Quiérete mucho

Tania García

Fragmento

quierete_mucho-3

INTRODUCCIÓN

Durante toda mi infancia, adolescencia y parte de mi vida adulta tuve una baja autoestima. Ni me quería, ni me creía válida, ni sentía respeto por mí misma, ni mucho menos sentía que era merecedora de nada. Sentía muy lejos a esa persona que habitaba en mi interior, no la respetaba ni la cuidaba.

Cuando tenía siete años me diagnosticaron un problema de crecimiento: mis hormonas iban más rápidas de lo normal y la menstruación estaba a punto de aparecer si no se tomaban medidas. Todo ello iba a provocar una serie de consecuencias negativas en mi desarrollo. Me incluyeron entonces en un programa piloto y tuvieron que inyectarme hormonas todos los meses hasta los doce años. Cuando retiraron las hormonas, la menstruación vino como si nada hubiese pasado; no obstante, durante todos los años de tratamiento yo me sentía rara, no solo por mis constantes visitas al hospital y la dependencia de esas hormonas para mi bienestar, sino también porque era cuatro veces más alta que las niñas de mi edad. Además, el vello que tenía iba desapareciendo mensualmente casi de forma mágica, llevando hacia atrás una pubertad a la que me había acostumbrado y a la que años más tarde debería volver a dar la bienvenida, con todo lo que eso iba a conllevar en mi relación conmigo misma.

A raíz de eso, siempre sufrí acoso escolar. Empezaron por llamarme koala y después fueron surgiendo más calificativos como fea, gorda, caballo, jabalí, cromañón... Los profesores también se unieron a esos desprecios. Y sí, es algo a lo que te acabas habituando, es tu pan de cada día y forma parte de tu vida como comer o dormir. Por supuesto, también te lo acabas creyendo, llegando a un nivel tan alto de dolor que incluso piensas que todo eso es verdad, que por algo te lo dirán, que estás condenada a no ser nadie, o a ser solo un saco de boxeo, donde recibes impactos a merced de los demás.

Ya en la adolescencia, decidí dar un giro radical a mi vida y cambiar de instituto, de amistades, de aires... Sin embargo, al cabo de poco tiempo me encontré exactamente con la misma situación: bonitas amistades, pero, paralelamente, el mismo tipo de acoso que había sufrido hasta entonces, incluso más intenso, con pintadas en mi mesa, insultos por la calle, ofensas a mis familiares, persecuciones, etc. Mi primer amor adolescente, el que creía que era mi mejor amigo, decidió poner fin a nuestra relación, incluida la de amistad, porque cómo iba a tener él una amiga o novia fea. ¿Qué dirían los demás? Ese episodio casi me lleva a la muerte, o al menos así me sentía. No solo era el duelo de perder a alguien importante, era el acoso sufrido a diario, a todas horas y en todas partes, acoso que, por cierto, duró hasta que tuve veintidós años.

El baloncesto siempre ha sido una de mis grandes pasiones, y durante mi infancia y adolescencia fue mi paño de lágrimas, como también lo fueron la escritura y mi vocación, tan fuerte, de querer cambiar el mundo, ideando planes continuamente para que los niños y adolescentes fueran respetados tanto por sus iguales como por los adultos.

Pero... ¿eran esos los paños de lágrimas adecuados? ¿Cómo me acompañaron emocionalmente al respecto? ¿Eran mis padres conscientes de lo que ocurría? ¿Atendían correctamente mis necesidades físicas y emocionales? ¿Potenciaban mi óptima autoestima o contribuían a alimentar mi baja autoestima? ¿Me aportaban confianza, seguridad y amor incondicional?

Lo cierto es que los años de nuestra infancia y adolescencia son la base de nuestra autoestima, y la forma en la que nos tratan primero nuestros padres y figuras de vínculo afectivo y después nuestro entorno y las experiencias que vivimos en él determina el tipo de amor que nos profesamos para siempre.

Una buena autoestima lo es absolutamente todo para el correcto desarrollo psicológico, emocional e incluso físico de las personas. Por ende, es el primer indicador de una buena salud mental.

Poseer una autoestima saludable es imprescindible para tener una buena calidad de vida. Una vida en la que te quieras a ti mismo, en la que saques aspectos positivos de las adversidades, seas fiel a tu esencia y hagas siempre lo que sientes, piensas y dices, con coherencia y respeto hacia ti mismo y hacia el resto.

Por ello, como madres y padres tenemos la responsabilidad de acompañar la infancia y adolescencia de nuestros hijos e hijas de la manera más respetuosa posible para que puedan amarse a sí mismos potenciando un equilibrio en todos los sentidos, integrando en ellos habilidades sociales, emocionales y personales, constancia, tolerancia, resiliencia, cooperación, ética, respeto, empatía, asertividad y motivación ante la vida. Como ves, la óptima autoestima es una cualidad que influye en todos los aspectos de sus vidas.

Por supuesto, la autoestima cambia a lo largo de nuestra trayectoria, no es estática. En función de las situaciones y experiencias que vivimos, vamos pasando por curvas en relación con ella. De ahí que nunca sea tarde para mejorarla y situarla en el lugar que verdaderamente debe ocupar y merecemos, viviendo la vida que realmente queremos, sin dañar, dañarnos ni que nos dañen.

En la vida adulta, casi todos buscamos y necesitamos la autoestima. De hecho, la mayoría de los libros de no ficción van dirigidos a conseguir este amor por nosotros mismos que siempre estamos buscando hasta dar con la tecla adecuada. Y es que, como aprenderás en las páginas que siguen, la autoestima siempre depende de cómo nos trataron nuestras madres y padres, del apoyo, la escucha, el respeto y el amor incondicional, entre otros, que obtuvimos de ellos.

La familia es, pues, la clave. Por consiguiente, la valoración que nuestros hijos e hijas tienen de sí mismos es la valoración que como padres y madres les damos. Para garantizar su buen desarrollo es mucho más importante enfocarnos en la autoestima que en muchos otros aspectos familiares a los que estamos acostumbrados a prestar atención y en los que invertimos horas y años de esfuerzo, aspectos que sin duda aprenderán sí o sí a lo largo de su vida, tales como lavarse los dientes o hacer la cama.

Aunque podamos modificarla y reeducarla de adultos, lo cierto es que la raíz de la autoestima está siempre en la infancia y adolescencia y es necesario y urgente que acompañemos a nuestros hijos e hijas como necesitan para asegurar una autoestima en equilibrio, entendiendo que este acompañamiento adecuado nos ayudará también a nosotros a mejorar la nuestra, a conocernos mejor y a encontrar por fin esa estabilidad emocional tan anhelada.

En este volumen, que considero muy especial debido a la necesidad social de un libro así para con la infancia y adolescencia, vas a encontrar las pautas adecuadas para conocer en profundidad, de una forma diferente a la habitual, tu propia autoestima y, en consecuencia, conocerte plenamente. Te ayudará a reeducarte y, en consecuencia, podrás acompañar a tus hijos e hijas en su camino, puesto que para que ellos se amen a sí mismos primero debemos aprender a amarnos nosotros retomando el enlace con nuestra propia infancia, donde se encuentra la base de nuestra autoestima. De esta manera, comprenderás que jamás podremos demostrar amor incondicional si no lo sentimos por nosotros mismos e integrarás que ellos son el reflejo de lo que ven.

Durante la lectura obtendrás herramientas teóricas y prácticas reveladoras tanto para ti como

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos