Sobre la felicidad, la vida y cómo vivirla

Dalái Lama

Fragmento

Introduccion

Introducción

El Dalai Lama sobresale en el terreno ético y moral de un mundo globalizado e interdependiente porque en todo lo que hace, representa y encarna reconcilia contradicciones aparentes con una facilidad asombrosa. En su lucha por los derechos humanos del pueblo tibetano y la preservación de su cultura, Su Santidad no busca la independencia política —ni siquiera como tema a negociar— sino una autonomía verdadera y un compromiso para trabajar conjuntamente con el «gran pueblo chino». Es un líder religioso, considerado por muchos como una encarnación del Buda, que, sin embargo, se deleita describiendo sus flaquezas y aconseja prudencia a quienes abandonan su fe, incluso cuando lo hacen para convertirse a la fe de Su Santidad. Activista apasionado del movimiento interreligioso, también es un doctor en metafísica que aboga enérgicamente por el diálogo con la ciencia y trabaja con denuedo para aprender de ella.

El Dalai Lama deberá finalmente tener éxito en sus muchos esfuerzos si queremos creer en el triunfo definitivo de todo lo que él encarna: todo lo que es bueno, verdadero y justo.

La palabra impresa jamás podrá reemplazar la experiencia de escuchar al Dalai Lama en los muchos niveles en que se comunica y el impacto que sus palabras pueden tener en nuestra comprensión, el cual va más allá del significado formal que aparece en los diccionarios. Así ocurre incluso cuando habla en lo que él describe como su «mal inglés», volviéndose a menudo hacia su intérprete oficial o su secretario personal para que le confirmen que está empleando la palabra justa. Cuando se comunica en tibetano y explica una idea compleja que requiere traducción, no acepta pasivamente la traducción que se ofrece y muchas veces interviene para proponer una expresión más precisa.

Posee la rara habilidad de conversar y responder a las preguntas de acuerdo con el nivel de comprensión de su interlocutor. Cuando no es capaz de contestar de esa manera o cuando cree sinceramente que no tiene la respuesta, no duda en contestar sencillamente: «No lo sé».

Únicamente estando en su presencia es posible hacerse una idea de su profunda humanidad, su risa grave y sonora, su alegría contagiosa y su delicado sentido del humor… del flujo constante de su energía serena, tranquilizadora y cálida que ninguna transcripción es capaz de reproducir.

El Dalai Lama escucha y habla con toda clase de personas. Muchas esperan pacientemente durante horas, semanas e incluso años, para tener unos momentos con él. Aborda cada conversación con paciencia, concentración y un gran respeto por la otra persona. Ya sean grupos recién llegados del Tíbet, que a menudo arriesgan la vida para llegar a Dharamsala simplemente para poder verlo, o personas corrientes con las que tropieza en vestíbulos de hoteles, ascensores, aceras y aviones cuando viaja por el mundo, ya sean políticos veteranos o periodistas con experiencia, monjes novicios o aprendices nerviosos, científicos o filósofos, ateos u hombres y mujeres profundamente religiosos, mendigos sin techo o magnates con grandes mansiones, para el Dalai Lama todos son seres humanos que, sin excepción, desean ser felices y evitar el sufrimiento.

Este libro de conversaciones con Su Santidad es un reflejo de sus ideas y reflexiones registradas y documentadas a lo largo de más de veinticinco años. He gozado de la bendición y el privilegio de ser su estudiante durante lo que se me antoja un breve instante dentro de la eternidad atemporal que siento que hace que le conozco. Aunque casi todas nuestras conversaciones fueron mano a mano, también las hubo con grupos más amplios y algunas fueron grabadas para mi programa televisivo In Conversation de Doordarshan, el organismo público de televisión de la India.

Nuestras primeras conversaciones fueron, en su mayoría, viajes íntimos con Su Santidad en sus dependencias privadas o en la sala de audiencias de MacLeod Ganj, la India, donde el gobierno tibetano en el exilio tiene su sede. Al principio yo anotaba nuestras charlas una vez que regresaba a mi habitación, después de que la emoción por ese rato pasado con él se apaciguaba y la intensidad de los momentos vividos amenazaba con desvanecerse.

Temeroso de que la memoria me fallara, sentía la necesidad de registrar cada palabra, cada momento. Mi única motivación era aprender y comprender. Con los años, cuando pude acceder más fácilmente a la tecnología, solía usar una grabadora siempre que las sesiones con Su Santidad eran formales o incluían a otras personas.

En ninguna de mis conversaciones con Su Santidad he representado o pretendido ofrecer una imagen periodística objetiva. El Dalai Lama ha sido mi «gurú» y yo su indigno «chela», por utilizar el término sánscrito tradicional. Si empleo estas palabras es para reconocer, especialmente en el marco de este libro, la intensidad de mi compromiso personal con nuestra relación y loar la generosidad de espíritu con que Su Santidad me ha tratado en tantas ocasiones al ofrecerme su tiempo, enseñanzas y sabiduría.

Sé que el Dalai Lama no aprobaría mi actitud poco crítica, pero sí mi decisión de reconocerla ante mí y ante los demás. Siguiendo la antigua tradición del Buda, el Dalai Lama siempre nos anima a no aceptar ninguna filosofía o maestro basándonos meramente en una fe y entrega ciegas e incondicionales. Aunque en el terreno espiritual puedan resultar cualidades útiles, debemos yuxtaponerlas a la razón y la lógica. Su Santidad nos pide que lo veamos a él, como a todas las demás cosas, con ese espíritu. Y pediría, como pido yo, que ese mismo espíritu se aplique a este libro.

Normalmente, en las «audiencias» personales estamos solos él y yo, lo que hace que nuestras conversaciones sean más intensas e íntimas. Empleo deliberadamente la palabra conversación porque Su Santidad muestra siempre un profundo interés por la persona a la que se dirige, en realidad por la vida y las dificultades cotidianas de todos los seres. El hecho de que encontrara tiempo y sintiera curiosidad para escuchar mis absurdas banalidades y responder a mis preguntas es una muestra de su extraordinaria empatía, paciencia y compasión. Me apresuro a tranquilizar al lector asegurándole que he hecho lo posible por eliminarme del texto. También me he tomado la libertad de reorganizar el material para tratar de dar al flujo de ideas una mayor coherencia y estructura que la que mi incoherente cerebro era capaz de aplicar durante el desarrollo real de las conversaciones.

La espontaneidad del Dalai Lama se refleja en su manera de hablar. Cuando habla, se inspira en los conocimientos, reflexiones y experiencias personales que ha ido acumulando a lo largo de su vida. En lugar de preocuparse por construir frases bellas, centra toda su atención en comunicarse de una forma clara e íntegra. Raras veces recurre a expresiones o frases aprendidas, ni siquiera cuando responde a preguntas que ya le han planteado miles de veces. Cada frase es un nuevo descubrimiento personal para él, un gesto de respeto hacia el oyente.

Su Santidad raras veces escribe en inglés. Los l

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