Un México posible

José Antonio Fernández C.
Salvador Alva G.
Arturo Franco

Fragmento

Título

Prólogo

En 1982, México sufrió la peor crisis económica de la historia reciente. El peso mexicano perdió más de 80% de su valor en el transcurso del año, multiplicando por seis las deudas contratadas en moneda extranjera y reduciendo el ingreso de los mexicanos a la sexta parte, medido desde esa perspectiva. No sólo México sufrió ese golpe; Argentina y Brasil tampoco podían enfrentar sus obligaciones externas y, poco a poco, el resto de América Latina se hundió en una espiral inflacionaria acompañada de contracción económica: fue la década perdida que cerró un modelo económico que no tuvo éxito.

En los años noventa, mientras los países de América del Sur regresaban a la democracia, México se incorporaba, con Estados Unidos y Canadá, al primer tratado comercial moderno que sirvió de base de lo que poco a poco se llamaría “globalización”, en su vertiente económica, y que en realidad promovió la construcción de bloques regionales —de éstos, el más importante ha sido la zona euro—. En los últimos años, todos estos bloques parecen estar en riesgo: el TLCAN frente a un Estados Unidos más proteccionista; la Unión Europea enfrentada al Reino Unido; el fracaso del Acuerdo Transpacífico y el incremento de tensiones en Asia.

México ha hecho grandes esfuerzos por sortear las crisis y abandonar de forma definitiva la “trampa del ingreso medio” en la que hemos estado por más de un siglo. Para eso fue el TLCAN, y para eso las reformas de 2013 y 2014, que enfrentaban la mayor parte de las recomendaciones de agencias internacionales, académicos e intelectuales en esos años: más competencia económica, un sistema financiero ágil, apertura en telecomunicaciones y energía, y renovación educativa. Algunas de esas reformas ya dan resultados iniciales y se espera que las demás lo hagan paulatinamente.

Pero no es seguro que esos cambios permitan a México salir de la trampa. Sin duda el TLCAN ha permitido que 15 entidades federativas crezcan a tasas interesantes, en algunos casos comparables a países asiáticos en esos mismos años; tampoco hay duda de que el impacto de las reformas más recientes será positivo; de lo que hay duda es que sean suficientes para romper la inercia que nos mantiene en el ingreso medio.

En esa perspectiva, las ideas que nos ofrecen José Antonio Fernández y Salvador Alva en Un México posible. Una visión disruptiva para transformar a México son de la mayor importancia. José Antonio y Salvador no vienen de agencias internacionales, ni su perspectiva es esencialmente académica, a pesar de las posiciones que tienen en el Tecnológico de Monterrey. La experiencia de ambos, como es notorio en el libro, tiene que ver con la transformación exitosa de organizaciones. Y esa perspectiva, ausente en tantos análisis y diagnósticos nacionales, tiene un gran valor.

Las teorías del crecimiento económico y las desarrollistas tuvieron gran auge después de la Segunda Guerra Mundial. Cubrieron un amplio abanico, desde visiones casi enteramente marxistas hasta posturas liberales, pasando por las diferentes escuelas económicas y políticas de la época. Influyeron de forma determinante en las políticas del Banco Mundial, del Banco Internacional de Desarrollo, y de decenas de gobiernos nacionales; sin embargo, sus resultados han sido poco menos que existentes. Los países que crecieron al grado de romper con la trampa del ingreso medio no siguieron las recetas teóricas, y los que las siguieron no pudieron salir de la trampa. Por eso es tan importante, de vez en cuando, desligarse de las propuestas tradicionales.

Alva y Fernández nos proponen pensar en términos aplicables: una visión compartida que entusiasme, una organización alienada y eficiente, y una cultura sólida que fortalezca y acelere la transformación. Esta propuesta no significa que las políticas de comercio exterior, o las reformas en competencia económica o mercados laborales, deban olvidarse ni mucho menos. Lo que implica es que nos demos cuenta de cómo esas reformas, y tantas otras, necesitan un hilo conductor que las haga viables y potencie sus efectos. Y ese hilo conductor es: visión, organización y cultura.

La visión que nos sugieren Alva y Fernández puede resumirse brevemente: México, donde las cosas sí suceden. El país del sí. Para muchos académicos acostumbrados a las tradiciones, el sólo pensar en frases les parece frívolo, pero es que no aquilatan la importancia que tiene, para una sociedad, contar con una visión compartida y clara, que no puede obtenerse estableciendo metas en las tasas de crecimiento, los porcentajes de pobreza, el coeficiente de Gini o el monto de la recaudación. Ha sido precisamente esta insistencia en las cifras lo que nos ha impedido, a México y a decenas de países, mantener una dirección clara. Sin duda, lograr esa visión implica pensar en crecimiento, pobreza, distribución y finanzas públicas, pero todo ello es tan sólo parte de lo que implica romper la trampa del ingreso medio.

La propuesta de José Antonio Fernández y Salvador Alva se compone de cuatro dimensiones de la mayor importancia:

• Talento pujante y capaz.

• Vibrante espíritu emprendedor.

• Un gran lugar para vivir.

• Un ecosistema amigable para la innovación.

En estas dimensiones es posible encontrar el pensamiento de clásicos como Joseph Schumpeter o Jane Jacobs, pero también de contemporáneos como Richard Florida, Paul Romer o sir Ken Robinson, amén de los innovadores que han transformado la economía mundial en las últimas décadas.

Me parece importante insistir en la relevancia de la propuesta. No es, como suele ocurrir con los textos más académicos o los que producen las agencias internacionales, un listado de políticas públicas específicas con metas e indicadores tradicionales. Ésta es una propuesta de visión, desglosada en estrategias, y acompañada tanto del tipo de estructura organizacional que la pueda hacer vigente como de la transformación cultural indispensable para que se dé. Es una ruta para el siglo XXI, y no una receta del siglo XX.

En este sentido, me parece que el énfasis que los autores hacen en el tema cultural es de la mayor trascendencia. Si una sociedad sigue haciendo lo mismo que ha hecho siempre, no podrá conseguir resultados diferentes. Y hacer algo distinto no requiere tan sólo de una visión, sino de una organización que sea compatible y, sobre todo, de una cultura que refuerce la visión y sostenga la organización. Vivir de otra manera exige, apelando a Paul Ricoeur, cambiar de habitus: transformar la cultura.

Al respecto, la propuesta contenida en Un México posible es impulsar un conjunto de valores que diferencien a México de otras naciones, permitiéndole alcanzar una posición competitiva. Estos valores, proponen los autores, son:

• Amabilidad y servicio.

• Innovación.

• Inclusión y meritocracia.

• Trabajo en equipo.

• Honestidad y respeto.

Es posible que ta

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