Montessorízate

Beatriz M. Muñoz

Fragmento

cap-1

PRÓLOGO

Hoy estoy feliz, tremendamente feliz, de poder estar hablando sobre este libro que tan magistralmente ha escrito Beatriz Muñoz.

La historia empezó cuando una servidora necesitó asesorarse sobre el método Montessori para un libro en el que estaba trabajando. Y di con Beatriz. Nunca agradeceré bastante este encuentro fortuito que me llevó a conocer mejor el universo Montessori.

Y es que Beatriz es pura pasión cuando habla de Montessori. Agrupa en el mismo discurso una enorme cantidad de conocimientos y sabiduría, sus grandes dotes pedagógicas y esa emoción que solo ella sabe transmitir a padres y profesionales. Porque el libro que tienen en las manos interesará tanto a padres que se acerquen a él con el ánimo de encontrar recursos para practicar en el hogar, como a aquellos que lo consulten para informarse sobre un método que ha superado la barrera de los tiempos y de las modas.

En los años setenta tuve la suerte de estar escolarizada con el método Montessori. La mía no era una escuela Montessori en el sentido estricto de la palabra. El equipo directivo del colegio había conocido el método durante un viaje a Italia e intentaba adaptarlo a sus aulas. De aquellos tiempos solo conservo recuerdos felices. Yo tenía unos nueve años cuando empecé. Recuerdo el respeto de nuestros profesores, la búsqueda de información por nuestra parte, los debates y las puestas en común sentados en círculo en una especie de alfombrillas. Todavía hoy me emociono cuando abro el armario en el que guardo las piezas de madera con las que hacíamos matemáticas. Esas piezas, viejas y desgastadas, saben devolverme como nadie a mi infancia escolar.

A los pocos años volvimos al «sistema tradicional». Así que, cuando ahora alguien me pregunta: «Y los niños que han seguido este método ¿se adaptan bien al sistema tradicional cuando son más mayores?», puedo contestarle con toda seguridad: «Sí, sin ningún problema». Ni yo ni ninguno de mis compañeros tuvimos dificultades y nos adaptamos. Quizá preferíamos el estilo anterior, pero nada más.

Actualmente el sistema escolar está experimentando un renacimiento de los centros Montessori. Y eso se agradece. Supongo que quien más lo agradece son los alumnos, pero estoy segura de que toda la comunidad escolar (padres, profesores y alumnos) disfruta de ello.

Una vez alcanzado este momento de auge de los centros Montessori, Beatriz, que ha hecho tanto por difundir este método a través de conferencias, webs y otros trabajos, va y nos sorprende con un nuevo planteamiento: cómo aplicar los principios Montessori en el hogar.

Esa idea conlleva una reflexión: el hogar y la crianza también son pedagógicos. Las madres y los padres son los primeros maestros para sus hijos. Antes que la educación formal, los niños reciben la educación que se da en la familia, tanto o más importante que la formal.

Muchos de los pilares de la metodología Montessori no es que puedan ser trabajados en casa, sino que deben ser tenidos en cuenta en el hogar. Entre ellos destacaré el respeto de los padres por los hijos, la libertad de los niños para explorar el entorno y fomentar su autonomía, el uso de los sentidos para comprender mejor lo que los rodea y la voluntad de la familia de pasar más tiempo juntos.

A lo largo de estas páginas van a descubrir lo muy positivo que es criar a nuestros hijos siguiendo el método Montessori porque, como decía su creadora, no es un método, sino una ayuda para la vida con un criterio que puede mantenerse más allá del ámbito escolar.La verdad es que si se enfrascan en la búsqueda de bibliografía sobre el método Montessori van a encontrar gran cantidad de material acerca de cómo aplicarlo en la escuela, pero muy poco (o prácticamente nada) que trate la manera de adaptarlo al hogar o en el día a día. Y Beatriz Muñoz hace una aportación no solo valiosísima, sino innovadora en este sentido.

Capítulo a capítulo encontrarán información sobre cómo llevarlo adelante, acompañada de casos prácticos y sugerencias que no dejan indiferente a nadie. Lo que hace Beatriz no es simplemente «dar ideas», sino ayudarnos a romper moldes en la crianza de los niños para cambiar el paradigma.

Sí, hoy estoy feliz, como decía al principio, porque sé que a partir de ahora en los hogares de muchos lectores se va a producir un cambio. Un cambio que mejorará sus vidas y las de sus pequeños. Eso se lo debemos al trabajo, el esfuerzo y la constancia de Beatriz. Gracias, Bei, por contribuir a que hagamos entre todos un mundo mejor.

ROSA JOVÉ

cap-2

PREFACIO

Dicen que las cosas llegan cuando tienen que llegar. La primera y la segunda vez que me propusieron escribir este libro no era el momento adecuado. Tenía una idea vaga de lo que quería que fuera, pero no me veía preparada para escribirlo. ¡Qué responsabilidad tan grande! ¿Quién soy yo para escribir un libro? ¿Y de dónde iba a sacar el tiempo necesario sin desatender a las niñas? Sentía miedo, vergüenza, culpa…

Dicen que a la tercera va la vencida. Entonces, embarazada de mi tercera hija y con dos niñas pequeñas a mi cuidado, me pareció una idea estupenda. Esta intuición tal vez procedía de la bebé, que es sin duda decidida y obstinada. No obstante, el libro que yo había tenido en mente ya no me gustaba. «¿Para qué un libro así? —me preguntaba—. Si ya tienen los libros de la doctora Montessori, si ella lo cuenta todo, si ella era maravillosa.» Y me di cuenta de que lo que yo quería contar, lo que yo quería transmitir era lo que había supuesto para mí el método Montessori.

Yo tenía que contar otra cosa, no cómo entretener a los niños sino cómo darles el protagonismo que les habíamos robado.

Yo tenía que ir más allá de la teoría y de las palabras contundentes pero que chocan con nuestro día a día abrumador para decir bien alto: ¡sí se puede!, cada uno a su manera.

Yo tenía que afirmar que es posible otro método Montessori, de casas pequeñas, cabezas despeinadas y niños que no fueran vestidos al estilo de Pinterest.

Yo tenía que reconocer que es posible encontrar la paz, la belleza y la alegría en el caos, así como servir de modelo a tus hijos. Que sustituir la ira y el orgullo por la paciencia y la compasión es posible y que además es lo que te da serenidad.

Yo tenía que recordar que los niños son maravillosos y que, en esta vida, nuestra función primordial como padres es proteger su esencia. Y aunque nadie protegiera la nuestra, podemos cumplir esta función si nos dedicamos a ello.

Yo tenía que agradecer que los niños nos den la oportunidad de recomponer nuestra infancia rota en trocitos, pues al mismo tiempo que nos recomponemos, de repente vivimos nuestra existencia con más plenitud, no por el mero hecho de tener niños, sino porque en el proceso de recomposición damos sentido a nuestras experiencias previas, y así es como construimos, sin saberlo, nuestra mejor versión, renovada y pulida.

Yo tenía que proclamar que estos primeros años son únicos, irrepetibles y los más i

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos