Niños descansados, niños felices

Dr. Eduard Estivill

Fragmento

1

LA IMPORTANCIA DE LOS HORARIOS

Por norma general, nuestras vidas están regidas por horarios: nos despertamos a una hora concreta, entramos a trabajar a una hora fija, comemos y cenamos más o menos a la misma hora . . . Si para los adultos es imprescindible seguir un horario que marque las pautas de sus rutinas, ¿cómo no va a serlo para un niño, que está en proce­ so de aprendizaje y que necesita sus hábitos para llegar a la noche con el cuerpo y la mente preparados para dormir, descansar y recu­ perar energías para el día siguiente?

En la escuela, los niños tienen un horario fijo . Sin embargo, en casa también es necesario marcar ciertas pautas, tanto con las ho­ ras como con los hábitos, para que pueda hacer todo lo que su men­ te en expansión necesita para evolucionar y todo lo que su cuerpo en edad de crecimiento requiere para seguir su proceso, y así, al llegar la noche, poder descansar .

Cuando acaban las clases, muchos niños practican algún depor­ te o acuden a cursos o a actividades extraescolares . En ocasiones hay un exceso, una sobrecarga de estas materias añadidas que pro­ vocan que el niño vaya más cansado y tenga menos tiempo para hacer aquello que en realidad necesita . ¿Y qué necesita? Normal­ mente, sus tardes están compuestas por la merienda, los deberes o

27

el estudio, un rato libre para jugar, crear, leer, ver la tele o entrete­ nerse con el ordenador; luego el baño, la cena y, por último, un rati­ to de charla con la familia antes de ir a dormir .

Para poder llevar a cabo todas estas tareas, es fundamental crear una rutina que no lo tenga esclavizado pero que tampoco permita que se disperse . Para ello, es importante marcar unos horarios y también ser conscientes de que los niños necesitan desconectar de los deberes y los estudios . Es bueno que los fines de semana sean un momento distinto, con rutinas diferentes y una libertad mayor para realizar otras actividades . Pero cuando se trata de esas horas entre semana en las que están en casa después de salir del colegio, es imprescindible que tengan una rutina . Pero ¿cómo enseñarle a nuestro hijo el concepto de «horario»?

Los adultos estamos tan acostumbrados a guiarnos por el reloj que nos cuesta comprender que el tiempo no es un concepto innato . De hecho, se trata de una noción abstracta que debe ser aprendida .

Cuando son pequeños, los niños pueden comprender conceptos como «lento», «rápido» o «después», pero no son capaces de cal­ cular a qué equivalen esos «diez minutos» de margen que les da­ mos para que recojan los juguetes . Por eso mismo habrá que ense­ ñarles a tomar conciencia del tiempo . En la escuela no se enseñan porque sí los días de la semana, los meses del año o las horas: son elementos importantes que ayudan a estructurar y comprender el tiempo .

28

APRENDIENDO CON EL RELOJ

Cuando los padres enseñen al niño a tomar conciencia de lo que es el tiempo, un truco que pueden emplear es jugar con el reloj. No se trata de convertir el reloj en un juguete, sino de utilizarlo como una herramienta visual.

Ante todo, debemos ser conscientes de la edad de nuestro hijo y de su capacidad para comprender conceptos abstractos, y tener en cuenta, además, su proceso de aprendizaje. No podemos exigirle que sepa, a la primera, que cuando el minutero pasa del número 12 al número 3 significa que ha transcurrido un cuarto de hora, pero sí podemos enseñarle a comprender cómo funciona el reloj. No es necesario que conozca los números, ya que podemos utilizar las agujas como referencia. Podemos explicarle que, cuando la aguja grande, o la pequeña, llega a cierto punto, es el momento de dejar de hacer algo, de recoger la habitación, de cenar... Para que sea más visual, se pueden enganchar pegatinas o puntos de colores en el número en concreto. De esta manera, el niño tendrá una referencia y podrá mirar el reloj para ver cuánto falta. Aunque no sepa qué hora es, sí sabrá que hay una aguja que marca el paso del tiempo, lo cual le permitirá comprender poco a poco la compleja idea del tiempo y cómo pautarlo.

Con relación a este tema, cabe recordar que, de la misma ma­ nera que nuestro hijo está aprendiendo la noción del tiempo, tam­ bién está aprendiendo muchas otras cosas . No son pocos los pa­ dres que se ponen de los nervios si su hijo es lento cuando come o cuando se viste, y entonces le exigen que sea más rápido . No obs­

29

tante, a según qué edades, no podemos exigirles según qué ritmos, ni tampoco esperar que a los 5 años comprendan qué queremos decirles cuando les avisamos de que «en 5 minutos» hay que estar en la puerta . Los niños, antes de los 7 años, carecen de un concepto claro del tiempo . Por tanto, no podemos enfadarnos con ellos cuando, con 4 años, no saben calcular por sí mismos lo que es un minuto .

Eso sí: aunque nuestro hijo no domine la noción del tiempo y su cálculo, es importante que lo mencionemos a menudo para que se vaya acostumbrando . Por ejemplo, si el niño hace algo en un minu­ to, o más rápido de lo habitual, es interesante que se lo recalquemos y que estemos contentos por ello . De esta manera, aunque no sepa medir el tiempo, tomará conciencia paulatinamente de su impor­ tancia y sabrá que hacer las cosas en ese tiempo que nosotros le pedimos es algo positivo .

Al igual que un adulto está acostumbrado a un horario, debemos acostumbrar al niño a respetar el suyo, pues muchos de sus hábitos y rutinas están marcados por unas horas concretas: la de levantar­ se, la de ir al colegio, la de comer, la de cenar, la de ir a dormir . . . Por eso mismo, es importante que comprenda el concepto «tiempo», para que vea que cada actividad tiene su hora y que las rutinas son imprescindibles para mantener un orden en la vida de todos, ya que en el momento en que los horarios se vuelven anárquicos y no hay ninguna pauta, el niño capta esa idea y el desorden se traslada a todos los aspectos de su vida . Por supuesto, habrá momentos ex­

30

cepcionales en los que podrá saltarse los horarios establecidos, pero en este caso es importante que los padres dejen claro que se trata de una excepción, no de la norma .

A la hora de proponer una pauta de tiempo a los hijos, hay que ceñirse a un solo horario, a una consigna única . Está claro que el padre y la madre son personas distintas, con una manera de hablar y actuar diferente, pero respecto a este tema es importante ir a una . ¿Por qué? Porque no hacerlo crea confusión en el niño y le da pie a no seguir las normas . Pongamos un ejemplo: si una madre dice a su hijo que no puede jugar con la consola después de las ocho, y luego llega el padre y dice que no hay problema, que siga jugando, el niño recibe dos mensajes distintos y, como es de esperar, se quedará con el que más le convenga . El mensaje que demos a nuestro hijo debe­ rá ser siempre el mismo, ya venga del padre o de la madre .

En caso contrario, si mostramos abiertamente discrepancias en las consignas que damos al niño, él se dará cuenta e intentará apro­ vecharse de la situación . Si, por ejemplo, comprende que su padre es más permisivo con las nuevas tecnologías y la televisión, o que su madre lo es con los dulces, optará por pedir los caprichos a cada uno por separado según sea su tolerancia, consciente de que conse­ guirá la respuesta que él desea . Por eso es básico tener claras qué consignas se le quieren transmitir al niño y ceñirse a ellas . Esto no es óbice para transmitírselas de forma creativa, dialogar con

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos