Los Maia

José Maria Eça de Queirós

Fragmento

Introducción

INTRODUCCIÓN

A comienzos de 2018 la más celebrada novela de Eça de Queirós, Los Maia, considerada también la más importante de la literatura portuguesa, su Quijote, entraba de modo inesperado en los periódicos de medio planeta. Los titulares decían que la estrella pop Madonna había decidido alquilar el palacete de la familia protagonista de la novela para vivir en Lisboa, mientras terminaban las obras del lujoso palacio que había adquirido en Sintra, población que es también escenario de uno de los capítulos más imborrables de la novela. Como sucede a menudo con las noticias en las que se relacionan otros ámbitos de la existencia con la literatura, los datos eran completamente erróneos. La artista había alquilado un hotel en la calle de las Janelas Verdes, frente al Museo de Arte Antiga, que desde hace muchos años se publicita como el mismo en el que se instalan en Lisboa los Maia, Afonso y Carlos Eduardo, una vez que el último termina sus estudios en Sintra. Pero en realidad no se trata de dicho edificio, como queda clarísimo apenas se lee la descripción con que se abre la novela. No es ni siquiera el edificio en el que se basó Eça de Queirós para dar forma a su libro. Sencillamente, los propietarios del establecimiento hotelero, avispados, le dieron el mismo nombre que le da el escritor al palacete de la familia Maia, y ahí acaba toda relación entre la novela y la residencia de la estrella pop.

En Portugal, todo el mundo sabe que las referencias a la novela de Eça de Queirós utilizadas por multitud de negocios son completamente ficticias; es más, muchas de las localizaciones solo existen en la novela —no existe el Ramillete el palacio de Benfica ni Santa Olávia, y, por no existir, en la época ni siquiera existía el estado de Finlandia, que sin embargo en la novela tiene un cónsul con una presencia constante— y aparecen siempre mezcladas con lugares reales e históricos. Pero tampoco estas paradojas son algo sorprendente, sino que quizá puedan interpretarse como uno más de los efectos secundarios que desencadenó su autor con sus textos. Los Maia dialoga con la realidad de modo constante, basándose en ella, sí, pero al mismo tiempo añadiéndole hechos ficcionales que parecen ciertos, y postulándose como una realidad hipotética o probable, verosímil, que quiere suplantar la realidad más o menos consensuada. No es algo muy común dentro de la narrativa realista, que de modo programático se presentó ante su público, las clases medias burguesas surgidas tras el fin del antiguo régimen, como un reflejo de la realidad. De ahí la conocidísima imagen de Stendhal que define la novela como un espejo que se pasea al borde del camino. Pero Eça de Queirós fue un realista esquivo, de incómoda clasificación, y una buena muestra de ello es esta novela, que sirve como ejemplo perfecto de las características de su escritura, en la que nunca abandonó la idea rectora de la novela moderna desde la publicación del Lazarillo y del Quijote: la de presentarse como réplica y sustitución de lo real, y que, precisamente por eso mismo, supo prolongarse hacia el futuro salvando las restricciones de la novela realista decimonónica.

Cuando Eça de Queirós se lanza a su escritura, en 1878 según sus biógrafos, trabaja dentro del servicio diplomático luso en Bristol, tras haber estado destinado en La Habana y haber realizado un viaje oficial por Estados Unidos y Canadá. También es un escritor que ha publicado ya sus dos novelas más conocidas y apreciadas en vida, El crimen del padre Amaro y El primo Basilio, y ha obtenido una fama creciente gracias a ellas pese a vivir alejado por motivos laborales fuera del país y no poder participar en la vida cultural. Antes, en 1870, había publicado de forma anónima y seriada en el Diário de Notícias una serie de reportajes que cubrían un suceso policial inexistente, un modernísimo artefacto escrito a cuatro manos con su amigo Ramalho Ortigão que prefigura la serie negra del siglo XX y que, cuando aparece como libro en 1884, recibe el título de El misterio de la carretera de Sintra.

El crimen del padre Amaro había tenido una primera edición en 1875, que a Eça de Queirós no satisfizo porque lo que se imprimió fue una versión sin correcciones. Por ese motivo dio a la imprenta una nueva versión al año siguiente. Y, pese a ello, no dejó fijado el libro hasta la tercera edición, terminada en 1878 pero publicada en 1880, que es ya la definitiva. A estos quebraderos de cabeza estéticos se añadió la polémica generada por el tema de la novela, centrada en la figura del sacerdote Amaro Vieira, que se ordena obligado y se mueve por la vida con profunda amoralidad, valiéndose de sus privilegios eclesiásticos, y termina por dejar embarazada a una feligresa.

El primo Basilio, editada en 1878, también se centra en un personaje masculino amoral que no duda en comenzar una relación adúltera con su prima, cuyo marido está fuera de la ciudad por obligaciones laborales. Basilio, el protagonista de la historia, es descrito como un ser despreciable que no llega a amar a su prima en ningún momento, y que la encuentra desde el primer instante poco interesante y atractiva, pero entabla una relación con ella por puro entretenimiento.

Con este bagaje en la representación de dos estamentos sociales (el clero y la burguesía), en 1878 Eça de Queirós se lanza a la escritura de Los Maia, que, en principio, tenía el título provisional de Escenas de la vida portuguesa e iba a ser la primera de una serie de doce novelas que, al parecer, pretendían emular La comedia humana de Balzac. Si hasta ahora se ha incidido mucho en esta introducción en las fechas de publicación de los textos queirosianos no era por un prurito cronológico, sino porque cuando su autor se dedica a la escritura de esta novela se produce un fenómeno curioso. La redacción y corrección de la novela, que le llevará una década, y simultaneará en determinados momentos con la escritura de otros proyectos, algunos de los cuales son publicados a lo largo de esa década —como es el caso de El mandarín y La reliquia, además de la edición ya mencionada en libro de la crónica falsa escrita junto a Ramalho Ortigão— se culminará en 1888, con la edición del libro tras numerosos contratiempos y su nombramiento como cónsul en París, destino en el que permanecerá ya hasta el fin de sus días. También será Los Maia el último libro que publique en vida. Los numerosos libros que engrosan la nutrida producción de Eça de Queirós son, todos, publicaciones póstumas, más o menos acabadas, de textos que fueron, en muchos casos, desconocidos incluso para sus amigos mientras su autor vivió. Sorprende, en un autor que en trece años (entre 1875 y 1888) dio seis libros a la imprenta, ese silencio que se extiende a lo largo de los doce años que le restaron de vida. Es bien cierto que murió joven, con apenas cincuenta y cuatro años, y a causa de una enfermedad, pero no deja de resultar llamativo ese alejamiento, voluntario o no, del mundo editorial. Se sabe que no estuvo de brazos cruzados, eso sí, ya que el núm

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