Humanizar la educación

César Bona

Fragmento

Un día de lluvia sales al supermercado de al lado de tu casa a comprar cuatro cosas que necesitas. Vas caminando por la acera y, sin darte cuenta, pisas un charco que se ha creado por el desnivel del pavimento. ¡El zapato y el calcetín están empapados! Sientes frustración. La mala suerte a la que achacas ese pequeño incidente hace que sueltes un improperio. Sin embargo, no dejas que ese hecho, minúsculo en realidad, te amargue tu tarde de película. Decides seguir el camino a pesar de la incomodidad que suponen el desagradable frescor del agua en tu pie y el ruido absurdo que produce el encharcamiento de tu zapato cada vez que pisas. Casi hasta te hace sonreír. Te van a mirar todos a cada paso. Qué más da. Que disfruten. Entras en la tienda y coges un carrito. Sabes de memoria dónde está lo que buscas, por lo que te diriges directamente a los tres pasillos en los que lo encontrarás. Cuando terminas de hacer la compra, regresas a casa. No para de llover y, con buen criterio, tratas de meter la bolsa bajo el paraguas. Esquivas a la gente que se refugia bajo el alero de los tejados; amablemente, dejas que se cobije una señora que no lleva nada para protegerse de la lluvia y das dos pasos hacia la calzada. Las gotas que caen del tejado golpean con fuerza la tela del paraguas y te alivia haber sido precavido, esta vez. Llegas al charco que causó el conflicto un rato antes y, en una décima de segundo, tomas una decisión: cambias el paso, apoyas el pie seco en el borde y estiras la otra pierna, dando un pequeño salto con el que consigues evitarlo. Has vencido, también, esta vez.

Este pequeño relato, completo o por partes, nos ha sucedido a todos en algún momento, y por eso lo comparto contigo, porque cuando algo nos sucede a los dos, cuando ambos hemos pasado por eso, comenzamos a entendernos. Y aunque pueda resultar extraño, voy a usarlo para hablar de educación. Verás que no ando desencaminado.

Cuando hablamos de educación, por norma nos vienen a la mente estos tres verbos: aprender, evaluar y examinar. Aprender es algo inherente al ser humano, y muchas veces va de la mano de la curiosidad, que también nos acompaña allá adonde vamos. Evaluar, evaluamos constantemente en nuestra vida: a cada instante, analizamos lo que ocurre a nuestro alrededor, sopesamos qué hacer según lo que hemos evaluado, reflexionamos y actuamos en consecuencia. Esa evaluación, como ves, siempre va asociada a una reflexión, por pequeña que esta sea. Y unido a esa reflexión va el aprendizaje, hayas acertado con la decisión o no. Básicamente, esta podría ser la descripción de cualquier acción que hagamos a lo largo del día. Si vuelves a leer el párrafo de la lluvia, descubrirás decenas de evaluaciones que se hallan implícitas en tu quehacer diario, con la consiguiente reflexión y la decisión posterior. Y todas ellas te llevan al aprendizaje. Todas ellas son parte de la vida, y en ningún momento nadie te examinó para decirte si pasabas al siguiente nivel. Sí, aquí llega el tercer verbo: examinar. Quizá en este instante has fruncido el ceño, pensando que voy a desdeñar su importancia: algo que forma parte de nosotros mejor no removerlo, ¿verdad? Una acción sin la que no puedo imaginar la educación. Una parte sin la que educar pierde sentido. Así fui educado, así lo llevo conmigo. Pero no: no nos iremos «a los extremos». Este verbo también forma parte de nosotros, como algunos más que veremos a lo largo de estas páginas: escuchar, compartir, sumar, cuidar, incluir, acompañar, superarse, soñar, crecer o vivir, que los reúne todos.

En estas páginas voy a contarte cosas que son obvias, cosas que damos por hechas y, precisamente por eso, a veces no se hacen, bien porque consideramos que las tenemos asimiladas y educar en ellas sería redundante, o bien porque son tan importantes que han de ser tratadas en todas las materias. En este caso pasan a formar parte de lo transversal, esa cinta transparente con la que se envuelve el currículo y que, desgraciadamente, tantas veces se desvanece cuando se encuentra con la realidad de los contenidos. Estos no dejan espacio ni tiempo para tratar aquello que es tan importante en la vida. Una de las grandes paradojas de la educación de nuestro tiempo... ¿o debería decir de todos los tiempos? Y, con todo, y a pesar de las dificultades, miramos adelante con un gran objetivo: «Desarrollar la actividad, la espontaneidad y el razonamiento del niño; estimular su iniciativa; favorecer la expansión de sus fuerzas interiores; hacer que sea no solo partícipe, sino el principal actor de su propia educación; que bulla en él la vida; que todo le hable; que sienta el deseo de verlo todo, de cogerlo todo, de comprenderlo todo». No son mías estas palabras, pero ayudan a definir bastante bien lo que tú y yo buscamos, ¿verdad? Las retomaremos más adelante y hablaremos de su autor.

2. Cerrado por obras

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CERRADO POR OBRAS

Lo que nos ha tocado vivir en este tiempo y que nos une a todos con un sentimiento común de fragilidad ha hecho tambalear la estructura a la que estábamos acostumbrados. En dos parpadeos, la pandemia pasó de ser una crisis sanitaria a una crisis social a nivel global, con una preocupante semejanza a la sinopsis de un libro de ficción postapocalíptica: aparece un virus desconocido que, en semanas, se expande por todo el planeta y obliga a millones de personas a encerrarse en sus casas.

Palabras o expresiones que antes nos eran ajenas, ahora nos resultan estremecedoramente familiares: «pandemia», «cuarentena», «confinamiento», «mascarilla», «COVID-19», «distancia de seguridad», así como otras que aún asociamos con guiones futuristas pero que nos acompañan desde hace tiempo, como «videollamada», «teletrabajo» o «telemáticamente». He de decir que, con esta última, el corrector del móvil mostró la inteligencia que

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