La piedra lunar (Los mejores clásicos)

Wilkie Collins

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

(Se advierte a los lectores que esta introducción
explicita detalles del argumento.)

 

[...] he aquí a nuestra pacífica morada inglesa perturbada por un diabólico diamante hindú que arrastraba tras de sí a varios conspiradores, arrojados sobre nosotros para vengar a un difunto. ¡Esa era nuestra situación, según las últimas palabras de míster Franklin! ¿Quién ha oído hablar alguna vez de una cosa semejante, en pleno siglo XIX, en una era de progreso y en un país que disfruta de las bendiciones de la constitución británica? Nadie, sin duda, lo habrá oído jamás y no habrá, por lo tanto, quien acepte tal cosa. A pesar de ello, proseguiré, sin embargo, mi relato.

En su célebre estudio introductorio, T. S. Eliot calificó La Piedra Lunar como «la primera, la más extensa y la mejor novela de la literatura policíaca inglesa moderna».[1] Ya en su época, la obra de suspense de Collins cosechó un éxito inmediato y se convirtió en uno de sus libros más populares. Según su propio editor, William Tinsey, la versión por entregas causó una gran sensación:

Durante el período en que La Piedra Lunar se publicó por entregas, en Wellington Street se vivieron escenas que, sin lugar a dudas, alegraron los corazones del autor y el editor. Sobre todo cuando la novela se aproximaba a su fin, los días que se ponía en circulación se congregaba una multitud de lectores ávidos a la espera de la salida del nuevo número, y sé que se realizaron apuestas [...] acerca de la aparición final de la Piedra Lunar. Incluso los porteros y los mozos seguían la historia con interés y leían el número a hurtadillas, a menudo con los bultos todavía a cuestas.[2]

The Eustace Diamonds (1871), de Trollope, se inspiró claramente en La Piedra Lunar, de la que podría considerarse una parodia. Asimismo, El misterio de Edwin Drood (1870), de Dickens, y El signo de los cuatro (1890), de Conan Doyle, incorporan material de la obra en cuestión.

La Piedra Lunar contiene todos los elementos de la novela policíaca clásica: pistas ocultas y mensajes intrincados que deben resolverse, tensión entre el policía local e ineficiente y el detective competente aunque idiosincrático (en este caso Cuff, «un pozo de sabiduría en lo que atañe a esa cosa baladí que son las rosas»), las complicaciones y los retrasos causados por la ocultación de pruebas cruciales por parte de algún personaje, la recapitulación del caso realizada por el detective y la incriminación de una persona tras otra que culmina en la detención de la menos esperada de todas. Como señala Howard Haycroft, La Piedra Lunar se adelanta sesenta años a El asesinato de Roger Ackroyd, de Agatha Christie, en convertir al editor o al narrador en el culpable.[3] Asimismo, Collins acrecienta el ya considerable suspense que recorre toda la novela, por un lado, haciendo que Franklin Blake no sea consciente de su propio «delito» y, por otro, llevando a cabo una reconstrucción dramática del crimen en las páginas finales en lugar de arrancar una confesión al villano. La «fiebre detectivesca» que despierta La Piedra Lunar también responde a que el detective y el lector cuentan con la misma información (escogida con esmero) a lo largo de toda la narración, lo que anticipa aquello que en la actualidad se considera la fórmula del «juego limpio» de la novela policíaca.

Collins se sirvió de diversas fuentes para reunir, con suma meticulosidad, el material histórico, legal, médico y policial utilizado en la novela. La trama principal tiene su origen en un episodio acaecido en 1843, en las puertas de Somnauth, cuando lord Ellenborough trató de devolver un objeto sagrado hindú a las ruinas de esa ciudad santa, que supuestamente los afganos habían saqueado ochocientos años antes. Las anotaciones que Collins realizó para su obra indican que la Piedra Lunar se inspiró en una combinación de historias sobre una serie de piedras preciosas famosas sustraídas de la India como parte del botín de guerra. En el Athenaeum Club recopiló diversos relatos anecdóticos personales sobre ese país en general, y sobre el fanatismo hindú en particular, de la mano de expertos como John William Shaw Wyllie —miembro de una distinguida familia angloindia—, quien, igual que Murthwaite, era «famoso por sus expediciones a la India [...] habíase internado disfrazado en regiones donde ningún europeo posará jamás su planta». Collins recopiló el resto de la información contrastable concerniente a la Piedra Lunar a partir de obras que se conservaban en la biblioteca del Athenaeum, en concreto la octava edición de la Encyclopaedia Britannica; The Natural History of Precious Stones and Gems, de C. W. King; The History of India, de Talboys Wheeler; y The Life of Sir David Baird, de Theodore Hook. También se informó para la narración de la toma de Seringapatam, llevada a cabo por el ejército británico en 1799, la muerte del sultán Tippoo y el saqueo del tesoro del sultán por parte de los oficiales ingleses. En un principio, la novela de Collins iba a llevar por título The Eye of the Serpent, por lo que su autor extrajo información sobre el «culto a la serpiente» de la ya mencionada History of India. Sin embargo, la historia de la Piedra Lunar proviene en gran medida de la Encyclopaedia Britannica, donde Collins halló una descripción del Orlov, un diamante de grandes dimensiones, aproximadamente del tamaño de un huevo de paloma, que en esa época formaba parte del cetro del emperador de Rusia y del que se decía que «había sido el ojo de un ídolo hindú, robado por un desertor del ejército francés». La obra de Wheeler, donde la luna se describe como una deidad femenina vinculada con el «soma», un hongo mágico alucinógeno, sugiere la relación implícita que encontramos en la novela entre la Piedra Lunar y el papel que desempeña el opio. Es más que probable que Collins considerara otras cuatro posibles fuentes para la Piedra Lunar: el diamante Hope, una gema de color amarillo oscuro que pertenecía al rey de Portugal; el Koh-i-Noor, y el Sancy. Según parece, los dos últimos arrastraban una maldición. El Sancy desapareció en el robo de la colección de joyas de la corona francesa en 1792, durante la Revolución francesa. Corrieron rumores de que posteriormente regresó a Oriente, después de que un hindú originario de Bombay lo comprase y volviese a su patria con él. Walter de la Mare sostiene que Collins se vio influenciado por una piedra de luna que el hermano de Charles Reade se había traído de la India, mientras que lady Constance Russell defiende que la gema se inspira en los relatos que corrían sobre El Regente o el diamante de Pitt, de los que el autor había oído hablar durante sus visitas a Swallowfields, la propiedad del descendiente de Pitt, sir George Russell.

Además de este tipo de fuentes más exóticas, La Piedra Lunar también recurre a las locales. Una de las que suele proponerse con mayor frecuencia es el famoso caso de Road Murder, acaecido en 1860, relacionado con el asesinato de un niño de cuatro años y medio en su propia casa, en un pequeño pueblo de Somerset. Como apunta Lonoff, el asesinato en sí no guarda ninguna relación con el argumento de la novela (años después, la hermana del niño confesó haber cometido el crimen), per

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