Esto es agua (Flash Ensayo)

David Foster Wallace

Fragmento


David Foster Wallace fue invitado a pronunciar un discurso en una ceremonia de graduación en la Universidad de Kenyon, sobre un tema de su elección. Fue el único discurso de este tipo que dio en su vida.


Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez mayor que nadaba en dirección contraria; el pez mayor los saludó con la cabeza y les dijo: «Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?».


Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho, por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: «¿Qué demonios es el agua?».


Este es un requisito estándar de los discursos de las ceremonias de graduación en América: el empleo de pequeñas historias didácticas a modo de parábolas.


Lo de contar historias resulta ser una de las mejores convenciones del género y también de las menos estúpidas… pero si os preocupa la posibilidad de que yo me presente a mí mismo como el pez viejo y sabio que viene a explicarles lo que es el agua a los peces jóvenes como vosotros, por favor, que no os preocupe. Yo no soy el pez viejo y sabio.


El sentido inmediato de la historia de los peces no es más que el hecho de que las realidades más obvias, ubicuas e importantes son a menudo las que más cuestan de ver y las que más cuestan de explicar.


Como frase en sí misma, por supuesto, esto no es más que una perogrullada; y sin embargo, el hecho es que en las trincheras donde tiene lugar la lucha diaria de la existencia adulta, las perogrulladas pueden tener una importancia vital. O eso es lo que os quiero sugerir en esta mañana seca y encantadora.


Por supuesto, el principal requisito de los discursos como el presente es que yo os hable a vosotros del sentido de vuestra educación en el campo de las humanidades, y que os intente explicar por qué el título que estáis a punto de recibir tiene un verdadero valor humano más allá de una simple recompensa material.


Así pues, hablemos del estereotipo más común del género de los discursos de las ceremonias de graduación, que es el que nos dice que la educación en el campo de las humanidades no tiene tanto el sentido de llenaros de conocimiento como de, entre comillas, «enseñaros a pensar».


Si vosotros sois como era yo cuando estudiaba en la universidad, nunca os ha gustado oír esto, y tendéis a sentiros un poco insultados por la afirmación de que os hace falta que alguien os enseñe a pensar, dado que el hecho mismo de que os hayan admitido en una universidad como esta parece ser la prueba de que ya sabéis pensar.


Sin embargo, yo voy a postular ante vosotros que ese estereotipo sobre las humanidades no es para nada insultante, puesto que la enseñanza para pensar tan importante que se supone que recibimos en un sitio como este no tiene que ver en realidad con la capacidad en sí de pensar, sino más bien con la elección de en qué pensar.


Si vuestra libertad completa para elegir qué es lo que pensáis parece algo demasiado obvio como p

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