Quetzalcóatl y los mitos fundadores de Mesoamérica

Enrique Florescano

Fragmento

Quetzalcóatl y los mitos fundadores de Mesoamérica

Introducción

Quetzalcóatl encierra muchos personajes, símbolos y significados. Es el dios creador del cosmos, los seres humanos y la planta del maíz, el fundador de la agricultura y la vida civilizada, símbolo de la realeza y la legitimidad política, prototipo del gobernante sabio, emblema del poder carismático, el conquistador y fundador de reinos legendarios, un mito polisémico extendido por toda Mesoamérica y productor de las interpretaciones más diversas y fantasiosas. El libro que el lector tiene en sus manos es una revisión de esas diversas interpretaciones y una presentación de nuevos descubrimientos. Escribí mi primer acercamiento a Quetzalcóatl hace muchos años. Desde entonces su fantasma se tornó en un reto que me llevó a romper con los hábitos del historiador tradicional, dominados por el paradigma del texto escrito como fuente básica del conocimiento histórico. Quiero decir que los interrogantes a los que me enfrentó la figura de Quetzalcóatl me impusieron el estudio del mito, la imagen y el rito, los ropajes bajo los cuales se representa a los dioses, los héroes fundadores, el gobernante carismático o los emblemas del poder en la antigüedad mesoamericana.

El resultado de ese aprendizaje está resumido en este libro que presenta nuevas interpretaciones, producto de los cambios radicales que ha experimentado el estudio de Mesoamérica en los últimos treinta años. En libros anteriores había sugerido que en sus inicios Quetzalcóatl fue un dios creador del cosmos vinculado con Ehécatl, el dios del viento. Las nuevas indagaciones muestran su parentesco con el dios del maíz de los olmecas y mayas, quienes lo elevaron a la categoría de dios creador y civilizador (caps. I y II). En sus orígenes aparece como una deidad agrícola, cuyos principales episodios están vinculados con el descubrimiento del grano y el cultivo de la planta del maíz. La siembra de la semilla de maíz, su germinación en el interior de la tierra, el brote de la planta verde en la superficie y el momento feliz de la cosecha, forman los capítulos cruciales del relato contenido en el mito del dios del maíz tanto en la época Clásica (250-900 d.C.) como en el Popol Vuh (1554) de los k’iche’ (cap. II). Pero las nuevas investigaciones muestran que desde los inicios del periodo Clásico, durante el esplendor de esta época y en el Posclásico (1000-1521 d.C.), el dios del maíz fue asociado con el origen del cosmos, la fundación del reino y el nacimiento de la civilización, temas que expresan la importancia que los pueblos de Mesoamérica le atribuyeron al descubrimiento y el cultivo de la planta del maíz.

La Serpiente Emplumada que aparece con fuerza en Teotihuacán (siglos I-IV), parece ser una entidad asociada con la fertilidad y la abundancia agrícola. Su vigorosa representación en la pirámide de Quetzalcóatl que se levanta en el espacio de La Ciudadela es un emblema real, el emblema del gobernante enterrado en ese monumento (cap. III). Según esta interpretación, la imagen de la Serpiente Emplumada que domina ese monumento no es una “entidad mítica” o un dios, como afirman otros autores, sino el emblema real del gobernante llamado Quetzalcóatl, Serpiente Emplumada. Este símbolo del poder se vuelve el emblema que representaba a los gobernantes posteriores que fundaron los reinos de Xochicalco y Cacaxtla (cap. IV), y más tarde a los gobernantes de Tula y Chichén Itzá (cap. V y VI) y Tenochtitlán (cap. VIII). Es decir, Quetzalcóatl era el emblema de la realeza tolteca.

En contra de una larga tradición que afirma que en Teotihuacán, Xochicalco, Cholula, Tula y Chichén Itzá hubo un culto al dios Quetzalcóatl, en esta indagación no encontré huella ni del dios así llamado ni de su culto. Por ejemplo, en Tula, citada en las crónicas y en los libros de numerosos autores como la meca del culto al dios Quetzalcóatl, las investigaciones arqueológicas realizadas en ese lugar no hallaron evidencia alguna de ese culto. Lo que sí registré y traté de documentar con una iconografía convincente, es un culto al dios del viento Ehécatl, al héroe cultural 9 Viento, otro avatar del dios del viento, quien aparece también como numen fundador del reino mixteco de Tilantongo, de varios reinos de la Mixteca Alta de Oaxaca, dios patrono de Cholula (cap. VIII), y deidad prominente en el área náhuatl y en Tenochtitlán. Por otro lado, rechazo la tesis de numerosos autores que identifican al Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl de Tula con Kukulcán, Gucumatz, Nacxit y otros capitanes o gobernantes que reciben esos nombres en lugares remotos como Chichén Itzá, Mayapán, Coixtlahuaca, Qumarcah y otras capitales en las tierras altas de Guatemala.

Una tarea más ardua fue intentar resolver la confusión que asocia, tanto en las fuentes antiguas como en los textos modernos y contemporáneos, al personaje histórico llamado Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl con el dios Ehécatl-Quetzalcóatl, y con el sacerdote apellidado también Quetzalcóatl, y con el emblema real de los gobernantes de ascendencia tolteca que asimismo llevan el título de Serpiente Emplumada, Quetzalcóatl (cap. VIII). Para hacer luz en esta revoltura de nombres y títulos tomé la decisión de tratar separadamente a cada uno de esos personajes y entidades, precisar sus orígenes y distinguir sus símbolos, indumentarias, atributos y funciones. Así, Ehécatl, el dios del viento reconocido por la máscara bucal en forma de pico de pájaro que lo identifica, es la entidad que aparece en los calendarios más antiguos y su imagen recorre las diversas culturas de Mesoamérica hasta llegar a ser una deidad predominante en distintas regiones y particularmente en las dominadas por los mexicas (1473-1521). En Teotihuacán (siglos I-IV) es el dios creador del Quinto Sol y el emblema de la realeza y el poder, representado por el símbolo de la Serpiente Emplumada (cap. III).

Entre los misterios que rodean a Ehécatl sobresale su vínculo con el sacerdote Quetzalcóatl, que cuidaba de su templo y de los ritos a él consagrados. El fraile Diego Durán asentó en su Historia de las Indias de la Nueva España, que en Tezcoco cada templo tenía un sacerdote supremo llamado Quetzalcóatl. Sin embargo, en las fuentes que proceden de Tula o Tenochtitlán a Ehécatl se le llama Quetzalcóatl y también a su sacerdote. Pero es claro que en México-Tenochtitlán el calendario, el Calmécac, la escritura y los templos estaban a cargo de sacerdotes que tenían por título el de Quetzalcóatl. El sacerdote llamado Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui, “Nuestro Señor Serpiente Emplumada”, estaba al servicio del dios mexica Huitzilopochtli. Por su parte, el sacerdote llamado Quetzalcóatl Tláloc Tlamacazqui, “Nuestro Señor Sacerdote de Tláloc”, estaba dedicado al dios de la lluvia. Esta reasignación de títulos muestra que las funciones del sacerdocio no habían cambiado: el anterior sacerdote de Ehécatl se había desdoblado en un sacerdote de Huitzilopochtli y en otro de Tláloc. El Códice Florentino establece una diferencia clara entre el dios y el sacerdote, pues dice que el día 1 Caña (Ce Ácatl) era el día del nacimiento del dios Ehécatl-Quetzalc

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