Eugenie Grandet

Honoré de Balzac

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

Con Shakespeare y Saint-Simon, Balzac es el mayor almacén de documentos que tenemos sobre la naturaleza humana.

HIPPOLYTE TAINE1

Novelas

 

En 1833 Balzac tiene prisa. Pensamientos, ideas, planes, trabajos y concepciones «se cruzan, hierven, chisporrotean»2 en su cabeza. «No hay un segundo que perder», le escribe a su amiga Zulma Carraud; hay que aprovechar esa formidable «manufactura de ideas».3

La palabra no podría resultar más acertada. Balzac no se conforma con querer escribir veinte horas al día (y prácticamente lo consigue); además, no deja de esbozar nuevos proyectos. Clasifica, sitúa y ordena las obras existentes y las obras futuras. Vislumbra el edificio que le asegurará dinero y honor (pues pretende ser fiel al destino que le asigna su nombre de pila).4 Este «industrial» que no se amilana ante esa ingente tarea es también un visionario no menos infatigable: entre los dos, han situado el escrito y la escritura bajo el signo de la velocidad.

La escritura balzaquiana de 1833 cubre tres géneros distintos. Por un lado, el escritor sueña aún con igualar a algunos grandes nombres de la Edad Media y del Renacimiento gracias a la redacción de novelas cortas que llevarán como título general Cuentos droláticos y que se publicarán en grupos de diez. El entusiasmo por esa época, entonces ensalzada e imitada en todos los ámbitos de la vida artística,5 y una cultura literaria alimentada de obras clásicas, entre ellas las de Rabelais, constituyen la base de esa intención audaz que Balzac considera entonces su gran proyecto literario. «Es un monumento literario construido para algunos entendidos», le escribe a la condesa Hanska. «[...] Si no le gustan los Cuentos de Lafontaine [sic], ni los de Boccaccio, y si no la vuelve loca Ariosto, tendrá que dejar a un lado los Cuentos droláticos, aunque sean mi más hermosa parte de gloria en el futuro.»6 Eugénie Grandet se publica a la vez que la segunda decena de Cuentos, mientras Balzac redacta las páginas que constituirán la tercera.7 Esta prosa extraña, que sigue siéndolo para el lector de hoy, quien no puede dejar de sorprenderse ante la naturaleza de los relatos y de la lengua del «siglo XV»,8 ofrece a la novela un contrapunto divertido y subido de tono al que conviene dar espacio.

Por otro lado, algunas novelas ya publicadas y varios proyectos en curso empujan a Balzac a pensar en un conjunto más vasto, esta vez aligerado de toda referencia al pasado e incluso decididamente moderno en el sentido de que sus ambiciones de forma y de contenido superarán con mucho la producción novelesca tradicional. Si bien hay que esperar a 1842 para que La comedia humana tenga la construcción que conocemos, en 1833 retoma su curso, tal como demuestra el contrato firmado en otoño entre el autor y la señora Charles-Béchet, librera de París.

Eso no es todo. Según confiesa el propio escritor, la correspondencia compite diariamente con la práctica novelesca. Para sus familiares (entre ellos su hermana, Laure Surville) y sus amigos (entre ellos Zulma Carraud), Balzac será toda su vida un epistológrafo prolijo y fiel. Y eso sin contar las cartas a la condesa Hanska. En febrero de 1832 ha distinguido en su correo un breve mensaje firmado por «la Extranjera» y enviado desde Odessa. Esta relación epistolar que acaba de empezar incluye veintiséis cartas, en su mayoría muy largas y escritas durante varios días, solo en el año 1833. «Me he empeñado en escribirte y E[ugénie] G[randet] protesta»,9 le comenta Balzac el 18 de octubre a quien ya llama su «querido amor».

Dividido entre novelas largas y cortas (de momento las cartas pertenecen al ámbito privado), aquel que no teme compararse con una «caldera»10 y una «máquina de vapor» no ha dejado de hacer «gemir las prensas». No obstante, sus editores tienen más de un motivo para estar irritados. El escritor se ve afectado ya por dos manías que no se corregirán con los años. La primera consiste en hacer poco caso de los calendarios; la segunda, en redactar a trozos, por decirlo de algún modo. Las pruebas son una ocasión para realizar interminables ampliaciones textuales que las asemejan rápidamente al «castillo de unos fuegos artificiales dibujado por un niño», según la bonita frase de Théophile Gautier.11 Además, Balzac no duda en prometer obras de las cuales no ha escrito una sola línea, anunciar proyectos de nombre altisonante que solo son aún cáscaras vacías y vender lo imaginario como si vendiera aire, un «sueño» de literatura.12

En octubre de 1833, cuando el editor Charles Gosselin le ha tomado ojeriza y el de El médico de aldea, Louis Mame, lo ha llevado ante los tribunales, Balzac entra en negociaciones con un nuevo librero. El proyecto es ingente. Se trata de la venta de doce volúmenes, en gran medida aún inexistentes, que formarán los Estudios de costumbres del siglo XIX. El título resulta tan claro como ambicioso. Transmite directamente tres datos esenciales de la poética balzaquiana: su método (la observación atenta), su objeto (los hábitos de vida) y su momento (la época contemporánea). La comedia humana está en gestación: empieza a tomar cuerpo y forma. Eugénie Grandet compone el primer volumen del quinto tomo; en el segundo volumen, el escritor dispone en desorden algunos textos más cortos, entre ellos El ilustre Gaudissart, redactado para la ocasión en pocos días. El contrato no tarda en firmarse, y la cantidad recibida es importante.13 La publicación no espera al final del año para empezar y Balzac vuelve a estar en apuros, de pluma y de dinero.

De entrada, conviene entender esa actividad incesante, acompañada de la voluntad no de escribir una novela, sino de crear una obra ambiciosa y multiforme. Eugénie Grandet pertenece primero a un conjunto llamado Estudios de costumbres, sección Escenas de la vida en provincias. Dentro de la estructura más vasta de La comedia humana, la novela formará un tríptico con Úrsula Mironet y Pierrette; admirables figuras de mujeres, solteros, parisinos que se aventuran en provincias, individuos desgarrados por divergencias de intereses y jóvenes pobres devorados por la ambición vendrán a engrosar el conjunto. Al principio la obra se aproxima más modestamente a El mensaje, La granadera, La mujer abandonada, Los solteros (que se convertirá en El rector de Tours) y El ilustre Gaudissart. Antes de quedar absorbidos a su vez en el programa final, estos textos forman la familia un tanto heteróclita de la que Eugénie Grandet solo es un miembro, el rincón del cuadro del que solo es un detalle.

No obstante, la entusiasta acogida general de la novela tras su publicación, su éxito creciente en vida de Balzac y la enseñanza de la literatura tal como se define a partir de la Tercera República le asegurarán otro destino. Estos diversos factores no solo contribuyen a hacer enseguida de Eugénie Grandet el texto balzaquiano por excelencia (reduciendo así al escritor a no ser más que «el autor de Eugénie Grandet

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos