El coaching de Oscar Wilde (Genios para la vida cotidiana)

Allan Percy

Fragmento

1

Lo menos frecuente en este mundo es vivir.

La mayoría de la gente existe, eso es todo

VIVIR es, en teoría, lo que todos hacemos cuando no estamos muertos; sin embargo, el significado de este verbo varía enormemente de unas personas a otras que, según la filosofía del «vividor» Oscar Wilde, se reduce incluso a un mero EXISTIR.

Alguien cuyo único motor sea acudir al trabajo, pagar facturas y ver cómo caen los días, uno tras otro, flota en las aguas de la existencia, pero no se sumerge en las profundidades de la vida.

Sobre esto, la joven Alicia Rustaveli pregunta en Un haiku para Alicia:

¿Has tenido alguna vez la tentación de ?

Este singular curso de coaching empieza con una sola cuestión, estimado lector. Para iniciar una conversación, antes se preguntaba: «¿Estudias o trabajas?».

Oscar Wilde nos plantea una pregunta mucho más importante: ¿EXISTES O VIVES?

2

Sé tú mismo,

el resto de los papeles ya están cogidos

Hay demasiada gente en el mundo tratando de vivir una vida que no es la suya, bien porque siguen la estela de sus padres o porque quieren cubrir las expectativas que la sociedad tiene sobre ellos.

Oscar Wilde fue un maestro del individualismo bien entendido. No se trata de vivir de espaldas al mundo, sino de relacionarnos con él como lo que es cada cual: una persona única, irrepetible y genuina.

Cuando asumimos nuestro propio papel, nos resulta mucho más fácil movernos por los escenarios que nos va procurando el mundo, tal vez por aquel viejo dicho de: «Si vas a Roma, haz de romano sin dejar de ser tú mismo».

Descubrir quiénes somos y cuáles son nuestras prioridades es una de las misiones —si no la más importante— que nos es entregada al nacer. Por lo tanto, hay que luchar por la propia identidad.

Como decía Quevedo hace cuatro siglos: «Vive para ti si pudieres, pues solo para ti si mueres, mueres».

3

El dinero no da la felicidad, pero procura

una sensación tan parecida que se necesita

un especialista muy avanzado para verificar

la diferencia

Álex Rovira, autor de La brújula interior y coautor de La buena suerte, suele explicar en las entrevistas que el dinero no corrompe a una persona, sino que amplifica sus virtudes y defectos. Alguien con un fondo noble utilizará la prosperidad para beneficiar a los suyos y a su entorno, mientras que una persona sin escrúpulos canalizará el dinero hacia actividades puramente especulativas, o incluso claramente destructivas.

Dicho de otro modo: el dinero no es bueno ni malo en sí mismo; es solo un vehículo que podemos utilizar bien o mal.

Toda entrada de dinero tiene la capacidad, en todo caso, de hacernos ver cuáles son nuestras prioridades. Cuando alguien recibe una importante suma de forma inesperada, el dinero extra puede quedarse en una cuenta de ahorro para quien prioriza la seguridad; o bien emplearse para un viaje con la pareja, si priorizamos los buenos momentos; o incluso para una operación de cirugía estética, si ponemos en primer lugar nuestra imagen personal. Una persona de negocios invertirá el dinero con el fin de multiplicarlo. Alguien caritativo puede canalizarlo hacia una fundación que trabaja para los más desfavorecidos.

Resumiendo: el dinero y cómo lo movemos habla de quiénes somos.

4

Todos estamos en el arroyo,

pero algunos miramos hacia las estrellas

Esta cita de El abanico de lady Windermere, una obra de teatro que Wilde estrenó en Londres en 1892, nos remite a la importancia de la propia perspectiva, independientemente de cuáles sean nuestras circunstancias.

Hay personas que aparentemente lo tienen todo en la vida —salud, belleza, dinero, libertad— y son profundamente desdichadas porque fijan su atención en aquello que les falta, o simplemente no saben lo que quieren en la vida.

Otras, en cambio, viven una situación dura y adversa pero son capaces de mirar hacia aquel rincón de su jardín sombrío que está bañado por un rayo de sol.

Una luchadora de los imposibles que no necesita presentación, Helen Keller, explicaba así su secreto para no dejar nunca de mirar hacia las estrellas:

Abro las puertas de mi ser a todo lo bueno, y las cierro celosamente ante todo lo malo. Esta fuerza bella y terca me permite enfrentarme a cualquier obstáculo. Nunca me siento desanimada por la ausencia de cosas buenas. La duda y la incredulidad son solo el pánico de una imaginación tímida. Todo se puede conquistar con un corazón firme y una mente abierta.

5

La pura y simple verdad

raramente es pura y nunca es simple

El origen de la mayoría de las fricciones entre los seres humanos es creer que nuestra verdad es infalible y está por encima de la verdad de cualquier otra persona. Esta actitud hace que nos conduzcamos con rigidez y que seamos poco empáticos con los demás.

Ir con certezas por la vida es la mejor manera de terminar enfadado con todo el mundo.

Para combatir la tentación del pensamiento único, Edward de Bono nos recomienda estas claves para desarrollar el pensamiento lateral:

• Cambiar el análisis racional por la provocación. En lugar de determinar cómo son las cosas, juguemos a cómo podrían ser si...

• Ser espontáneos y «abrir compuertas» para que entren ideas de todo tipo, como sucede en una sesión de brainstorming.

• Prescindir de valoraciones previas o juicios, es decir: generar ideas sin prejuicios.

• Aceptar todos los caminos posibles y rehuir las etiquetas en el ejercicio de pensar.

6

El hombre que se ocupa de su pasado

no merece tener un porvenir

Un relato tradicional zen cuenta que un hombre que caminaba a través de la selva se topó un día con un feroz tigre. Corrió todo lo que pudo, pero pronto llegó al borde de un acantilado. Desesperado por salvarse, bajó por una parra y quedó colgando sobre el fatal precipicio. Mientras estaba allí colgado, dos ratones aparecieron por un agujero del acantilado y empezaron a roer la parra. De pronto, el hombre vio un racimo de uvas. Las arrancó y se las llevó a la boca. ¡Eran las más deliciosas que había probado en su vida!

Esta fábula ilustra de manera radical lo difícil que nos resulta anclarnos al presente. Personas que han consumido la vida pronosticando —deseos y miedos— y reviviendo los fantasmas del pasado descubren en su lecho de muerte que lo único que tenían es el momento que se escapa de sus manos y que no han sabido disfrutar.

Los hedonistas como Oscar Wilde saben que el pasado puede ser una fuente de sabiduría para las decisiones vitales de la existencia, siempre que no se convierta en una larga y pesada sombra que no nos deja ver las maravillas del presente.

7

No quiero ir al cielo,

no conozco a nadie allí

La creencia en otra vida donde seremos compensados por los sufrimientos terrenales es legítima, pero no debe servir de excusa para perdernos la única vida que ahora tenemos en la mano: esta.

Ya en el siglo v, el pensador romano Boecio se ocupaba de llevar la existencia al plano de los mortales, al decir que «un hombre cuyo único deseo fuera ir al cielo nunca ingresaría en él. Hay un trabajo que hacer sobre la tierra».

Otras ideas de este autor clásico, que con Las consolaciones de la filosofía influyó en toda la Edad Media, son las que siguen:

• El cultivo de la virtud lleva a la sabiduría, la sabidu

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