El Corán

Anónimo

Fragmento

cap-1
PRÓLOGO

Una vez por todas queremos advertir que sólo para reflejar fielmente él texto conservamos en la traducción el léxico despectivo, irreverente e injurioso que... usa en sus críticas del cristianismo y del judaísmo. Muestro papel de meros intérpretes nos excusa también de discutir sus objeciones, que, por lo demás, pueden fácilmente deshacerse consultando cualquiera de las obras modernas de exégesis bíblica o de teología dogmática.

(ASÍN, Abenhazam, vol. II, pág. 152.)

Las religiones reveladas constan, sustancialmente, de tres elementos:

1. Un texto básico «revelado» por la divinidad al hombre mediante un procedimiento sobrenatural. Esta «escritura» contiene la palabra de Dios: Antiguo Testamento (miqrá) para los judíos; éste y el Nuevo para los cristianos.

2. El Libro así revelado se completa con las instrucciones dadas por Dios, verbalmente, a sus enviados. La tradición las recoge y se ponen por escrito algún tiempo después: michná para los judíos; Santos Padres para los cristianos.

3. Elaboración doctrinal y racional de los elementos anteriores —revelación y tradición— para desarrollar los principios implícitos en ellos: tanaim y amoraim (Medabarim) entre los judíos; escolástica entre los cristianos.

En estas religiones acostumbra a producirse una herejía de carácter exclusivista al formarse sectas que sólo admiten el texto básico: caraitas entre los judíos; protestantes entre los cristianos.

Apliquemos, según el criterio musulmán, los principios hermenéuticos anteriormente expuestos al Islamismo, y veremos que esta religión consta de los tres. El texto revelado es el Corán; la tradición, la sunna (azuna), y los comentarios y discusiones de los primeros siglos de su existencia han cristalizado en los complicados sistemas juridicorreligiosos elaborados en los primeros tiempos del califato abbasí. Finalmente, la herejía de carácter exclusivista es la jarichi.

BIOGRAFÍA DE MAHOMA SEGÚN EL CORÁN

Mahoma, según refiere la tradición, nació en el año 570 d. J.C., fecha en la cual Abraha, gobernador abisinio del Yemen, marchó sobre La Meca montado en un elefante (*105). Sin embargo, este dato debe ser mirado con prevención, pues, según fuentes fidedignas, nos consta que esta expedición tuvo lugar mucho antes. Por eso hay que situar su nacimiento alrededor del año 580, conforme ha demostrado el P. Lammens, aunque para ello la expresión umr con que se alude a Mahoma en el Corán (*10 17) haya de ser tomada con un significado ligeramente distinto del habitual, pues aquí en vez de significar un cuarentón señalaría un hombre de unos treinta años.

Mahoma (i. e. el «alabado», nombre que, posiblemente, recibió ya en la infancia) pertenecía a los hachemíes, familia poderosa venida a menos (*43 30). A pesar de todo, en la época inicial de su predicación (c. 510), el prestigio de su clan era suficiente para salvaguardarle de las asechanzas de los infieles (*11 93). Muy joven quedó huérfano (*93 6), haciéndose cargo de su educación su tío Abu Talib. Joven aún, casó con la rica Jadicha (*93), que le doblaba la edad, y de la que tuvo varios hijos; todos, con excepción de Fátima, murieron muy jóvenes.

Entre los veinte y los treinta años Mahoma ayudó a su mujer en las tareas comerciales, pero no se sabe con certeza si llegó a ir personalmente a Siria acompañando las caravanas (*37 137). Sea como fuere, hay un momento crucial en la vida de Mahoma al que llegó bien después de una larga evolución psiquicorreligiosa (Caetani), bien repentina e inesperadamente (Buhl) (*44 2 ss. y *97 1), al presentársele por primera vez la inspiración profética (*2 181), al serle revelada la primera azora (96 o 74).

Cuando en los primeros tiempos se apoderaba de él la inspiración divina, estaba encapotado (*74), envuelto en su manto (*73) y parecía un poseso (machnún), un vaticinador (kabin) y un brujo (safar). Para Teófano todos estos síntomas no eran más que el reflejo externo de un ataque de epilepsia. En esta situación, los relatos, las palabras que habían entrado a formar parte de su inconsciente, revivían de nuevo fragmentadas, deshilvanadas, deshilachadas, entrando a formar parte de una nueva vivencia que dejaba hondas huellas en su alma, incluso después del arrobamiento que, para él, era de una realidad incontestable (*10 16, *20 113, *28 85 ss., *69 44, *75 16 ss.; cf. *7 202, *16 100), de un imperativo categórico ineludible (*74 2, *96 1) durante el período mequí (*80 1 ss.).

Para Mahoma estas revelaciones procedían de un libro divino, de un arquetipo guardado en el cielo (madre del libro, libro reluciente, etc.), al que sólo llegaban a conocer los puros (*56 76, *85 21, *43 2 ss., *80 13). Él, personalmente, no llegó a leerlo, pero se le recitaron, en cambio, distintos fragmentos traducidos a la pura lengua árabe (*12 2, *13 37, *20 112, *26 195, *41 2, *44 58, *41 44), que, en conjunto, sólo representan una fracción del original (*40 78, *4 162). Dios se lo comunicaba a trozos (*75 16) por medio del Espíritu (*26 193 ss., *16 104, *42 52) o de los ángeles (*16 2, *15 8, *53 5 ss., *81 19 ss.). Sólo en una aleya mediní se especifica claramente que Gabriel es el encargado de la transmisión (*2 91). Esta revelación casi nunca va acompañada de visiones (*8 45, *48 27), pero cuando así ocurre, como en el caso de la isrá (*17 1), éstas de por sí constituyen un milagro. Entonces lo sustantivo no es lo oído, sino lo visto ( *53 10-11, *81 19).

En estas circunstancias, alrededor del año 610 inició su predicación en La Meca. Al principio el único propósito de Mahoma consistía en llamar la atención de sus conciudadanos hacia el monoteísmo cantando las maravillas de la creación del hombre: sólo hay que pedir perdón a Dios por los pecados (*33 11) y recitar frecuentes letanías de inspiración cristianohebrea (*11 116, *73 20, *76 25 ss.); hay que evitar el engaño (*26 182 ss., *55 8 ss.), llevar una vida casta y no matar a las niñas recién nacidas (*6 152, *17 33). No quiere crear una nueva religión, sino ser el «profeta árabe» por excelencia, por encima de Hud y Salé (*6 157, *28 46, *32 2, *34 43, *36 5). Mediante las revelaciones que recibe en forma de un Corán (lectura) claro, quiere ser un amonestador (*51 50, *74 2, *79 45, *80 11, *88 21) que vuelva a conducir a la grey humana a la pureza de la primitiva religión encarnada por el hombre piadoso muslim, musulmán (*68 35, *21 108) o hánif (*10 105, *30 29, *98 4). En este aspecto su misión es ecuménica, y como tal, deben reconocerla judíos y cristianos (*10 94, *16 45, *21 7, 26 197, *28 52).

El principio de su misión no pudo ser más halagüeño (*11 64): Jadicha fue el primer creyente y Abu Bakr, Zayd b. Harita, Zubayr b. al-Awwam, Talha b. Ubayd Allah, Abd al-Rahman b. Awf y Saad b. abi Waqqas siguieron poco después. Los primeros conversos eran, en general, pobres, pues los ricos, que temían que con la nueva religión se terminasen las peregrinaciones y la posición privilegiada de La Meca, rechazaron el nuevo credo (*19 74, *34 30 ss., *38 62 ss., *73 11 ss., *80 1 ss.; cf. *7 73 ss., *11 29, *17 17, *26 111). El celo de Mahoma se exacerbó, y al tiempo que intentaba tranquilizar a los magnates garantizándoles la continuación de las prebendas de que gozaban (*31 24, *39

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