Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus

John Gray

Fragmento

cap-1
Agradecimientos

Doy las gracias a mi esposa, Bonnie, por compartir conmigo el viaje que ha representado el desarrollo de este libro. Le doy las gracias por permitirme sacar a la luz nuestras historias y, en especial, por ampliar mi comprensión y mi capacidad de honrar el punto de vista femenino.

Doy las gracias a nuestras tres hijas, Shannon, Julie y Lauren, por sus constantes cariño y aprecio. El desafío que representa la paternidad me ha permitido comprender las luchas por las que pasaron mis progenitores y quererlos aún más. El ser padre me ha ayudado a comprender y amar a mi padre.

Doy las gracias a mi padre y a mi madre por sus amorosos esfuerzos dedicados a la educación de una familia formada por siete hijos. Agradezco a mi hermano mayor, David, que comprendiera mis sentimientos y valorara mis palabras. Doy las gracias a mi hermano William porque su motivación me ha hecho alcanzar logros más altos. Doy las gracias a mi hermano Robert por nuestras largas e interesantes conversaciones hasta el amanecer y por sus brillantes ideas, de las que siempre saco provecho. Doy las gracias a mi hermano Tom por su aliento y su actitud positiva. Doy las gracias a mi hermana Virginia por creer en mí y en mis seminarios. Doy las gracias también a mi difunto hermano Jimmy por su cariño y admiración, que siguen sirviéndome de apoyo en los momentos difíciles.

Doy las gracias a mi representante Patti Breitman, cuya ayuda, brillante creatividad y entusiasmo han guiado este libro desde su concepción hasta su terminación. Doy las gracias a Carole Bidnick por su inspirado apoyo al inicio de este proyecto. Agradezco a Susan Moldow y Nancy Peske su información y asesoramiento expertos. Doy las gracias al personal de HarperCollins por haber respondido en todo momento a mis necesidades.

Doy las gracias a los miles de personas que han participado en mis seminarios sobre las relaciones, me han hecho partícipe de sus historias y me han animado a escribir este libro. Su reciprocidad positiva y afectuosa me han ayudado a desarrollar esta sencilla presentación de un tema muy complejo.

Doy las gracias a mis clientes, quienes han compartido íntimamente sus problemas y confiado en mi ayuda en su viaje.

Agradezco a Steve Martineau su saber, pericia y fuerza, que usted podrá ver esparcidos a lo largo de este libro.

Doy las gracias a mis varios promotores, que han puesto alma y corazón en la producción de los seminarios sobre Relaciones John Gray, donde este material ha sido expuesto, puesto a prueba y desarrollado: Elley e lan Coren en Santa Cruz; Debra Mudd, Gary y Helen Francell en Honolulú; Bill y Judy Elbring en San Francisco; David Obstfeld y Fred Kliner en Washington, D.C.; Elizabeth Kling en Baltimore; Clark y Dottie Bartell en Seattle; Michael Najarian en Phoenix; Gloria Manchester en Los Ángeles; Sandee Mac en Houston; Earlene Carrillo en Las Vegas; David Farlow en San Diego; Bart y Merrill Jacobs en Dallas; y Ove Johhansson y Ewa Martensson en Estocolmo.

Doy las gracias a Richard Cohén y Cindy Black, de Beyond Words Publishing, por su auténtico y afectuoso apoyo en relación con mi último libro, Men, Women, and Relationships, que ha dado paso a las ideas contenidas en éste.

Doy las gracias a John Vestman de Trianon Studios por sus excelentes grabaciones en cinta de todo mi seminario y a Dave Morton y el personal de Cassette Express por haber valorado siempre este material y haberme prestado un servicio de primera.

Doy las gracias a los miembros de mi grupo de hombres por manifestarme sus historias y, en especial, a Lenney Eiger, Charles Wood, Jacques Early, David Placek y Chris Johns, quienes me han proporcionado material muy valioso para la edición del manuscrito.

Doy las gracias a mi secretaria, Ariana, por hacerse cargo de manera eficiente y responsable de mi despacho.

Agradezco a mi abogado y abuelo adoptivo de mis hijas, Jerry Riefold, que haya estado siempre a mi lado.

Doy las gracias a Clifford McGuire por una amistad que se ha prolongado ya veinte años. No podría pedir una caja de resonancia y amigo mejores.

cap-2
Introducción

Una semana después del nacimiento de nuestra hija Lauren, mi esposa Bonnie y yo estábamos totalmente agotados, Lauren nos despertaba una noche tras otra. El parto había sido muy doloroso y Bonnie estaba tomando calmantes. Apenas podía andar. Después de pasar dos semanas en casa para ayudarla, yo volví al trabajo. Bonnie parecía encontrarse mejor.

Mientras yo me hallaba en el despacho, se quedó sin pastillas para calmar el dolor. En lugar de llamarme, pidió a uno de mis hermanos, que estaba en casa de visita, que fuera a por ellas, Mi hermano, sin embargo, no regresó con las pastillas. Bonnie pasó, pues, todo el día sufriendo de dolor y cuidando de un bebé.

Yo no podía saber que hubiera pasado un día tan espantoso. Cuando volví a casa, Bonnie estaba muy disgustada. Yo interpreté mal la causa de su disgusto y creí que me echaba a mí la culpa.

—Me he pasado el día con dolores —dijo—. Me he quedado sin pastillas. ¡Abandonada, en cama y sin que a nadie le importe!

—¿Por qué no me has llamado? —pregunté yo a la defensiva.

—Le he pedido a tu hermano que me trajera las pastillas, pero se ha olvidado, Me he pasado todo el día esperándolo. ¿Qué iba a hacer? Apenas puedo andar. ¡Qué indefensa me siento!

Al llegar a este punto, estallé. Tampoco yo estaba de muy buen humor ese día. Estaba enfadado porque Bonnie no me había llamado. Me ponía furioso que me echara a mí la culpa, cuando yo ni siquiera sabía que lo estuviera pasando tan mal. Después de intercambiar unas palabras subidas de tono, me encaminé hacia la puerta. Estaba cansado, irritado y harto. Ambos habíamos llegado a nuestro límite.

Empezó entonces a ocurrir algo que cambiaría mi vida.

—No, por favor, no te vayas —dijo Bonnie—. Es ahora cuando más te necesito. Estoy sufriendo. Llevo varios días sin dormir. Escúchame, por favor.

Me detuve un instante y escuché.

—John Gray —dijo—, ¡sólo estás a las maduras! Mientras soy la dulce y cariñosa Bonnie puedo contar contigo, pero en cuanto no es así te largas por esa puerta. —Hizo una pausa y sus ojos se llenaron de lágrimas. El tono de su voz cambió y añadió—: En este momento estoy sufriendo. No tengo nada que ofrecer, y es cuando más te necesito. Por favor, ven aquí y abrázame. No es preciso que digas nada. Sólo necesito sentir tus brazos a mi alrededor. Por favor, no te vayas.

Me acerqué a ella y la abracé en silencio. Lloró en mis brazos. Pasados unos minutos, me dio las gracias por haberme quedado. Dijo que sólo necesitaba sentirse rodeada por mis brazos.

Empecé en este momento a comprender lo que significa en verdad el amor, el amor incondicional. Yo siempre me había considerado una persona afectuosa. Pero Bonnie tenía razón. Sólo estaba a las maduras. Mientras ella estaba contenta y se mostraba simpática, yo le daba también amor. Pero, si se mostraba desdichada o disgustada, yo me sentía culpable y o bien me ponía a discutir o me distanciaba.

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