Fuegos enciende, polvos levanta

Solitude of Alanna

Fragmento

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INTRODUCCIÓN

Como amante de la naturaleza, la historia, el folclore y el patrimonio cultural, mi senda espiritual se conformó desde sus comienzos en estrecho vínculo con las expresiones religiosas y mágicas de aquellos que vinieron antes que nosotros. Prácticas que conectan con los ancestros, con el Mundo Invisible y con la naturaleza del entorno, y de entre las cuales a una guardo especial cariño: la hechicería popular.

La hechicería popular es el conjunto de prácticas mágicas comunes de un pueblo. Aunque haya sido ampliamente menospreciada y hasta tiempos muy recientes desestimada para el estudio, forma parte de nuestra identidad cultural, nuestra historia y nuestro patrimonio espiritual, religioso y mágico. Se trata de la forma en la que nuestros antepasados establecían un diálogo con lo desconocido y buscaban congraciarse con las fuerzas que movían su mundo; era la herramienta con la que hasta los más desamparados podían rebelarse ante las adversidades de una vida difícil y sentirse en control de sus duras circunstancias, con la esperanza de un futuro mejor.

Frente al momento actual, en que el panorama esotérico se convierte cada vez más en un mar homogéneo de prácticas desenraizadas de su contexto cultural y en una espiritualidad vacía y fácil, impregnada de la avidez consumista y de la necesidad de inmediatez de nuestra sociedad, volver a poner en valor nuestra hechicería popular es para mí un bello acto de resistencia. Ella nos une a nuestros antepasados y a nuestro territorio. Nos devuelve nuestros lazos con la naturaleza y el intercambio equilibrado con sus mundos tangibles e intangibles; nos hace percatarnos de la estacionalidad natural de la práctica mágica, enseñándonos a danzar con sus ciclos tal y como se ha hecho desde la antigüedad. Cultiva la paciencia y la previsión en lugar de la sed de inmediatez, y motiva nuestra capacidad de improvisación y oportunismo frente a las situaciones y los recursos que nos da la vida.

La magia popular nos hace ver que no es necesario nada exclusivo, caro o alejado de nuestra cotidianidad para una práctica profundamente significativa, porque lo que le da valor no son las apariencias externas, sino que se trata de un sistema que posee una coherencia interna y una firme estructura vertebral que se remonta bellamente a las primeras manifestaciones del pensamiento mágico.

Antaño, las costumbres mágicas y las creencias se transmitían de boca en boca, de manos a manos, de historias contadas frente al fuego de una generación a la siguiente. Hilos tejidos desde hacía siglos que, con los cambios acontecidos a lo largo de la historia, se fueron deshilachando y debilitando hasta romperse. Muchos de nosotros ya no hemos nacido con un hilo en la mano, y el mayor reto que hemos tenido, de ser llamados por los asilvestrados caminos de antaño, ha sido encontrar recursos que se convirtieran en nuestra Ariadna y nos guiaran con su hebra por esos laberínticos senderos.

Ya que yo me he visto en esta tesitura y entiendo lo perdido que se puede estar, esto, junto a los motivos anteriores, es lo que me ha movido a escribir esta obra: poder devolver estos cabos a los demás y facilitarles el camino con una lectura amena y enfocada a la práctica. La magia popular nunca ha sido materia limitada a aquellos que pudieran teorizar y leer libros complicados de antropología o historia, sino que se ha caracterizado por divulgarse de una forma experiencial, personal y experimental, y por ser un recurso para todo el mundo, fueran cuales fuesen sus circunstancias. Espero hacer honor a esta tarea y acercar de nuevo un poco más la hechicería popular allí donde siempre perteneció. Quizá así más manos vuelvan a hilar esos viejos hilos y pasen el relevo a aquellos que vendrán.

He de decir que este libro no es un simple recetario de fórmulas históricas. Este es un libro por y para practicantes, y su intención no es reflejar una hechicería totalmente reconstruccionista, sino una hechicería viva. Una que entienda el pasado y aprenda de él para dar sentido al presente, y nos permita ser capaces de utilizar su sabiduría, sus herramientas y sus recursos para conformar una práctica propia y adaptada a nuestros tiempos. Por eso, dentro de la obra no solo se encontrarán fórmulas históricas, sino también el contexto de las mismas, los nexos que las unen a otras prácticas y creencias anteriores y varias fórmulas propias y adaptaciones de algunas antiguas, basadas en mi propia experiencia. Expongo todo esto con el deseo de que incentive la curiosidad en el lector y que se vea motivado a hacerse preguntas, modificar las recetas o utilizarlas como recurso para experimentar y conformar las suyas propias.

Por supuesto, en esta obra tampoco podía librarme de mi tendencia a la brujería tradicional, y es por ello que, además de plasmar la faceta utilitaria cotidiana de la hechicería popular, he querido referirme también a la magnífica herramienta que constituye en las prácticas de carácter más extático y mistérico: la brujería. Ambas prácticas se han dado la mano a lo largo de la historia y han resultado hermosamente complementarias, y así las concibo en mi sendero personal.

Para terminar, pese a mi voluntad de acercamiento, me veo obligada a hacer una advertencia final: esta no es una obra para aquellos con miedo a indagar en las sombras ni a transgredir el tabú. La hechicería popular no es inocente ni aséptica; es sucia y astuta, venenosa, insolente y oportunista. Es sangre, hueso y tierra, sexo, espinas clavadas y palabras susurradas en la noche más profunda. La hechicera es amiga de los muertos, hábil tejedora del telar del destino, sanadora y ponzoñera. Por naturaleza liminal, no teme moverse en la penumbra entre mundos ni en el límite de lo prohibido, solo fiel a su propia ética, solo fiel a sus espíritus. Y, con todo ello, no solo puede entramar los más oscuros maleficios, sino también la más sublime luz.

Solo siendo fiel a esto, aunque a costa de ofender sensibilidades, he podido escribir este libro. Solo para aquellos capaces de ver ambas caras de la moneda, la hechicería popular tradicional será, como lo es para mí, tremendamente hermosa.

Entre hierbas, conjuros olvidados y ánimas solitarias, te deseo una agradable lectura.

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Las virtudes del imán traigo,

que atrae los sentidos;

granos de helecho, cogidos

la víspera de San Juan.

Traigo habas, que quien las tiene,

poniendo de un hombre el nombre,

en tocándolas a un hombre,

tras quien las tiene se viene.

Habas traigo, que se echan,

para adivinar sucesos;

traigo sogas, traigo huesos,

que para todo aprovechan.

La Celestina, FERNANDO DE ROJAS,

Ca. 1500

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