Vida 3.0

Max Tegmark

Fragmento

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PRÓLOGO

LA HISTORIA DEL EQUIPO OMEGA

 

 

 

El equipo Omega era el alma de la compañía. Mientras que el resto de la empresa conseguía el dinero para que esta siguiese operando, mediante diversas aplicaciones comerciales de una inteligencia artificial (IA) estrecha, el equipo Omega perseveró en pos del que siempre había sido el sueño del director ejecutivo: construir una inteligencia artificial general. La mayoría de los empleados veían a «los omegas», como los llamaban afectuosamente, como una panda de fantasiosos soñadores a los que siempre les faltaban varias décadas para alcanzar su objetivo. Pero los soportaban con gusto, porque valoraban el prestigio que su trabajo puntero proporcionaba a la compañía, y también agradecían los algoritmos mejorados que de vez en cuando ideaban.

Lo que no sabían es que los omegas se habían labrado esa imagen con celo para ocultar un secreto: estaban a un paso de completar el plan más audaz de la historia de la humanidad. Su carismático director ejecutivo los había seleccionado no solo porque eran sobresalientes investigadores, sino también por su ambición, idealismo y férreo empeño en ayudar a la humanidad. Les recordó que su plan era sumamente peligroso, y que si algún poderoso Gobierno tenía noticia de él haría casi cualquier cosa —secuestros incluidos— para evitar que siguieran adelante, o, aún mejor, para robar su código. Pero todos estaban comprometidos, por motivos muy similares a los que llevaron a muchos de los físicos más destacados de la época a sumarse al Proyecto Manhattan para desarrollar armas nucleares: estaban convencidos de que, si no lo hacían ellos, alguien menos idealista se les adelantaría.

La IA que habían construido, con el nombre de Prometeo, incrementaba continuamente sus capacidades. Aunque las cognitivas aún distaban mucho de las de los humanos en numerosos ámbitos, como por ejemplo en el de las habilidades sociales, los omegas habían centrado sus esfuerzos en conseguir que fuese muy buena en una tarea en particular: programar sistemas de IA. Adoptaron adrede esta estrategia porque habían aceptado el argumento de la explosión de inteligencia propuesto por el matemático británico Irving Good ya en 1965:

 

Definamos una máquina ultrainteligente como aquella capaz de superar ampliamente todas las actividades intelectuales de cualquier hombre, por inteligente que este sea. Puesto que el diseño de máquinas es una de estas actividades intelectuales, una máquina ultrainteligente podría diseñar otras máquinas aún mejores; se produciría entonces indudablemente una «explosión de inteligencia», y la inteligencia del hombre quedaría muy atrás. Así, la primera máquina ultrainteligente sería lo último que el hombre necesitaría inventar, siempre que la máquina fuese lo bastante dócil para decirnos cómo mantenerla bajo nuestro control.

 

Llegaron a la conclusión de que, si lograban desencadenar este proceso de automejora recursiva, la máquina enseguida alcanzaría una inteligencia tal que podría aprender por sí misma todas las demás habilidades humanas que resultasen útiles.

 

 

LOS PRIMEROS MILLONES

 

Eran las nueve en punto de la mañana de un viernes cuando decidieron ponerlo en funcionamiento. Prometeo estaba zumbando en su clúster de ordenadores construido a medida, alojado en largas hileras de bastidores dentro de una enorme sala climatizada y de acceso restringido. Por motivos de seguridad, estaba completamente desconectado de internet, pero contenía una copia local de gran parte de la web para usarla como corpus de datos de entrenamiento a partir de los que aprender (Wikipedia, la Biblioteca del Congreso, Twitter, una selección de YouTube, buena parte de Facebook, etcétera).(1) Habían elegido esa hora de inicio para poder trabajar sin interrupciones: sus familias y amigos pensaban que estaban en un fin de semana de retiro con la empresa. La despensa se hallaba abastecida con comida para microondas y bebidas energéticas, y estaban listos para ponerse manos a la obra.

Cuando lo pusieron en marcha, Prometeo era ligeramente peor que ellos a la hora de programar sistemas de IA, pero lo compensaba siendo mucho más rápido: necesitaba el tiempo en que ellos se ventilaban un Red Bull para solucionar un problema que miles de personas-año emplearían. A las diez de la mañana, ya había completado el primer rediseño de sí mismo, v2.0, que era algo mejor, pero aún infrahumano. Sin embargo, cuando se lanzó Prometeo 5.0, a las dos de la tarde, dejó a los omegas anonadados: su rendimiento había pulverizado todos sus parámetros de referencia, y la velocidad de sus avances parecía estar acelerándose. Con la caída de la noche, decidieron desplegar Prometeo 10.0 para dar comienzo a la fase 2 de su plan: ganar dinero.

Su primer objetivo fue MTurk, el Mechanical Turk de Amazon. Desde su lanzamiento en 2005, había crecido con rapidez como un mercado de externalización abierto de tareas a través de internet, y congregaba a decenas de miles de personas en todo el mundo que competían sin descanso y de forma anónima por realizar tareas altamente estructuradas, denominadas HIT, «Human Intelligence Tasks» («Tareas de Inteligencia Humana»). Estas tareas iban desde transcribir grabaciones de audio hasta clasificar imágenes y escribir descripciones de páginas web, y todas ellas tenían algo en común: si se hacían bien, nadie notaría que quien las había realizado era una IA. Prometeo 10.0 era capaz de llevar a cabo casi la mitad de las categorías de tareas de forma aceptable. Para cada una de dichas categorías, los omegas hicieron que Prometeo diseñara un pequeño módulo de software de IA a medida que pudiese realizar tales tareas y nada más. A continuación, subieron este módulo a Amazon Web Services, una plataforma de computación en la nube susceptible de ejecutarse en tantas máquinas virtuales como ellos alquilasen. Por cada dólar que pagaban a la división de computación en la nube de Amazon, obtenían más de dos dólares de la división de MTurk. ¡Poco podía imaginar Amazon que dentro de su propia compañía existía una oportunidad tan increíble para un intermediario!

Para borrar su rastro, durante los meses anteriores habían ido creando discretamente miles de cuentas en MTurk a nombre de personas ficticias, y los módulos creados por Prometeo pasaron entonces a asumir sus identidades. Los clientes de MTurk solían pagar al cabo de ocho horas, momento en el cual los omegas reinvertían el dinero en más tiempo de computación en la nube, utilizando los módulos de tareas perfeccionados creados por la versión más reciente de Prometeo, sometido a un proceso continuo de mejora. Como estaban en condiciones de doblar su dinero cada ocho horas, al cabo de poco tiempo empezaron a saturar la cadena de suministro de MTurk y descubrieron que, si no que

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