 12, de Madrid, bajo la batuta de los directores Imanol Uribe y Enrique Urbizu.

En este libro he querido reunir todas las escenas mágicas de la vida de un prestidigitador del espionaje. También las fantasmagóricas. Desde su osadía africana en 1968 en la que intentó estafar a Francisco Macías Nguema, el entonces recién elegido presidente de la independiente Guinea Ecuatorial, por medio de un virtual Banco Central de Guinea, hasta su rocambolesca y programada desaparición en Bangkok en 1998. Entre medias, durante esos treinta años de aventuras, se suceden un sinfín de peripecias: la constitución del Alpha Bank en Ginebra, que acabó en estafa; sus noviazgos con una millonaria suiza y con la japonesa Dewi Sukarno; el tráfico de armas internacional con el número uno de ese negocio, George Starckmann; la operación de venta de pistolas Sig Sauer y misiles SAM 7 a ETA que culminó con la Operación Sokoa; la presión a una testigo de los GAL que puso a Garzón tras su pista como colaborador del Ministerio del Interior; su condición de diplomático de Santo Tomé y Príncipe en los organismos de la ONU en Ginebra, que impidió su extradición a España; el blanqueo del dinero de Roldán, vía Singapur, y la posterior entrega del ex director de la Guardia Civil, tras una larga negociación con Juan Alberto Belloch, por la que percibió una comisión de 1,9 millones de euros… Y, por último, su negocio más lucrativo como gran prestidigitador en el mundo de las sombras: el saqueo de los caudales de Roldán. Tras salvar un botín de más de diez millones de euros y colocar a su propietario entre rejas, se esfumó y se quedó con toda la pasta. Paesa me lo negó rotundamente cuando lo localicé y lo entrevisté en París, a finales de 2005, pero los hechos nunca le han dado la razón. Roldán, desde que salió de la cárcel, vive en Zaragoza de manera humilde, en una vivienda de protección oficial que heredó de su madre y con una pensión que no llega al salario mínimo interprofesional.

El Paesa de la última década, es decir, el de los años posteriores a la publicación de este libro en 2006, ya convertido en un anciano octogenario, no difiere mucho del espía de su época más boyante. Según su versión, los últimos años ha vivido escondido, huyendo de la mafia rusa. El espía levantó todo un entramado de sociedades instrumentales a nombre de Francisco Pando Sánchez y Francisco P. Sánchez, pseudónimo con el que perpetró más de una estafa. Por culpa de una de esas vidriosas operaciones tuvo la desgracia de cruzarse en el camino con el magnate ruso y ex agente del KGB Alexander Lebedev, a quien Paesa le timó veinte millones de euros.

El empresario ruso, afincado en Londres, contrató al CIS (Corporate Intelligence Service), una agencia londinense de investigación, para identificar al misterioso personaje que se ocultaba tras la identidad de «señor Pando», y se topó con que ese supuesto ciudadano argentino era, en realidad, un español llamado Francisco Paesa Sánchez. A partir de ahí, desentrañar el historial delictivo del espía fue coser y cantar. La agencia española de detectives Método 3, que participó en las pesquisas, desveló en uno de sus informes que el ex espía disponía de mil acciones de la sociedad Golder Management en Tórtola, en las islas Vírgenes Británicas.

En el dossier elaborado personalmente por Francisco Marco, que reproduje en 2006 en

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