Criar desde el corazón

Beatriz M. Muñoz
Nitdia Aznárez

Fragmento

cap-2

PRÓLOGO

 

Criar desde el corazón es un título tan obvio que pudiera parecer que no precisa decir nada más. No hay nada como la realidad de la interacción con la infancia para darse cuenta de cuántas letras le faltan todavía a nuestra manera, la de los adultos, para considerar a niños y niñas, para que este enunciado refleje la atmósfera armónica de hogares y centros escolares.

De generación en generación, desde tiempos inmemoriales, en nuestras familias hemos echado mano de praxis que nos han alejado de la capacidad de disfrutar y conservar relaciones más humanizadas, más compasivas con nuestros hijos.

En cada educador ha habido un vehículo de transmisión de todo aquello que, en educación, hoy se muestra al menos como susceptible de revisión. Desde el amor.

Aunque todos queramos dejar atrás castigos, humillaciones y vergüenzas, en cada hogar se reactivan movilizando sensaciones físicas y emocionales que precipitan a nuestro cerebro a una construcción reactiva.

El reto es explorar lo que se ha revelado como beneficioso para las personas y cambiar lo que nos aleja de la mente infantil.

¿Es posible adueñarse de lo ineludible en crianza para «ser una influencia positiva» en otro ser humano?

Querer cambiar es solo el primer paso. Sin embargo, no sería posible sin contar con la información suficiente sobre los procesos básicos que subyacen en las plantillas que forma todo ser humano para manejarse en la vida.

Sin la aceptación de que es necesario el mayor conocimiento sobre la naturaleza de la infancia, es difícil que lleguemos a la conclusión de que su comportamiento, el que tanto nos solivianta, no es el resultado de su mal carácter ni de la mala intención, sino consecuencia natural de su momento madurativo y señal clara de cómo se sienten vistos, cuidados y queridos.

Ahora somos más conscientes de nuestra huella, podemos aceptar nuestra parte de influencia, libres de prejuicios y creencias que nos alejan de esta concepción de infancia en busca de educadores solidarios.

Existen publicaciones, grupos de apoyo; contamos con información para darnos a nosotros mismos otras oportunidades para llevar a cabo la misión de criar y educar desde el corazón. Beatriz y Nitdia nos dedican su saber, sus reflexiones y, por encima de todo, las realidades de los hogares, que a fin de cuentas son la mejor prueba de que no es solo la teoría sino la práctica la que nos pone en la vía de un tratamiento digno de la infancia.

La primera vez en mis memorias sobre Beatriz sentí la fuerza que traslada una persona que cree en lo que hace y que atiende a su brújula interna, aunque hacerlo ponga sus velas contra viento y marea.

Montessori y la disciplina positiva eran su mapa, la hoja de ruta. Lo siguen siendo, no hay ánimo de revelarse como experta y no cabe duda de que lo es. Repetidamente ha abierto senderos, cuenta en su haber de madre con sabiduría intrínseca y también con la que aporta no resignarse con las creencias; al contrario, aflorarlas y someterlas a estudio.

Ella y Nitdia han usado su predisposición natural hacia la conexión con la infancia, le han sacado el mejor partido para ser contribución a tantas personas que gozamos de su cercanía en escritos y aportaciones de toda índole.

Se pueden lograr cambios profundos en la interacción con nuestros hijos e hijas.

El reto está pendiente: mejorar la humanización de la crianza y la educación. Este libro es guía, es invitación, y somos nosotros los que habremos de decidir cuál queremos que sea nuestro compromiso con niños y niñas y, de alguna manera, con la humanidad.

Gracias por esta publicación, gracias por compartir esta explosión de conocimiento.

MARISA MOYA

cap-3

INTRODUCCIÓN

 

Creemos que realmente no crías y educas con lo que sabes, sino con quien eres, con tus luces y con tus sombras. A menudo, muchas madres y padres nos sorprendemos viviendo la crianza como un sufrimiento en lugar de como el disfrute que debería ser, y es que hay una manera de criar de forma sostenible, aquella que nos nutre a todos en vez de agotarnos.

Coincidimos con Maria Montessori cuando decía que los grandes peligros del educador son el orgullo y la cólera. Nosotras creemos que los antídotos para esos grandes peligros son la humildad y la calma. No obstante, para pasar del orgullo a la humildad necesitamos tener mucha información: primero para entender a los niños en un mundo que no comprende a la infancia; segundo para entendernos a nosotros mismos, pues un mayor autoconocimiento nos impelerá a tratar de entender qué nos duele y por qué, así como la causa de que «reaccionemos» ante las situaciones en vez de «ocuparnos» de ellas. Todo eso hará que seamos más comprensivos y, por lo tanto, más compasivos, lo que nos permitirá fluir más y controlar menos.

Para pasar de la cólera a la compasión también necesitamos serenidad. Os proponemos dos formas para lograrla: a través del autocuidado y mediante el desarrollo personal. Pensamos que el autocuidado no es un elemento más en la lista de cosas que hacer de tu agenda, sino todo aquello que te haga la vida más fácil. Es decir, es esencialmente aprender a amarte y a respetarte a ti misma. No tiene por qué ser una visita al spa a solas, puede consistir en observar y disfrutar de tus hijos mientras ellos juegan y tú te tomas una infusión sin tener que preocuparte de nada más. Autocuidado es aquello que hace que no vivamos todo el tiempo en modo supervivencia, lo que nos da permiso para estar tranquilas y en calma, lo que nos hace sentir plenas. Porque cuando tenemos sentimientos desagradables y no encontramos la causa que los motivó, seguramente se deban más a algo que viene de nuestro sistema de creencias y no tanto al momento presente. Por eso la otra forma de lograr la serenidad es el trabajo de desarrollo personal, principalmente revisar y pulir nuestras creencias y volver a maternar a nuestra «niña interior». Porque nos desconectamos de nuestros hijos cuando nos desconectamos de ella y dejamos de cuidarla, muchas veces debido a una vida hiperacelerada e hiperexigente. Esa niña interior, ahora desatendida y desalentada, no cuidada en definitiva, intenta avisarte de mil formas, y no le prestas atención. No nos boicotea, como algunas personas piensan, sino que se anula para poder sobrevivir, porque es lo que aprendió a hacer; sin embargo, tarde o temprano este modo de supervivencia nos pasará factura. Así que piensa en ello: ser mejores madres para nuestras hijas e hijos es ser mejores madres para nosotras mismas, porque, al revisar las creencias, damos sentido a nuestras experiencias y, con ello, somos capaces de volver a maternarnos.

Por ello, pensamos que un compendio de herramientas para lidiar con situaciones de conflicto no es suficiente, pues resulta necesario también trabajar desde la consciencia, conocernos a nosotros mismos en lo más profundo. En otras palabras, entendernos, comprendernos y, poco a poco, empezar a pulir esa

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