El naufragio de México

Francisco Martín Moreno

Fragmento

El naufragio de México

Prólogo

Francisco Martín Moreno

Si tuviera que destacar alguno de los éxitos del presidente Andrés Manuel López Obrador, tendría que comenzar por reconocer el hecho de haber colocado con tanta y afortunada insistencia el tema de la desigualdad en la agenda política y social de México. Cincuenta millones de compatriotas sepultados en la pobreza no solo demuestran la incapacidad para erradicarla a cargo de los anteriores gobiernos y dictaduras de los últimos dos siglos de vida independiente, sino que dejan al descubierto una vergonzosa insensibilidad de la sociedad respecto a la postración de nuestros semejantes. ¿Quién es más culpable?

AMLO le ha dado esperanza a los desposeídos que confiaron en él y en su habilidad para rescatarlos de la marginación, en el sentido más amplio de la palabra. Fallarles a esos millones de personas, a quienes finalmente se les garantizó un mejor porvenir, constituiría un atentado contra la estabilidad de México. ¿Cómo reconciliarlos después de otro escandaloso fracaso? Imposible olvidar cuando José López Portillo pidió perdón porque no pudo sacar a los pobres de la miseria, tal y como lo había prometido durante su mandato, y todavía lloró frente a las cámaras de televisión, en el Congreso de la Unión.

AMLO también acertó al emitir una promisoria ley para extinguir la esclavitud moderna que se da en los hogares mexicanos, donde el servicio doméstico no goza de la protección establecida en nuestra Constitución y es sometido a condiciones laborales y económicas que deberían apenar a la inmensa mayoría de una sociedad clasista y, en buena parte, racista.

AMLO modificó la Ley Federal del Trabajo para iniciar un proceso tardío de modernización en materia de democracia sindical, siempre y cuando no se trate, en el fondo, de una estrategia para volver a controlar a los sindicatos privados. Por lo pronto, habría que obsequiarle el beneficio de la duda.

AMLO ha estado llevando a cabo un proceso de saneamiento de las finanzas públicas desde que se comprometió a no caer en un déficit fiscal. Ha emprendido una campaña para acabar con la proliferación de facturas espurias que lastiman la recaudación de manera importante. También ha puesto el ejemplo al encabezar un gobierno austero sin derroches y sin despilfarros que agredían a los contribuyentes y limitaban las posibilidades de volver eficiente el gasto público.

AMLO ha revivido el debate político por medio de las “mañaneras” ante “ciertos” sectores de la prensa, con lo cual se ha apropiado de la agenda mediática, que es la base y sustancia de la discusión periodística a lo largo de la jornada. La ciudadanía ha estado atenta, como en pocas ocasiones, al acontecer nacional. La politización ha despertado la conciencia pública en diversos temas y ha puesto sobre la mesa diferentes problemas fundamentales de la agenda social y política de la nación.

AMLO ha emprendido una campaña dedicada a la erradicación de la impunidad, un objetivo en el que fracasaron todos sus antecesores. Si se trata, en efecto, de cumplir con aquello de que “al margen de la ley, nada, por encima de la ley, nadie”, estaríamos frente a la ejecución de una carísima promesa de campaña cínicamente diferida a través de los siglos. De tener éxito, engrandecería la imagen de AMLO, siempre y cuando no se trate, de nueva cuenta, de una mera intención de impartir justicia selectiva de acuerdo con perversos intereses creados.

AMLO inició una justificada campaña para decapitar el huachicoleo, el criminal asalto a las gasolinas propiedad de la nación, cuyos monstruosos hurtos se elevaban a miles de millones de pesos, cantidades, hoy en día, incuantificables. La sociedad aplaude esta actitud valiente y decidida destinada a cuidar el patrimonio público, sin embargo, la información creíble de lo que acontece en la realidad todavía permanece en el oscurantismo, al mismo tiempo que se ignora el número de operadores del gigantesco desfalco que se encuentran privados de su libertad hoy en día.

Si bien resulta obligatorio reconocer algunos méritos de AMLO, también es imprescindible no dejar en el tintero el desempeño de la actual administración a la luz de los primeros nueve meses de desafortunada gestión. Para quienes todavía sostienen la conveniencia de conceder más tiempo al actual gobierno antes de entrar en el análisis de su desempeño, baste entonces el estudio de las cifras y el examen detenido de las decisiones para arribar a conclusiones frías e irrefutables, apartadas del menor fanatismo o deseo de criticar a uno de los más grandes e influyentes líderes mexicanos del siglo XX.

Entre las decisiones de AMLO, que justificaron la aparición de El naufragio de México, se deben destacar solo algunas de las más importantes: haber enterrado, por medio de una consulta ilegal y espuria, 260 mil millones de pesos en el NAIM, los cuales hubieran generado 150 mil millones de dólares entre la derrama económica de los pasajeros y el importe de la comercialización de carga; los 45 mil empleos perdidos a cargo de los trabajadores de dicha obra cancelada, más los 500 mil que se hubieran generado con el paso del tiempo, de haber concluido la central aérea; los 17 mil 500 millones de dólares perdidos en una sola jornada en la cotización de las acciones emitidas en Wall Street por empresas mexicanas al conocerse la noticia; el daño a las finanzas públicas al haber liquidado con miles de millones de dólares a los tenedores de bonos y de fibras por un aeropuerto que ya no se va a construir; la cancelación de los contratos de energía eólica, los del gasoducto que importaría gas barato desde Texas y el diferimiento de las rondas para subastar pozos petroleros en el sureste que le hubieran reportado a México 200 mil millones de dólares; la negativa a utilizar el fracking que le dio a Estados Unidos superávit petrolero; la creación de un ambiente de incertidumbre de cara a la inversión doméstica y extranjera que tiene paralizado el crecimiento económico del país a una tasa de -0.5%; la escandalosa caída del empleo; el disparo de las tasas de interés derivadas de la amortización de la deuda pública por desconfianza de las instituciones de crédito foráneas en la capacidad de pago de México; el miedo fundado ante la desaparición de los organismos autónomos que pone en entredicho a nuestra democracia; la posibilidad suicida de una reelección del titular del Ejecutivo, en el entendido de que AMLO es un enemigo de la división de poderes.

La inhabilidad de presentar un “plan de negocios” solvente en Nueva York, confundir ante un público financiero experto el cash flow con un flow cash. La nada remota posibilidad de la degradación del crédito público de México, con terribles consecuencias, y todavía insistir en la irreflexiva construcción de una refinería en Dos Bocas y de un Tren Maya, proy

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