Una nueva arca de Noé

Osho

Fragmento

cap-1

1

No conviertas la vida en un juego

de preguntas y respuestas

Osho:

Te has adueñado de mi corazón y ahora es demasiado tarde; disfruto hasta tal punto de la soledad y de la pereza que algunas veces pienso que está mal lo que me está ocurriendo. Siento como si fuese el principio de un nuevo viaje, y me ronda una pregunta: ¿qué diferencia hay entre ser el observador y sentir que yo «no soy eso»?

No es verdad que me haya adueñado de tu corazón, tú me lo has entregado. No sería demasiado tarde si yo te lo hubiese quitado; pero obviamente es demasiado tarde ¡por el hecho de que tú me lo has dado!

El maestro no le quita nada al discípulo. El discípulo se lo entrega todo, incluso su ser. El maestro te ofrece la oportunidad de dar. Entregar tu corazón es una felicidad y una dicha; no hay un regalo mayor, y es la única forma de expresar tu agradecimiento. Pero, de cualquier forma, ¡te has quedado sin corazón!

«Disfruto hasta tal punto de la soledad y de la pereza que algunas veces pienso que está mal lo que me está ocurriendo», afirmas.

Efectivamente. Está bien disfrutar de la soledad, pero no está bien disfrutar de la pereza. La pereza es un estado negativo. Deberías estar rebosante de energía. Deberías estar tranquilo, pero no sentir pereza. Deberías estar relajado, pero no sentir pereza.

La pereza y la tranquilidad son tan parecidas que es fácil confundirlas. Si disfrutas de tu soledad, no puede ser pereza, porque cuando tienes pereza siempre te sientes culpable, tienes la sensación de «estar haciendo algo que no deberías», o de «no participar en la existencia». La pereza significa desentenderse de la creatividad del universo, quedarte a un lado, cuando la existencia está continuamente creando.

Estás confundiendo la pereza con la tranquilidad.

Mi enseñanza es que te tomes todo con una relajación absoluta, con tranquilidad; tanto si estás haciendo algo como si no, esa no es la cuestión. Puedes estar rebosante de energía aunque no estés haciendo nada. Los árboles no hacen nada, pero rebosan energía. Puedes comprobarlo por sus flores, sus colores, su verdor, su frescor, por la desnudez absoluta de su belleza bajo el sol, o bajo las estrellas en la noche oscura.

En la vida no hay tensión salvo la de la mente del hombre. Tomarse la vida apaciblemente, sin tensiones, sin prisas, no es pereza, es tranquilidad.

Esto me recuerda a un gran erudito de Bengala. Se llamaba Ishwar Chandra Vidyasagar. Le iban a otorgar el mayor premio del Imperio británico en la India por su erudición. Él vivía con gran sencillez, pero sus amigos le presionaron. «Te haremos un bonito traje y te pondremos unos zapatos elegantes, porque tu ropa no es adecuada para presentarte ante el virrey, en el Parlamento.» Él no estaba convencido, pero insistieron tanto que al final accedió.

Sin embargo, su mente no estaba tranquila; su corazón no lo había aceptado del todo. Creía que cambiar su estilo de vida, para recibir un premio de las manos del virrey, era claudicar. Iba en contra de su amor propio. La entrega del premio sería al día siguiente, y estaba paseando por la playa confundido, pensando si debía seguir el consejo de sus amigos o bien presentarse con su aspecto habitual.

En ese momento, apareció una persona que venía corriendo. También paseaba por la playa, frente a él, un musulmán rico; esa persona le dijo algo al rico... y Vidyasagar lo oyó, porque solo estaba a un metro de distancia. El hombre dijo: «¿Qué estás haciendo aquí? ¡Tu palacio está en llamas!».

El hombre rico dijo: «Está bien». Y siguió caminando tranquilamente como si nada.

El hombre que le había dado la noticia insistió: «¿Me has oído, o no? Tu palacio está ardiendo, se está quemando, y es posible que no se salve nada».

«Sí, te he oído», respondió. «Ve y haz lo que puedas. Pero antes tengo que terminar de dar mi paseo vespertino, y luego iré.»

Vidyasagar no podía creerlo. La casa de este hombre estaba ardiendo; poseía un maravilloso palacio con muchas antigüedades. Era amante de la pintura y la escultura, y su palacio parecía un museo. Cuando la gente iba a visitarlo, tardaba varias horas en recorrerlo, porque había muchos tesoros que admirar. Aunque todo estaba ardiendo, ¡dijo que tenía que terminar de dar su paseo!

Y siguió caminando al mismo paso. No tenía prisas ni tensiones. Vidyasagar no podía creerlo, y en su interior surgió un pensamiento: «Este hombre sabe vivir absolutamente tranquilo. Pase lo que pase en el mundo, nada le altera. Sin embargo, ¿yo estoy dispuesto a cambiar mi forma de vida solo para recibir un premio del virrey? Quieren que me corte el pelo y me peine, que me afeite la barba y me arregle, ¡y yo he accedido! No; voy a ir tal y como soy».

Y le dio las gracias al hombre rico. «Usted me ha salvado». El hombre rico respondió: «No entiendo, ¿qué he hecho para salvarle?».

Vidyasagar se lo explicó: «Iba a cambiarme de ropa, afeitarme la barba y cortarme el pelo... solo para parecer más respetable, para parecer rico y recibir un galardón. Mientras tanto su casa... Yo he estado muchas veces en su palacio. Toda su colección de cuadros importantes y demás obras de arte están ardiendo, y usted no se ha inmutado.

»Por eso estoy diciendo que me ha salvado. Mañana voy a ir tal como soy. Me ha dado la mayor lección de mi vida: hay que tomarse las cosas con tranquilidad; simplemente hay que aceptar lo que ocurre, y que todo el mundo hace lo que puede. ¿Qué otra cosa puedo hacer?».

Al terminar el paseo, el hombre se fue caminando hacia su casa sin apurar el paso. Vidyasagar le siguió para ver qué ocurría. Había mucha gente, y se había quemado casi todo. Sus esfuerzos habían sido en vano.

El hombre rico se quedó entre la multitud, junto a la gente. Las demás personas estaban tensas y preocupadas, tratando de hacer algo para salvar las cosas. Mientras tanto él estaba allí como un testigo, como si la casa y la colección de arte que estaban ardiendo perteneciesen a otra persona.

Esto no es pereza. Es estar tremendamente centrado, tener los pies en la tierra, de forma que puedes tomarte todo con tranquilidad.

No hay necesidad de pensar «debe de haber algo mal en mí». Sencillamente cambia la palabra «pereza», y todo estará bien.

Las palabras son muy importantes. Hace unos días me enteré de que en la Unión Soviética hay muchos países musulmanes..., pero el partido comunista de la Unión Soviética ha prohibido la religión. A los niños les enseñan a ser ateos desde el principio. Los musulmanes se han visto en dificultades, ¿qué pueden hacer?

Cuando llega el mes del Ramadán, durante treinta días ayunan por la mañana y comen por la noche. Pero, si siguen practicando su religión, están comportándose claramente en contra de las normas gubernamentales. Por eso le han cambiado el nombre y lo denominan «el mes de la dieta», y así ya no hay problemas. La dieta no está prohibida, pero el ayuno sí.

La religión de los musulmanes dice que deben rezar cinco veces al día. Los rezos son como un ejercicio, porque se inclinan, se levantan, se inclinan hasta tocar el suelo y vuelven a levantarse, y repiten su mantra interiormente. Ahora siguen haciéndolo, pero dicen que están haciendo «gimnasia». Es

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